El disenso es esencial para la democracia; pero el consenso lo es también. En el Partido Revolucionario Dominicano existe mucho de lo primero y poco de lo segundo. Su conflicto de ahora expresa el apogeo de los individualismos. Personajes influyentes del PRD no cesan de colocar sus posiciones personales por encima de lo colectivo, como si prefirieran un desgarramiento total antes que ceder. Y ya hartan a la opinión pública; y se niegan representatividad y vocación de servicio. Y pierden confianza de una ciudadanía preocupada por la posibilidad de que lleven su incapacidad de unir voluntades al ejercicio de gobierno si a él llegan.
La desunión ha tenido un alto costo para el Partido Blanco. En diferentes grados aparece tras reveses electorales viejos o recientes. Se pregona como axioma que solo el PRD vence al PRD. O dicho de otro modo: cada vez que el buey que más hala ha dado vueltas sobre sí mismo persiguiéndose la cola, ha dejado el camino libre para que otros lleguen a la meta. Los augurios de la guerra interna que se está viviendo son de gran pesimismo. Porque la sociedad está sintiendo más que antes la necesidad de contrapesar funciones de poder concentradas bajo la bandería del PLD, lo que tiende a reducir la funcionalidad de la democracia mientras el PRD sigue en otra cosa. Parece imprescindible que, por todos los medios a su alcance incluyendo las redes sociales, los dominicanos repudien con intensidad el desastroso enfrentamiento entre perredeístas.
Reiteración en vez de novedad
La gestión del presidente Danilo Medina nació con el compromiso de diferenciarse continuando lo que bien iba y corrigiendo lo que no y, en efecto, ha asumido ese perfil en algunos momentos. Pero su decisión de acentuar con un aumento presupuestal en el 2013 el papel que juega el Despacho de la Primera Dama no se acoge a la urgente necesidad de fortalecer las instituciones públicas reduciendo las dispersiones y repetición de roles que restan efectividad al Estado, aunque se lleven a cabo para hacer aparecer a personalidades del oficialismo como devotas del bien común. Los gruesos recursos que administrará el referido Despacho no sobraban en ningún otro sitio. Lo contrario: aquí nos alejamos de las metas del milenio por pobreza de inversiones en el campo social a cargo de los ministerios correspondientes. Y todavía somos un país de excepción que depende por completo de la caridad internacional para enfrentar el Sida.