Discurso de don Manuel Corripio

Discurso de don Manuel Corripio

Cuando sabemos qué esperar del otro podemos actuar juntos en la obtención de un objetivo personal validado.

Muy buenas noches
Distinguidos miembros de nuestra familia, señores José Luis y Ana María Corripio, mis padres
Rafaela, mi esposa
Mis hermanos José Alfredo y Laura; Ana y Rafael; y mis sobrinos Sofía y Rodrigo González Corripio en representación de sus padres, Lucía y Alejandro.
Señores asesores de la Fundación Corripio, doctor Jorge Tena Reyes y licenciado José Alcántara Almánzar
Señoras y señores galardonadas y galardonados en esta entrega de los Premios Fundación Corripio
Germana Quintana
Fausto Rosario Adames
Fernando Contreras
Colegio Dominicano de la Salle, recibido por su director hermano Gerardo Pérez
Instituciones galardonadas con el Premio Familia Corripio Alonso
Hogares Residencia Angeles Custodios, representados por su directora la Hermana María Jesús Hernando
Vicaría de la Pastoral Social de la Arquidiócesis de Santo Domingo, representada por su Vicario Episcopal, padre Domingo Legua
Señores miembros del jurado en cuyas manos descansó la tarea de seleccionar a estos galardonados
Señoras y señores del público presente,

A temprana edad, pero ya con una mínima conciencia, encarados ante el misterio de la vida, ésta se nos presenta como caos; y muy pronto llegamos a interpretarla como drama que recorre el camino del caos al orden. Adoptamos caos y orden como los elementos constituyentes. El caos como problema planteado. El orden como desenlace de este drama.
Asumimos el orden como un compendio de normas sociales y mayoritariamente aceptadas, que nos proveen un entorno predecible y de cooperación. Es el mundo de la estructura social, territorio explorado, familiaridad y seguridad. Estos valores compartidos simplifican el mundo al hacerlo descifrable. Cuando sabemos qué esperar del otro podemos actuar juntos en la obtención de un objetivo personal validado.

El caos, por contraste, es el entorno donde sucede lo impredecible, por lo tanto, lleno de posibilidades. Es potencialidad. Incógnita a despejar. Orden en ciernes.

Siendo seres esencialmente dicotómicos, aspiramos a mantener todas nuestras opciones disponibles sin renunciar a la seguridad para perseguir estas posibilidades. Entendemos que la felicidad reside en el balance dinámico entre caos y orden. Entrevemos que el sentido se encuentra al caminar en el borde en que ambos extremos se tocan y es ahí donde la armonía sale a nuestro encuentro en la forma de vocación. Es llamado que trasciende nuestro oficio. Llamado a poner orden en nuestro caos vital manteniendo opciones abiertas, pero ya éstas orientadas en una sola dirección, enmarcadas dentro de valores compartidos y orientadas al otro.

Atender ese llamado, que puede, en principio, no ser obvio, es lo que nos permite conjugar nuestras ansias de unir nuestra alma y nuestro rol en la vida en un solo ente. Habremos encontrado el concierto entre lo material y lo espiritual. Es en ese momento que nos sentimos descargados del fardo del fraude y la impostura. Llegaremos a ser, como hace siglos dijo Píndaro, quienes somos. Las opciones a las que renunciaremos son aquellas que se nos presentarán como cantos de sirena y lo haremos sin tener que atarnos al mástil de la obligación como forma de resistir vanas tentaciones que pudieran estrellarnos contra los acantilados del despropósito.

La respuesta a este llamado unirá nuestras acciones cotidianas con el propósito de vida. Responderemos a la única pregunta importante: ¿Por qué estoy aquí y ahora? Entra el sentido en la vida. Habremos iniciado el proceso de construir una vida de significado y no sólo de importancia.

En enriquecedoras conversaciones en privado con los galardonados traté de encontrar un denominador común en sus llamados y la interpretaron que le dieron. Dije que ese llamado puede salir de forma repentina a nuestro encuentro, pero en algunos casos lo hace disfrazado de casualidad, en otras de causalidad, entrando de puntillas a nuestras vidas. El caso de Fausto Rosario es curioso: llega de Bonao a inscribirse en sociología en la UASD. Allí encuentra a su tío, director de la carrera y le aconseja que no se inscribiera ese día. Que lo pensara mejor e indagara en la escuela de derecho y si aún persistía en la idea de la sociología que volviera al día siguiente. Acepta su consejo y de camino a la escuela de derecho escucha que alguien presidiendo una solitaria mesa de inscripciones lo llama y le pregunta sobre los motivos de su visita, lo que Fausto explica. Resultó ser la mesa de inscripciones de la Escuela de Periodismo y Comunicación Social. No hay que abundar más en lo sucedido. Helo aquí recibiendo hoy el premio Fundación Corripio en Comunicaciones.

