El presidente de la República Dominicana, Danilo Medina, aseguró hoy en Roma que rentabilizar la producción agropecuaria es “la única estrategia válida y sostenible contra el hambre y la pobreza en el campo”.
Medina participó en el 42° periodo de sesiones del Consejo de Gobernadores del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), que comenzó este jueves en la sede de otra agencia de Naciones Unidas, la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en la capital italiana.
A continuación el discurso completo:
Excelentísimo Señor Giuseppe Conte, Primer Ministro de Italia;
Honorable Señor Gilbert F. Houngbo,
Presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA);
Honorable Señor Hans Hoogeveen,
Representante Permanente del Reino de los Países Bajos y Presidente del Consejo de Gobernadores, y en él a todos los Gobernadores del FIDA;
Honorable Señor José Graziano Da Silva,
Director General de la FAO;
Honorable Señor David Beasley,
Director Ejecutivo Del Programa Mundial de Alimentos (PMA);
Honorable Señora Géraldine Mukeshimana,
Ministra de Agricultura y Recursos Animales de la República de Ruanda;
Distinguidos invitados especiales;
Señoras y señores,
Es para mí un gran honor poder participar en esta cuadragésima segunda sesión del Consejo de Gobernadores del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, que nos reúne en esta bella e histórica ciudad de Roma.
Quiero agradecer al señor Houngbo por brindarme la oportunidad de compartir con todos ustedes estas jornadas y por invitarme a hablarles de la políticas agropecuarias que se desarrollan en la República Dominicana en estos momentos.
Sin embargo, antes de comenzar a hablarles de qué estamos haciendo para impulsar el campo, me gustaría hablarles de porqué lo estamos haciendo.
Comenzaré por decirles algo que ya saben, pero que no podemos olvidar, porque es la realidad de la que partimos en los países latinoamericanos.
Lo cierto es que, aún hoy, en nuestro continente las desigualdades son profundas y marcan el futuro de millones de personas, haciendo tambalearse los cimientos de nuestro progreso.
Si hablamos de oportunidades en nuestros países, no es lo mismo nacer varón que nacer hembra, no es lo mismo vivir en el centro, que en las afueras y, por supuesto, no es lo mismo ser nativo de la capital, que nacer en un campo aislado.
En 2012, en la República Dominicana, vivir en una zona rural significaba enfrentar una tasa de pobreza muy superior a la de las ciudades.
En múltiples recorridos por el país, mucho antes de ser presidente, tuve la oportunidad de observar el abismo que separaba a los que viven en zonas acomodadas de la capital, de los que sobrevivían en las áreas rurales, con economías de subsistencia.
Y esto que describo no es solo la realidad de mi país, sino la de la mayoría de los países de la región, especialmente en Centroamérica y el Caribe.
A esas zonas las políticas públicas simplemente no llegaban. Cada familia tenía que hacer frente a las dificultades sola y rezar porque ese año el agua o la sequía no se llevara el pequeño sembrado que sería su sustento.
De hecho, el reclamo más común que escuchaba al visitar cada pueblo era: “usted viene ahora porque necesita nuestro voto, pero cuando sea presidente, jamás lo veremos por aquí”.
Fue entonces cuando me puse como meta cambiar esa realidad, porque era el único camino para lograr avances profundos y duraderos.
Me comprometí a volver a todos esos lugares y, además, a hacerlo para llevar soluciones.
Cerrar esa brecha que separaba a nuestros productores del progreso se convirtió desde entonces en una prioridad. Y de ahí partieron muchas de las iniciativas que hoy nos han permitido transformar nuestro sector agropecuario.
Porque lo cierto es que en América Latina, la única estrategia válida y sostenible contra el hambre y la pobreza en el campo es la revitalización de la agropecuaria, comenzando por el fortalecimiento de los más vulnerables y garantizando su inserción en cadenas de valor agroalimentarias.
Solo apostando por los pequeños productores y por la soberanía alimentaria, apoyando cada comunidad y haciendo rentable la producción, los países en desarrollo logramos sacar a las familias rurales de la pobreza y la vulnerabilidad, al tiempo que protegemos el equilibrio económico de nuestros países, reduciendo la dependencia de las importaciones de alimentos.
Señoras y señores,
Este encuentro que nos reúne lleva por título “Innovaciones e iniciativas empresariales en el mundo rural”. Y sobre esto, a mi me gustaría enfatizar que para países como el nuestro, la adopción de procesos y métodos innovadores no tiene que estar, necesariamente, ligada a costosos desarrollos tecnológicos.
