En los últimos años, el flujo migratorio de haitianos hacia República Dominicana ha aumentado de manera considerable, debido al agravamiento de la crisis política, social y económica en Haití.
Como consecuencia, su presencia en los barrios del Gran Santo Domingo es cada vez más notoria y genera dinámicas disimiles de convivencia entre ambas comunidades.
Durante un recorrido realizado por el periódico HOY en el barrio San Carlos y la calle París del Distrito Nacional, tanto dominicanos como haitianos expresaron sus opiniones respecto a la coexistencia de ambas culturas.
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En su mayoría, ambos grupos calificaron la convivencia de “buena y pacífica”.
En el caso de “El Pequeño Haití”, en San Carlos, una dominicana quien pidió ser identificada solo como Ana, aseguró que la relación entre ambas comunidades hasta el momento ha sido buena y que ninguno de los haitianos que allí reside ha buscado conflicto con ella o alguno de sus vecinos.
Explicó que, a pesar de vivir todos en el mismo barrio, los espacios están segmentados, es decir, que los dominicanos tienen su lado y los haitianos el suyo, lo que les permite coexistir sin molestarse unos a otros con sus costumbres y distintas formas de vida.
“Ellos son bullosos, pero de aquel lado, en su área. De este lado ni se sienten”, aseguró.
Asimismo, Rafael García, otro de los dominicanos que hace vida en el área, corroboró que la convivencia es buena y que los haitianos no tienden a molestar a nadie. “Nosotros nos llevamos bien con ellos, no tenemos ningún tipo de problemas, pero hay demasiados haitianos aquí, eso es lo único”, resaltó.
Sin embargo, no todos los vecinos concuerdan con la idea de que la convivencia es buena y que los haitianos no son problemáticos. Tal es el caso de Antonio Pérez, quien critica el hacinamiento en las casas y pensiones del área que son alquiladas a haitianos.
“Esa gente hay que sacarla a toda de aquí. En esa pensión no se puede vivir, porque en una habitación viven hasta cuatro y cinco. Solo en esa pensión tiene que haber más de cincuenta ilegales”, denunció de forma efusiva, a la que vez que aseguró que la paz de la comunidad es afectada por el ruido y el desorden que provocan.
La voz haitiana
En la otra cara de la moneda, muchos de los haitianos que fueron consultados, rehusaron compartir sus experiencias por múltiples razones, entre ellas el poco dominio del castellano y el temor de ser capturados en cámara, dado su estatus migratorio irregular.
No obstante, algunos animados de forma tímida compartieron sus testimonios sobre el trato que reciben en el país.
Ismaela y Yafreisy, dos jóvenes haitianas que transitaban por las calles de San Carlos, afirmaron que en todo el tiempo que tienen en República Dominicana han sido bien tratadas y respetadas.
“Yo escuchaba la gente hablar del otro lado (Haití), que los dominicanos nos tratan mal, pero a mí no”, comentó Ismaela.
En el caso de Michaelson, un comerciante haitiano de la calle París, expresó que tras 14 años en el país nunca ha tenido ningún problema con los dominicanos.
Opinó que el conflicto y la tensión que existe entre ambas naciones es más un problema de percepción que de convivencia real y que su origen proviene de la forma en que es contada y “distorsionada” la historia en ambas partes de la isla, para fomentar el odio entre las personas.
Asimismo, atribuyó parte del problema a la falta de educación y al salvajismo tanto de los dominicanos como de los mismos haitianos.
“El problema de los haitianos y dominicanos es la gente que no tiene educación y siempre piensa de forma negativa. Eso representa un problema en cualquier país. Hay gente que no tiene educación, así como hay muchos dominicanos, también hay haitianos”, aseveró.