Al enterarme de la muerte del expresidente mexicano Echeverría rememoré aquella mañana de domingo de 1964 en que, teniendo 20 años, fui a la Plaza Zaragoza de Monterrey para ser testigo del aparataje de la caravana y del discurso de Gustavo Díaz Ordaz, candidato del PRI y, por tanto, seguro ganador de “las elecciones” que lo convertirían en Presidente desde 1964 al 1970.
Díaz Ordaz apoyó la participación política de los jóvenes consagrando la mayoría de edad a los 18 años en lugar de 21. Irónicamente masacró a esos mismos jóvenes en Tlatelolco, el 2 de Octubre de 1968, año inédito en cuanto a protestas a nivel mundial, pero en México ocurrió la represión más sangrienta.
El rechazo a Díaz Ordaz inició con protestas de médicos en diciembre 1964, violentamente reprimidas, pero todo empeoró a partir del 26 de julio de 1968.Ese día la Confederación de Estudiantes Democráticos, de filiación comunista, conmemoró el aniversario del asalto al Cuartel Moncada. Por otro lado, estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) protestaron por la represión policial de días antes. Cuando se encontraron ambas manifestaciones hubo una guerra campal incitada por “porros”, grupos policiales infiltrados .
El día 30 el ejército destruyó con bazucas la puerta del recinto de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) donde se refugiaron los manifestantes y entró con tanques ligeros. El rector protestó y la UNAM entró en huelga. El 2 de octubre ocurrió la matanza de Tlatelolco con metralla desde helicópteros, y francotiradores disparando a mansalva contra una manifestación pacífica. Con incontables muertos y apresados se sojuzgaron las protestas y Díaz Ordaz inauguró el 12 de octubre de 1968 los XIX Juegos Olímpicos, que llamó “Olimpíada de la Paz”.
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En su Quinto Informe de Gobierno de septiembre 1 del 1969 Díaz Ordaz dijo: “Asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política, histórica por las decisiones del Gobierno en la relación con los sucesos del año pasado”. Así en noviembre 8 del 1969 quedó proclamado y legitimado como sucesor, Luis Echeverría, secretario de Gobernación, encargado del aparato represivo para la seguridad de la nación, principal figura ejecutiva a cargo del orden interno y a quien se responsabilizaba de articular el genocidio de Tlatelolco.
Echeverría abandonó el “desarrollo estabilizador” por el “desarrollo compartido”. Su gestión también fue condenada por “el Halconazo” del 10 de junio 1971, Jueves de Corpus Cristi, en que hubo otra matanza indiscriminada reprimiendo manifestantes pacíficos. Los paramilitares “Halcones” golpearon con barras de bambú y dispararon con fusiles M1. Así comenzó la “guerra sucia” con detenciones ilegales, torturas, reclusión en cárceles clandestinas y la desaparición de opositores.
En septiembre 1973 extremistas intentaron secuestrar y asesinaron al irrepetible Eugenio Garza Sada, empresario y filántropo fundador del Tec de Monterrey. Hay versiones de que servicios de inteligencia conocían la conjura y no la desmontaron.
Siendo progresista hacia afuera recibió 700 exiliados chilenos cuando Allende fue derrocado. Creó la “Universidad del Tercer Mundo” y presentó la “Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados” , acogida por la ONU en diciembre 1974.
Bosch apoyó la candidatura de Echeverría al Premio Nóbel de Paz, declarado desierto en esa ocasión. Intentó alcanzar la Secretaría General de la ONU pero fue derrotado por Kurt Waldheim.
En 2006 acusado de genocidio guardó prisión domiciliaria. Fue descargado argumentando que no se trataba de genocidio, sino de homicidio común y ese delito prescribía a los 30 años.