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Celebramos la Revolución restauradora y a sus próceres. Sus luchas contra el colonialismo, en favor de la soberanía nacional, en este 159 aniversario del inicio de la gran epopeya.
Continuamos hoy con los juicios y opiniones de intelectuales dominicanos acerca la medida del Gobierno Provisorio de la Restauración de designar a Juan Pablo Duarte en una misión diplomática en América del Sur, luego de que él regresara al país a entregar “el resto de vida que me queda”.
Joaquín Balaguer, en su libro El Cristo de la libertad. Vida de Juan Pablo Duarte, expresa:
“Aparte del motivo que invoca (Duarte) en esa carta (con relación al nombramiento citado), su “falta de salud”, lo que late en el fondo de sus palabras es el deseo de continuar por algún tiempo más en la tierra nativa…”, y que con apenas veinte días que pisó tierra dominicana, “… ya se le quiere lanzar de nuevo, con el pretexto de que sus servicios podrían “ser más útiles fuera del país que en el teatro donde este está labrando su segunda independencia, a las playas siempre áridas del extrañamiento forzado. Más le valdría caer, como el más oscuro de los soldados, en los campos donde se está rehaciendo la patria. Allí al menos le sería dable doblar la frente sobre la tierra amada, y descansar acaso en la huesa común bajo la sombra del pabellón cruzado”.
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Y pasa a exponer el panorama en que se desarrolló el liderazgo de ese momento histórico: “…Los jefes de la Restauración, hombres salidos de las entrañas del pueblo y forjados en un teatro guerrero incomparablemente más heroico que el de las luchas contra Haití, no podían ver con buenos ojos la presencia entre ellos de un hombre en quien se personificaban los ideales civiles de la República y en cuya fisonomía moral aparecían tan enérgicamente simbolizadas las instituciones.”.
Juan Daniel Balcácer, en su ensayo Las cartas patrióticas de Juan Pablo Duarte, observó: “La noticia de que el principal fundador de la República había retornado con el propósito de participar en la guerra restauradora, luchando por el rescate de la soberanía nacional, al parecer no fue del agrado de ciertos caudillos del Gobierno Provisorio que juzgaron más conveniente para la causa redentora que el Patricio volviera a Caracas en misión diplomática…”
Jaime de Jesús Domínguez, en su obra Juan Pablo Duarte Díez, independentista restaurador, responsabiliza directamente al presidente José Antonio Salcedo de la decisión tomada: “..ni su pasado histórico ni su viaje (desde Venezuela) con cuatro combatientes ni su precisa pluma de nada sirvieron, porque el presidente del Gobierno Restaurador, José Antonio Salcedo, alias Pepillo, mantuvo una actitud que de lo mínimo que se podría calificar de calculado desprecio…”.
“Bien pudo el Presidente reunirse con el patricio, pero él nunca quiso recibirlo, ni mandarlo a buscar donde se encontraba, violando las reglas más elementales de cortesía humana, no sintiendo respeto por aquel que había hecho posible la independencia dominicana, por cuya restauración se estaba combatiendo desde el 16 de agosto de 1863. Su desdén llegó al colmo de no asistir al entierro de su vicepresidente (Ramón Matías) Mella, ausencia motivada por el solo hecho de evitar encontrarse con Duarte”.
Independientemente del deseo del Padre de la Patria de permanecer en tierra dominicana, se llevaron a cabo todos los protocolos para que pudiera salir desde Santiago, a través del territorio haitiano, con orden de ruta del 30 de mayo (1864), firmada por Ulises Francisco Espaillat.