Se puede lograr un modelo innovador, que mejore sustancialmente las condiciones de vida de la gente, con acciones que están al alcance tanto de los gobiernos como de los productores.
Y, muy especialmente, con acciones que tengan como objetivo reducir la pobreza y las desigualdades.
En nuestro caso, ese modelo se ha dado a conocer a través de una iniciativa muy peculiar y sencilla, que llamamos “Visitas Sorpresa” y que nos permite, sin burocracias complicadas, dar respuesta directa a las necesidades de nuestros productores, al tiempo que alcanzamos los objetivos de desarrollo que necesita el país.
Cada domingo, junto a un pequeño grupo de funcionarios del sector agropecuario que dan seguimiento a los compromisos que adquirimos, recorremos el país. Visitamos lugares a los que ningún presidente había ido antes y nos reunimos con los productores, para escuchar sus ideas y brindarles todo el apoyo necesario para que puedan emprender sus proyectos.
Desde que empezamos con esta iniciativa en el año 2012 hemos realizado 237 visitas sorpresa, domingo tras domingo. De esta forma, hemos asumido más de 1,870 proyectos productivos.
Cabe resaltar que no estamos hablando de una política asistencialista. Esta estrategia se sustenta, en primer lugar en el fomento a la asociatividad y el fortalecimiento de las cooperativas, para impulsar el emprendedurismo rural.
En estos últimos 6 años hemos impactado a más de 800 cooperativas y asociaciones, con una inversión que supera los 58,000 millones de pesos en proyectos agropecuarios y otros 40,000 millones de pesos de otras instituciones del Estado, totalizando más de 2,000 millones de dólares en 6 años.
Es decir, la conformación de negocios duraderos y rentables, que lleven bienestar a toda la comunidad.
Con más de 1,000 nuevas iniciativas empresariales que están revolucionando la pequeña agricultura en la República Dominicana.
Esta estrategia se basa en el acceso al crédito, en condiciones que nunca se habían conocido en la República Dominicana. Con facilidades de pago, con la más bajas tasas de interés y orientado a capitalizar la unidad productiva.
Acompañamos ese apoyo con asistencia técnica, seguimiento en el terreno e inversiones en infraestructuras rurales, para garantizar el desarrollo y viabilidad de los proyectos.
Además hemos puesto en marcha un programa masivo de entrega de títulos de propiedad definitivos de propiedad a miles de parceleros.
Desde 2014 a la fecha hemos entregado más de 50,000 títulos de propiedad a otros tantos pequeños productores, haciéndolos, así, dueños legítimos de las tierras que tenían hasta 50 años cultivando, sin ninguna garantía legal sobre ellas.
En resumen, el “Programa de Visitas Sorpresa” es una de las principales estrategias estatales para reducir la desigualdad, aumentar la producción nacional de alimentos, generar empleo y combatir la pobreza.
Este modelo, además, está en perfecta sintonía con iniciativas como PRORURAL, un proyecto cofinanciado entre el Fondo Internacional de Desarrollo de Agrícola y el Gobierno Dominicano.
Los resultados de esta alianza público-privada creada entre la Dirección General de Cooperación Multilateral y la Junta Agroempresarial Dominicana, ya se han hecho sentir en 78 comunidades rurales del país.
En sus primeros años de funcionamiento se han generado decenas de miles de empleos vinculados a la actividad agrícola. Asimismo, se han incorporando a la iniciativa empresarial de forma directa decenas de miles de productores y entre ellos miles de mujeres y jóvenes.
Esto es muy importante para nosotros, porque trabajamos para cerrar la brecha de género en todas las áreas. Actualmente, la participación femenina en la economía agrícola en nuestro país es del 31.2%.
Eso nos coloca en el segundo lugar de América Latina y el Caribe en el que las mujeres tienen más participación en la producción agrícola.
De la misma forma, es crucial para nuestro país atraer a los jóvenes al campo, para garantizar el relevo generacional. Por eso, estamos también incorporando las nuevas tecnologías y formando agrónomos en las principales áreas productivas del país.
Al mismo tiempo, estamos abriendo las puertas a la innovación en nuestras zonas rurales, incorporando las últimas tecnologías genéticas, nuevos sistemas de riego y monitoreo, nivelación de terreno por GPS y sistemas de predicción meteorológica e inteligencia de mercados.
Desde el año pasado contamos con un Sistema de Alerta Temprana para Eventos Meteorológicos Catastróficos, que ya está siendo aplicado en las regiones de producción del noroeste del país y muy pronto se ampliará a todo el territorio nacional.
