En su libro “Ser-en-(la)-relación, ensayos para una hermenéutica relacionista”*, Edickson Minaya declara lo que somos y define la tarea de la filosofía:
Y qué es lo que somos sino exterioridad, cuerpo, carne, piel, lenguaje, expresión, discurso, lugar, espacio, historicidad, temporalidad, movilidad. Nuestro “ser-aquí” es en el mundo afectivamente, construyendo sentido. Por tales razones, ya la filosofía no tiene que buscar lo estable, sino indagar nuestra condición y situación en el mundo.
Pero situación y condición “transcurren”, es decir, son “transitoriedades”, mutaciones, modificaciones. Caducidad que gobierna y que no se deja atrapar por ningún categorialismo lógico o metafísico para representarlo en una unidad que reduce sus cualidades a un esquema típico, equidistante de la vida (2018, página 42).
La filosofía del presente es filosofía del acontecimiento, filosofía de lo que ocurre, pues el acontecimiento es justamente aquello que ocurre, que sucede: un hecho del devenir. De lo que se trata, pues, es de diagnosticar su actualidad, este momento presente:
Si Kant pudo ontológicamente responder a la pregunta de ¿qué es la ilustración?, al filósofo actual le corresponde contestar: ¿qué es la globalización?, ¿qué la posmodernidad? Dos interrogantes que nos atraviesan y sitúan en el plano de la reflexión sobre nosotros mismos (2018, p. 43).
Minaya comparte la crítica de la modernidad de pensadores como Nietzsche, Foucault y Vattimo. Por un lado, asume el discurso crítico de la modernidad; por el otro, intenta sentar las bases para un discurso de la posmodernidad fundado en la reflexión sobre el ser en el mundo de hoy.
Recordemos que Lyotard reconocía la modernidad por la construcción de metarrelatos que llevaban a cabo legitimaciones desde la metafísica. Estos “grandsrécits” (cristianismo, capitalismo, socialismo) prometían por diversas vías la emancipación universal de la humanidad.
Frente a ello, la posmodernidad emerge como duda y cuestionamiento, como desconfianza radical, como incredulidad hacia tales metanarrativas. Si la modernidad era la centralidad de la razón en el mundo, la posmodernidad es su descentramiento.
Minaya entiende lo posmoderno como ese “nuevo espacio” del pensamiento que, al ejercer la crítica de la vieja metafísica, posibilita también la crítica de los males presentes.
Desde esta óptica, es posible entonces una “nueva crítica”, la construcción, no ya de una nueva narrativa, sino de un nuevo conocimiento del mundo capaz de orientar la vida humana en sociedad. Se trata de una visión ontológica –que no metafísica- del mundo.
Entiéndase: una visión sobre el ser fundada en una reflexión sobre la relación del hombre con su mundo, que supone una actitud ética y una experiencia estética.
La filosofía tiene un carácter interpretativo, de ahí que su perfil sea forzosamente hermenéutico.
La filosofía asume los logoi, del discurso, del ser y del sentido. Logoi significa aquí pluralidad de lenguajes, multiplicidad de discursos, por tanto, de sentidos. Minaya se ocupa de este tema en el capítulo 5 de su libro, titulado “Ser del logos y logos del ser: la ineludible dialéctica entre lenguaje, existencia y mundo”.
Este es probablemente el capítulo más técnico de todo el libro, en donde el autor despliega su erudición filosófica y su pericia como hermeneuta. El capítulo es una verdadera lección de hermenéutica para iniciados.
Toda reflexión filosófica sólo es posible bajo la forma de diálogo. La filosofía es diálogo: intercambio verbal fluido. Frente a una “filosofía monológica” (que sería, de hecho, una especie de antifilosofía), Minaya propone una filosofía dialógica o comunicativa, interpretativa -esto es, hermenéutica.
La filosofía hermenéutica intenta superar la tradicional dualidad o escisión entre ser y logos que recorre toda la historia del pensamiento. De lo que se trata es de restablecer el vínculo íntimo y esencial entre ambos. El objetivo fundamental de su hermenéutica relacionista es vincular ser y logos a través del lenguaje, pues, como afirma Heidegger, el lenguaje es la casa del ser.
El concepto griego de logos es polisémico en su acepción original. Logos es razón, pensamiento, discurso, lenguaje; principio racional del universo, discurso que da razón a las cosas. La hermenéutica del logos es exégesis del habla. Logos es también habla, discurso, pensamiento hablado, pensamiento comunicado.
Una virtud principal de su libro es haberse replanteado la relación entre pensamiento y lenguaje, y entre ser y logos. Para ello se remite a lo que la filosofía contemporánea ha llamado “giro lingüístico”, esto es, a la toma de conciencia sobre el valor y la importancia esenciales del lenguaje tanto en la construcción del conocimiento como en la comprensión de la realidad del mundo.
Este hecho es paradigmático: marca todo el curso del filosofar de nuestro tiempo. No hay corriente de pensamiento contemporáneo que se haya podido sustraer a su poderoso influjo.
Minaya subraya la “ineludible” e “insoslayable” dialéctica entre lenguaje y ser. Su hermenéutica (u ontología) relacionista intenta pensar la relación entre ser, lenguaje y existencia.
El binomio ser-logos solo puede ser pensado en su relación dialógica desde el lenguaje. El lenguaje es un centro o punto de reunión del yo y el mundo en su unidad originaria. Y esto sólo puede darse gracias la mediación dialéctica del concepto.
Minaya cita a Gadamer: el ser que puede ser comprendido es lenguaje. Y concluye: el ser solo puede darse en el logos.Del mismo modo que el pensamiento solo puede darse en el lenguaje.
Este logos, al igual que el lenguaje, es común a todos. El lenguaje tiene una intención comunicativa: está al servicio de la comunicación. De ahí su naturaleza social. El lenguaje, en sus múltiples usos, es aquello que posibilita la interpretación de la realidad y, por tanto, la construcción social del mundo.
Toda racionalidad se da también en el lenguaje. Por tanto, es discursiva, retórica e interpretativa -esto es, lingüística. En todo filosofar hay una aprehensión lingüística. La filosofía se piensa, se habla y se escribe.
En cuanto se piensa, consiste en palabras pensadas: ideas. En cuanto se escribe, consiste en palabras escritas: textos. En cuanto se habla, consiste en palabras habladas: argumentos lógicos y dialógicos.
Para Minaya, la hermenéutica relacionista se desarrolla en torno al binomio (que no la dualidad) ser-logos. Y este binomio determina en nosotros la experiencia del mundo. La realidad viene a ser entonces la articulación “insoslayable” entre ser y logos.
La experiencia del ser y la experiencia del logos son experiencias articuladas, relacionadas. La experiencia del logos es “diálogos”, en tanto que la experiencia del ser es “hermeneusis”: proceso interpretativo de nuestro mundo. En toda experiencia humana se concretiza el ser como temporalidad y el logos como ser-hablado. Todo ser humano es un ser articulado, un ser relacionado.
*Minaya, E. (2018). Ser-en-(la)-relación, ensayos para una hermenéutica relacionista. Oviedo: Eikasia ediciones.