LUIS H. VARGAS
GRAN PANICO FINANCIERO
El pánico financiero y bursátil que arropó los mercados norteamericano e internacionales, el pasado jueves 16 de agosto, provocó la pronta intervención de la Reserva Federal, mediante la baja de la tasa de descuento o tasa de interés que cobra a los préstamos concedidos a los bancos comerciales.
Ese día, la sequía crediticia, expresada por la ausencia de compradores de papeles comerciales títulos de adeudos a corto plazo emitidos por empresas- por un monto de 18,9 millardos mil millones- de dólares, en Europa, y, por otro lado, la amenaza de corrida bancaria en Estados Unidos, a raíz del posible cierre de Countrywide Bank, después que su casa matriz, el holding Countrywide Financial Corp., recibiera una línea de crédito valuada en 11,5 millardos, sonaron la voz de alarma de pánico y, en efecto, obligaron a la Reserva Federal a bajar 50 puntos básicos la tasa de descuento, de 6,25% a 5,75%, en contraposición de la postura prioritaria declarada de lucha contra la inflación.
De esta manera, la Reserva Federal pretendía proveer más liquidez a los bancos inversores y, en consecuencia, contener la propagación de la turbulencias en las bolsas de valores y en los mercados crediticios, debido a la bajada de las cotizaciones de las acciones y la multiplicación de suspensiones de pagos y contratos de préstamos.
En verdad esta acción intervencionista del mercado dinerario ha logrado menguar, en lo inmediato, el pánico de los inversores, pero, en modo alguno, constituye una tabla de salvación al derrumbe inevitable de los negocios financieros o pinche explosivo de las burbujas inmobiliaria, bursátil y crediticia.
La hora de la destrucción masiva y extendida de capitales financieros y productivos ha llegado, aunque los ideólogos y publicistas de los intereses de Wall Street recurran a las desinformaciones públicas de cargar la culpa de la crisis a los desaciertos incurridos en la otorgación de préstamos hipotecarios subprima, o de alto riesgo a prestatarios con pobre historial crediticio, y, además, de buscar la solución correspondiente en la poda de los tipos de interés y el auxilio en la institución de salvataje bancario nombrada Federal Deposit Insurance Corporation FDIC-.
El negocio inmobiliario asciende a un valor de 10,4 billones de dólares, de los cuales los contratos subprima representan 1,35 billones o 13,0% del total y los montantes de ejecución hipotecaria y consecuentes pérdidas equivalen sucesivamente apenas a 67,6 millardos o 0,65% y 33,0 millardos o 0,32%. Mientras que sobre lo segundo basta señalar que la FDIC sólo dispone de un fondo de 50 millardos para responder a las estampidas de los depositantes, cifra que ni siquiera es capaz de cubrir los retiros masivos de 57 millardos depositados en Countrywide Bank, en caso de colapso y corrida bancarios.
La causa de la crisis económica y financiera no reside en errores de gerencia, sino más bien en el agotamiento de la revaluación ficticia de activos y propiedades y consiguiente expansión especulativa en volumen y valor de diferentes instrumentos crediticios y dinerarios, al margen de la marcha real de las actividades productivas.
Por ejemplo, hoy día se estima que el valor de los derivados instrumentos de cobertura de riesgo que en realidad son riesgo de especulación monetaria y crediticia- se encarama a 415,0 billones de dólares a nivel internacional, más de 8 veces el producto bruto interno PBI- mundial, y a 144,8 billones en Estados Unidos, más de 2 veces el patrimonio económico y más de 11 veces el ingreso nacional de este país.
Todavía peor, se calcula que 5 bancos americanos de inversión acaparan el 97,1% del mercado de los derivativos, a sabiendas las autoridades americanas de que ninguno de ellos registra un mínimo cociente de solvencia o de capital ante el riesgo de los créditos: US$7,99 de riesgo crediticio por US$1,00 de capital en JP Morgan Chase, US$5,65 en HSBC, US$4,60 en Citibank, US$2,88 en Bank of America y US$1,56 en Wachovia. El meollo de la crisis radica indudablemente en una hiper-acumulación de capitales a préstamo, acompañada de infra-consumación de masas, que ya llegó a fin, cuya superación supone la mocha implacable de fortunas ficticias.
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