Estos llamados únicamente no los identificamos nosotros solos. Las personas que nos quieren y admiramos van sembrando pistas en nuestras vidas. Estas pueden seguir caminos sinuosos y en ocasiones una línea recta, como lo es la de la hermana María de Jesús Hernando, bilbaína, quien recibe esta noche el Premio Familia Corripio Alonso a nombre del Hogar Residencia Angeles Custodios, quien cuando decide optar por una vida de religiosa, se encuentra con la objeción de su padre y la respuesta de ella fue simple; al responderle que ese fue el camino que él siempre le mostró y dentro del cual la venía guiando, inculcándole a muy temprana edad una sólida fe y opción por los pobres. A la edad de 18 años su padre claudica y la lleva al noviciado en Madrid. Todavía, su padre albergaba dudas, ya que como ella misma nos cuenta, éste permaneció dos semanas más en la capital española esperando que la futura Hermana María Jesús recapacitara y retornara con él. Rendido ante la evidencia emprende el camino de regreso a su natal Bilbao. Esta vez solo.

El del doctor Fernando Contreras, Premio Fundación Corripio en Ciencias Naturales y de la Salud, quien declara no recordar ningún momento en su vida de adulto que no haya querido ser otra cosa que médico. En él el ejemplo de sus padres fue determinante. Su madre quiso ser gastroenteróloga. Fernando cumplió el llamado por ambos. Como sus padres en su familia existen otros médicos de prestigio los que cuando entraban en la habitación de un convaleciente la llenaban de alegría y esperanza. Eso quería Fernando: no solo anhelaba llevar salud. Quería ser, como en efecto lo es, portador de alegría a los debilitados por una dolencia. El ejemplo de su madre, su padre, su tío encuentran resonancia en él.

Germana Quintana, Premio Fundación Corripio en Arte, encuentra su llamado en la lectura. Hija de embajadores con vida itinerante halla arraigo en lecturas y, producto de éstas, son sus mentores artistas y maestros de épocas remotas. Su itinerancia no le permite inscribirse en casas de estudios en las que pueda descifrar los misterios de una profesión por medio de la técnica, pero esto no le hace renunciar a la firmeza de su propósito. Estudia por correspondencia y se hace directora por este método. Se describe a sí misma como campeona en cursos por correspondencia. Escribe guiones para radio, para televisión, dirige programas televisivos, los que en aquellos tiempos solo podían hacerse en vivo. Era algo como teatro filmado. Es así como llega al teatro. Tan solo elimina el filtro discriminante de la cámara y lo hace todo evidente para el espectador. Descubierta su vocación ya no hubo vuelta atrás.

Para el hermano Gerardo Pérez, director del Colegio Dominicano De La Salle, Premio Fundación Corripio de Ciencias Sociales y Jurídicas, encuentra su vocación en su orden y en la tarea educativa. La vocación, en sus propias palabras, es aquello que se hace cuando uno se levanta día a día y busca aquello que le hace feliz, lo que en su caso es satisfacer lo que el alumno necesita. Se encuentra en la respuesta a una simple pregunta que se hace: “¿Qué aporto yo al desarrollo de otro y en esa tarea, que me aporta el otro?”. Dando recibe. Enseñando se aprende.

El camino a Damasco del padre Legua se da con los medios de la modernidad, en esta ocasión mediante una llamada a su teléfono celular del Cardenal López Rodríguez, quien le solicita que se haga cargo del Seminario Mayor. En primera instancia duda, pero hace acopio de su memoria y se remonta a los orígenes de su llamado, el que atribuye no a su decisión personal, sino a la opción que Jesús hizo por él, y con la reticencia propia de la humildad, acepta. Se recuerda a sí mismo que no se hizo sacerdote para hacer lo que desee, sino para aquello dónde pueda servir a los demás. Acepta con responsabilidad su llamado. Interpreta los cargos como cargas, las que al poco tiempo de asumir le resultarán llevaderas.

Señoras, Señores, permítaseme incluir brevemente un testimonio sobre una persona que si bien hoy no forma parte de este acto, su presencia permanece. Se trata de nuestro abuelo, Manuel; a quien su vocación le sale a camino sin delicadeza; es de esas personas que Silvio Rodríguez describe en una de sus canciones como “hombre de poca niñez”. Su llamado no contemplaba opciones. Le llega, intempestivamente, a los trece años, golpeado por el caos en la forma de pobreza. La vocación lo encuentra, sin darle tiempo a completar su escolaridad. Armado de voluntad lo acepta y empieza a construir el orden del que hoy son, nuestra familia y en particular la Fundación Corripio, beneficiarias.

Como se ve no es tarea fácil encontrar ese denominador común en la aproximación de cada uno a sus respectivas vocaciones. Sin embargo, una vez definido empieza a vislumbrarse un hilo conductor. Ese hilo conductor son los otros. A diferencia de Sartre que definió el infierno como los otros, nuestros galardonados lo hacen como su gloria. Son nuestros galardonados quienes necesitan de los demás. En palabras de la hermana María de Jesús, “necesito de los necesitados”. En ellos está la respuesta a su “Por qué”.

