Dos poemas de Miguel Alfonseca

Dos poemas de Miguel Alfonseca

CORAL SOMBRIO PARA INVASORES

Morirán sin los abetos de Vermont.

Morirán sin los grandes pastos rizados por el viento,

sin los frescos terrones de California

ni la cordillera del Oeste,

donde el cielo es un pálido patriarca de mansedumbre.

Morirán sobre una tierra que no es suya,

entre unos hombres de distinta lengua,

ojos diferentes

Y distinto corazón.

Porque son invasores.

Destrozan nuestros niños

aúllan las raíces del planeta.

Matan nuestras madres

y el mundo gime pateado en los ovarios.

Morirán sin la sana harina del labriego

cocida en el fuego saludable de los arboles

Morirán sin los canticos de la campiña,

sin la ronda amorosa de la escuela,

sin el jubileo de los pájaros en la ventana

cuando la edad sitúa el mundo lejos,

en el marco de madera tibia labrada con las manos.

Morirán sin el cedro, sin el olmo, sin el roble,

que escucharon el vagido de su nacimient

Porque son invasores.

Porque matan al hombre que defiende su heredad,

la tiene en que nacieron sus padres

y murieron,

la tierra en que nacieron sus hijos

y morirán.

Porque vienen sin el amplio corazón de Lincoln.

Morirán lejos de los grandes bosques de Oregón

donde el aire es una canción silvestre.

Morirán sin los dulces brazos de sus ríos,

sin las cálidas palmas de sus madres,

sin los besos temblorosos de la amada,

sin la risa de sus hijos.

Porque son invasores.

Porque no defienden su patria.

Patria pequeña de la tierra.

Patria inmensa de hombres.

Porque vienen a enterrar

el alba que subimos con huesos y con sangre

con pólvora y con llanto

y con amor.

CANTO DEL MAR EN LA GUERRA

Oscuro es el mar en la madrugada

como un vuelo lejanísimo de aguas,

como un gran animal de tristeza y espanto

rodeándonos,

cercándonos.

Oscuro es el mar en la hora

de blancas cabelleras sobre la ciudad,

de enredaderas malvas y violáceas

colgando del viento insomne y del cielo

aun los pájaros no desgarran la niebla

y se hunden las estrellas, desoladas.

El ojo de nuevo se abre al mundo.

Oscuro es el mar en la madrugada,

como la desolación del hombre,

como la soledad después de la entrega,

como el recuerdo de grandes matanzas

en los días más agrios de la guerra.

Oscuro es el mar.

A través de los cristales yo veo su lomo,

yo veo su espinazo de movible epidermis

donde los peces muerden las algas y las sombras.

Los peces muerden el anzuelo del hombre,

donde se acaba el mar.

A través de los cristales yo veo su universo,

escucho su voz más honda que los tiempos

y la tristeza, ¡ah, la tristeza!,

suelta avispas en mi pecho y mi garganta.

Oscuro es el mar a través de esta ventana.

Sueño de amante quebrados en la despedida

Y de ancianas gaviotas sobre los peñascos.

Oscuro es el mar a través de esta ventana

y más oscuro aun en la madrugada de guerra.

Yo veo los escombros, el resto del incendio,

allí quedaron cuerpos de muchachos alegres

para quienes la vida era el combate,

para quienes la vida fue una infancia enrejada

y luego las cenizas antes de crecer.

Yo veo escombros, el resto del incendio,

allí quedo la sangre caída junto al grito

en un derrumbamiento de arboles y huesos.

Allí quedaron muertos

junto a rocas y troncos y lenguas de salitre.

Oscuro es el mar

Y la canción marina de la guerra:

-abril trajo la guerra y entonces todo ardió.

Yo vi las llamaradas girar en desenfreno

Desencadenando humo y huestes de la furia.

Los muertos cubrieron

El espacio más amplio y maduro de la tierra.

Los muertos cubrieron

la voz y el corazón de los habitantes.

Entonces fue el acero

sobre mis marinos herbazales

y la muerte ladro desde mis aguas tranquilas.

Entonces fue la muerte desde mis ondas

Y el sollozo más duro salió de mi garganta.

Guinda el cielo sus morados telares

sobre las extensas planicies salobres.

El silencio aprieta calles y edificios

y ferozmente lucha con la brisa.

A mi lado está la amada y la esperanza

durmiendo en la tregua de la guerra

y dulcísimo es el vagido del alba.

Claro es el mar.

Más claro.

Abajo, el ruido de un fusil despereza la calle.

Alguien golpea los tímpanos del sueño

anunciando un periódico.

Claro es el mar.

Más claro.

Un rumor de pasos creciendo tira del día.

En los vidrios, una violenta rotura sin estruendo

me enceguece.

El mar de golpe borbota reflejos en Oriente

desparramando blancos, verdes, azules,

sobre las lilas y violetas de la madrugada.

La sangre sobre el mar, extendida y brillante.

Claro es el mar.

Claro es el mar en la alborada.

El despertar.

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