En este lustro muchos dominicanos han estado expuestos a trastornos de la economía que se traducen directamente en desempleo y alto costo de la vida o constituyen amenazas latentes a sus necesidades materiales y a su resistencia emocional sometida a su vez a la presión de enfermedades de dimensión epidémica y saldos mortales. Para convencerse de que República Dominicana es agredida por intensos factores que afectan la salud mental de habitantes súmense los efectos de la incontinencia que arrastra a una importante y vulnerable fracción poblacional a consumos abusivos de bebidas alcohólicas y sustancias controladas que vuelven guiñapos a los usuarios.
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Existe una real situación de emergencia porque el sistema asistencial público, ni el privado, están preparados para actuar como certifica el médico psiquiatra José Miguel Gómez partiendo de un porcentaje que habla por sí solo: el Ministerio de Salud Pública asigna a la protección de la salud mental que ameritan la clase media baja y los más pobres un uno por ciento de su presupuesto, siendo que el pueblo no cuenta para nada en ese renglón de la medicina para el Sistema de Seguridad Social.
No existe un programa para el apropiado acceso a tratamientos ni áreas para internamientos de pacientes mentales en estado agudo en hospitales públicos; y todavía las unidades psiquiátricas brillan por su ausencia en las provincias más pobres y fronterizas en las que tampoco aparece el especialista de ejercicio privado ni en esos lugares ni en muchos otros.