Por Víctor Eddy Mateo
La antítesis de la cultura del consumismo es la economía circular. Esta ha sido definida por la Ley estadounidense “Save Our Oceans 2.0”, votada en el 2020, como una economía que utiliza un enfoque centrado en los sistemas e incluye procesos industriales y actividades económicas que son restauradores por diseño, lo que permite que los recursos utilizados en estos procesos y actividades puedan mantener su valor más alto durante el mayor tiempo posible, y apuntar a eliminar el desperdicio a través de un diseño superior de materiales, productos y sistemas.
Por su parte, el Foro Económico Mundial (FMI) la define como un sistema industrial que es restaurativo o regenerativo por intención y diseño. Reemplaza el concepto de fin de vida por restauración, se desplaza hacia el uso de energías renovables, elimina el uso de productos químicos tóxicos, que dificultan la reutilización y el retorno a la biosfera, y apunta a la eliminación de desechos a través del diseño superior de materiales, productos, sistemas y modelos.
Existen tres palabras claves para comprender la economía circular: reducir, reciclar y reutilizar. La primera, se refiere a la disminución del consumo de materias primas, apostando al diseño de productos de mantenimiento sencillo, al menor costo. La segunda, es una parte relevante de la economía circular, ya que resulta ser una forma de garantía de que los productos permanezcan en un ciclo cerrado. Y la tercera, es el primer gran ciclo de vida de los productos para no perder la energía gastada en lograr el mismo.
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Hay quienes denominan la economía circular como la cuarta revolución industrial, fundamentándose en cinco principios para la llamada “nueva economía regenerativa”, como son: producto como servicio, materiales sostenibles e innovadores, repartir la propiedad (economía colaborativa), regenerar el producto y mayor vida útil del producto. También, se habla del “Upcycling” para referirse al reciclaje de nuevos materiales que añaden valor a los residuos de producción sin pérdida de energía.
Contrario a la economía circular, en la lineal, los recursos naturales se procuran en bruto, se transforman en productos y luego se descartan o desechan. Por lo que debemos apostar a los modelos de economía circular, pues buscan cerrar la brecha entre la producción y los ciclos de los ecosistemas naturales de los que en última instancia depende los seres humanos. Esto se traduce en reducción del uso de productos químicos e inversión en energías renovables.
En ese tenor, se trata de hacer conciencia de un tema que compromete nuevas generaciones. La idea fundamental es preservar el planeta más allá de nuestra existencia. Hoy lo disfrutamos nosotros, mañana lo harán otros. El consumidor debe estar informado de su entorno. El Estado tiene la responsabilidad de legislar, invertir y fomentar un nuevo estilo de vida que resulte agradable para la convivencia humana de sus nacionales.
En fin, se hace necesario la toma de decisiones drásticas en el tema, con plazos razonables para, de una vez y por todas, aprovechar mejor nuestros recursos naturales. Las decisiones políticas marcan un antes y un después en los países. Si ya otros lo han hecho, República Dominicana debe emularlos. Las autoridades deben hacer sus tareas al respecto.