Para un país como el nuestro, atravesado anualmente por ciclones, disponer de esa información que nos permita prever cualquier catástrofe es de vital importancia.
Además, sobre esta base se integrarán diferentes modelos basados en Inteligencia Artificial, que nos proporcionarán información predictiva relativa a la gestión de plagas, control y estimación de cosechas, gestión de las cuencas hidrográficas y sistemas de riego, entre otros servicios.
Señoras y señores,
Quisiera señalar que en nuestra misión de lograr el desarrollo rural integral, también somos conscientes del rol que juega la preservación del medio ambiente y el uso sostenible de los recursos naturales.
Por eso, decidimos poner en marcha lo que organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo han calificado como “el proyecto de reforestación más ambicioso de Centroamérica y el Caribe”.
Hemos introducido el concepto de pago por servicios ambientales a pequeños productores en el marco de 7 grandes proyectos de desarrollo agroforestal, ubicados en zonas medias y altas de cuencas hidrográficas de la zona sur del país, donde se concentran altos índices de pobreza.
Estamos reforestando cerca de un millón de tareas de tierra con especies endémicas para conservación y también con árboles de café y aguacate, entre otros.
Estos cultivos no solo contribuyen a la cobertura vegetal de la zona montañosa y la producción de agua, sino que también proveen de alternativas económicas a los pequeños agricultores asociados en cooperativas.
Amigos y amigas,
Estamos convencidos que la agricultura sostenible y en armonía con el medio ambiente es un aliado clave para alcanzar varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Erradicar el hambre y la pobreza, cuidar de la salud y el bienestar de las personas e impulsar la producción y el consumo responsables, sólo es posible con un sector agropecuario fuerte, moderno, capaz de suministrar alimentos de calidad, inocuos y asequibles.
Señoras y señores,
La suma de todos estos esfuerzos combinados ya está dando sus frutos, y
nos permite tener motivos para el optimismo.
La República Dominicana está entre los cuatro únicos países de América Latina donde el hambre se redujo consecutivamente en los últimos tres años.
En el año 2012 en la República Dominicana el 39.7% de la población vivía en pobreza, ese porcentaje se redujo a 23% en el 2018.
De estos, vivían en pobreza extrema el 10% de la población, cifra que se redujo a 2.9% en el año 2018, pero el dato más revelador de la política agropecuaria es el relativo a la pobreza en la zona rural. La misma se situaba cerca del 50% en el año 2012, verificándose una reducción en el año 2018 de 24,4 puntos.
Lo que significa que entre los años 2012 y el 2018 nuestro país ha sacado de la pobreza a más de un millón quinientas mil personas.
Nuestro sector agropecuario aporta cerca del 6% del PIB y ya estamos muy próximos a la autosuficiencia alimentaria, supliendo el 85% de todos los alimentos que consume la población dominicana.
Además, cada año ampliamos el volumen y valor de nuestras exportaciones agrícolas y, al mismo tiempo, estamos preparados para dar respuesta a la demanda creciente de alimentos de nuestro sector turístico, que solo el año pasado la República Dominicana fue visitada por más de 7.5 millones de extranjeros.
En resumen, las cifras nos dicen que estamos en el camino correcto y que los beneficios de apoyar al campo se hacen sentir en todo el país, desde las cifras macroeconómicas, hasta la mesa de las familias dominicanas.
Todo esto, gracias al trabajo diario de nuestros productores agrícolas y agropecuarios, que se han incorporado con entusiasmo a todas las iniciativas y que no son ya campesinos de subsistencia, sino auténticos agroempresarios, con la mirada puesta en el mercado global.
Con humildad, pero también con alegría, podemos decir que estamos cambiando el rostro del campo dominicano. Donde antes veíamos preocupación, ahora vemos esperanza y confianza. Donde antes veíamos incertidumbre, ahora vemos sonrisas de optimismo.
Sobre esos cimientos, nuestro país está construyendo un sector agropecuario y agroindustrial sólido y próspero. Capaz de alimentar a millones de personas, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
Esa es la apuesta que ha hecho nuestro país en los últimos seis años y la que seguiremos profundizando y acelerando, para ser cada día más competitivos.
Confiamos en que este relato les haya resultado inspiradora y estamos a su disposición para compartirles cualquier información adicional o para recibirlos en nuestro país y dárselos a conocer personalmente.
Los esperamos.
Gracias.