La Orquesta Sinfónica Nacional, en el cuarto concierto de la Temporada 2024 en la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito, interpretó el pasado jueves dos sinfonías de dos grandes compositores alemanes del romanticismo, Robert Schumann y Johannes Brahms.
La vida, el destino unió a estos grandes músicos, por su pasión por la música y la gran amistad, que perduró más allá de la muerte de Schumann. El director José Antonio Molina, transpolando en el tiempo los une en aras de la música, en este exquisito concierto.
La gran noche musical inicia con la Cuarta Sinfonía, en Re Menor, Op.120 de Robert Schumann, originalmente titulada por el propio compositor -el más romántico de los románticos-, como “Fantasía Sinfónica”, obra de gran unidad, con conexiones temáticas a través de sus cuatro movimientos, que no se separan, sin intervalos, toda una novedad.
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El primer movimiento “Ziemlich Langsan” -bastante lento- es introducido por las cuerdas llegando a un “crescendo”, inicia el tema del “Lebhaft” -vivaz- en los contrabajos. El segundo movimiento “Romance. Ziemlich langsam” es pura poesía, introducido con un memorable duo, chelo y oboe; el alma romántica de Schumann se expresa con melodías sencillas e íntimas brotadas del alma popular.
El “Scherzo.Lebhaft” tercer movimiento, inicia con el tutti orquestal, luego vuelve el ambiente delicado que recuerda con melancolía los momentos poéticos, con una suave ondulación de los violoncellos, un puente que enlaza con el último movimiento de gran energía “Langsam -Lebhaft -Schneller -Presto. -Finale lento, vivaz- con una magistral introducción, retoma el motivo del primer movimiento, se recrea una atmósfera de felicidad que termina con un corta re exposición; con una coda conclusiva en “Crescendo”, de cuerdas maderas y metales, jubilosa termina la Sinfonía.
La excelente dirección del maestro Molina, permite el diálogo entre las familias orquestales, logrando el verdadero enlace entre la orquesta y la dirección, conecta con el público que finalmente, responde, emocionado.
El concierto cerró con la Sinfonía No. 1 en Do menor, Op.68 de Johannes Brahms, una de las más grandes obras del romanticismo alemán; el famoso director y pianista Hans Von Bülow, contemporáneo de Brahms la llamó la “Décima Sinfonía”, como una continuación de las de Beethoven.
Con una lenta introducción, inicia el primer movimiento “Un poco sostenuto-Allegro”; una melodía introducida por el oboe conduce al “Allegretto” con dos temas con ritmos sincopados, palpitantes timbales y cuerdas en pizzicato; otras melodías de gran belleza son expuestas por la flauta, violoncellos y oboe. El “Andante Sostenutto” de gran riqueza rítmica, esencialmente lírico, es presentado por las cuerdas hasta llegar a un “Crescendo” que luego se desvanece; el oboe reaparece en solo, suave; el clarinete retoma el tema principal, el violín principal interpreta el tema del oboe, acompañado de las trompas.
A modo de “Scherzo” el tercer movimiento “Un Poco Allegretto e grazioso” abre con una bellísima melodía. Finaliza la sinfonía, con una extensa introducción del cuarto movimiento “Adagio Allegro” que remite al tema inicial, concluye en una Coda que recapitula temas, un final luminoso de gran cohesión, un despliegue de dramatismo y expresividad, perfectamente cohesionado por la potente interactiva gestual del Director.
La interpretación de esta Sinfonía es una aspiración artística, que requiere de músicos calificados, como los integrantes de nuestra Sinfónica Nacional, que ha alcanzado un nivel superior, bajo la dirección del maestro José Antonio Molina que no deja de sorprender, aunque ya no es una novedad, verlo dirigir de memoria, lo que le permite con su vehemente gestualidad y elocuente movilidad emocionar al público que se levanta de sus asientos y aplaude.
Las temporadas Sinfónicas cada año van ganando un público joven, que se suma al tradicional, lo que comprobamos cuando al final de cada movimiento aplaude, violando el protocolo actual, sin embargo, pensamos que se han traslado a la época de Brahms, de Schumann o Beethoven, cuando estaba permitido aplaudir, los tiempos cambian, pero la espontaneidad de un aplauso surge de una emoción, algo inevitable. Las Temporadas Sinfónicas a través de los años, han sido un gran aporte a la cultura de nuestro país.