Fernando no permite que la técnica sea su única guía. Trata a sus pacientes bajo el principio kantiano de tratar a todos ser humano como un fin en sí mismo.

El padre Domingo Legua ha sido testigo del sufrimiento y la frustración de los desposeídos y como hombre de pensamiento y acción no da por concluyente esta realidad. Siendo un sacerdote emprendedor, funda una fábrica de muebles en Las Cañitas, para emplear moradores de ese sector, y para lo cual el capital inicial proviene de la colecta parroquial equivalente a mil seiscientos pesos semanales.

Pero una vocación que no alcance su éxito realizado en nosotros mismos y en los demás aún no está completa. Es una aspiración, que debe materializarse en logros concretos. Escoger nuestra definición de éxito es tan insondable como el hallazgo de nuestra vocación e igual de riesgoso, dado lo vital que resulta esta definición, que debe ser íntima, porque en ella cifraremos nuestra autovaloración. El entorno pretende definir por nosotros lo que es éxito, reduciéndolo a algo unidimensional y temporal, pero sobre todo material, medido en las cuentas de lo económico. Se nos influencia a calibrarlo en la cantidad de trofeos que despleguemos en la vitrina del materialismo, los que en lugar de ser posesiones nuestras terminamos nosotros por ser los poseídos. Pero en algún momento en nuestras vidas tendremos que confrontarnos y si tan solo tenemos materialidad que mostrar, llegará indefectiblemente el vacío. Caeremos en la cuenta de que hemos escogido la métrica equivocada, que pudimos y debimos haber sido más. Que nuestro legado será pírrico y se desvanecerá rápidamente al finalo incluso durante nuestro tránsito en este paréntesis que es nuestra vida terrenal. Lo que dejamos en los demás es lo duradero.

Los que asuman esa definición con claridad, como lo hacen nuestros galardonados, les permite seguir adelante en sus vocaciones sin desmayo ante la eventualidad de desengaños y reveses temporales.

Es solo de esa forma que las hermanas de los Hogares Residencia Angeles Custodios siguen adelante cuando no tienen recursos para llegar a fin de mes con setenta niñas que alimentar, donando la totalidad de sus exiguas pensiones personales todos los meses. Renunciar a todo tan solo se puede hacer cuando estamos convencidos de lo que hacemos tiene sentido, valor y trascendencia.

Es lo que le permite a Fausto su misión, que en sus propias palabras define como esclarecer enigmas sociales, aun ante presiones e incluso riesgos a su integridad. Disipa el caos de la realidad para los demás.

Es lo que permite a Germana Quintana producir una nueva obra ante la eventualidad de la poca asistencia que haya podido tener su anterior montaje, ya que su propósito es que su público se lleve algo de sus obras, especialmente preguntas fundamentales.

Es por lo que el hermano Gerardo Pérez no acepta que haya alumnos incapaces. Que en todos hay que entender su forma particular de aprender. Es por tanto que su misión es que todos los alumnos se sientan queridos y que sobre esa base construyan su aprendizaje.

Es por lo que el padre Legua no desfallece ante la falta de recursos en alguno de sus proyectos. Se sabe sin espacio a la debilidad. Se dice si te hundes se hunden los demás contigo.

Es lo que permite al doctor Fernando Contreras, ante la inevitabilidad de la muerte como designio irrenunciable a todos, emulando a su colega en el mundo de la ficción, el doctor Rieux, personaje principal de la obra “La Peste” de Camus, lucha infatigablemente por la opción de la vida.

Todos ellos y quizás con distintas palabras definen el éxito trascendente cuando logran cambiar el mundo a su alrededor de una forma tal que aun cuando su nombre no sea conocido y hasta reciban la ingratitud de no ser recordados su impacto permanezca. Viven su vocación con humildad. Hacen su tarea digna de aplauso aun sin esperarlo.

Decía William Barclay, teólogo escocés, que hay dos días importantes en la vida de cada persona. El día que naces y el que descubres para qué lo hiciste.

Descubrimos ese día, que es ese en el que armonizamos el caos primigenio con el orden posterior, cuando tenemos definido lo que es para cada uno de nosotros el éxito. Descubrimos esas respuestas tan solo ante la precedencia de interrogantes. La verdadera profundidad del pensamiento se denota en las preguntas que nos hacemos más que en las respuestas que nos otorgamos. A veces esa respuesta llega en la forma del ejemplo de otros. Que sean nuestros galardonados quienes puedan servir de ejemplo. Que nuestro verdadero propósito nos encuentre y que estemos preparados para asumirlo y que entendamos que aun, ante una primera mirada no sea evidente, recordemos que el propósito tiene mayor trascendencia que la felicidad y que en ella reside la plenitud.
Muchas gracias.

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