“Llamaron en la madrugada y le dije a papá: ‘Prepárate, eso significa que mataron a Edmundo”.
Sergio cuenta la tragedia estremecido, con los ojos inundados de lágrimas. Llegaron al apartamento del valiente hermano de Orlando Martínez, en la avenida George Washington, y lo encontraron tirado en el piso con un disparo en la sien e innumerables golpes porque Edmundo luchó con sus asesinos. Era fuerte, hacía ejercicios y quizá esperaba su muerte pues ya habían penetrado a su vivienda y él enfrentó a los intrusos, venciéndolos, presumiendo que eran ladrones pero se trataba de los mismos criminales sedientos de sangre del balaguerato que habían asesinado al periodista.
Edmundo, comenta su hermano Sergio, “estaba en el filo de la navaja, tenía a Balaguer y a sus sicarios intranquilos porque no se detuvo cuestionando el caso de Orlando en artículos de El Nacional, en la televisión, en la radio”.
Apenas habían transcurrido nueve meses del salvaje asesinato de Orlando y Balaguer y sus forajidos escogieron el mismo día 17, pero de diciembre, para acallar esta otra voz que se erguía audaz denunciando las atrocidades de ese régimen.
Ante la nefanda muerte, una situación especial inquietó a Sergio y a su padre, un don Mariano estremecido que veía de nuevo correr la sangre de su sangre: ¿Cómo se lo dirían a doña Adriana, la madre ya deshecha por el homicidio de otro hijo a quien los mismos matones habían truncado la vida a los 31 años?
“Llamemos a su cardiólogo, el doctor Héctor Mateo, y que él se encargue de darle la noticia pues no sabemos si su corazón quebrado soportará este otro golpe”, narra el hermano de Edmundo, todavía destruido al relatarlo a 40 años del siniestro asesinato que de nuevo estremeció a los dominicanos.
Pero esta mujer era un roble, al igual que como hizo con Orlando la oficialidad balaguerista afirmando que lo habían matado porque iba a una cita con la esposa de un periodista y que presuntamente el esposo celoso lo interceptó, quisieron disfrazar la muerte de Edmundo presentándolo como homosexual y que se trataba de un crimen pasional. Nada más infame.
“Esas bestias que tenía Balaguer eran cobardes, miserables, cuando mataron a Orlando apresaron a tres inocentes para desviar la atención de los verdaderos culpables y vendieron la idea de que detuvo su carro paralelo al de Cheché Luna, un dirigente del PLD, que discutieron y aquel lo mató. Encarcelaron a Luna porque en ese momento Orlando sostenía una encendida polémica con Juan Bosch”.
Doña Adriana respondió a esta bajeza con una oración que cuenta la vida de Edmundo desde su gestación, tan contundente que Sergio, conmovido, le puso música y la convirtió en canción que entona de memoria con voz entrecortada. “No pudieron ensuciar tu memoria / no lograron empañar tu partida/ en tu vida transparente dejaste / muchas obras, / mucho aliento / y más amor. / Hoy quiero cantar una canción, Edmundo/ al dar gracias al Señor por tu creación en mi vientre”.
“Edmundo fue el hijo que mamá más amó, teníamos un colmado en Las Matas de Farfán y él la acompañaba. Era su sostén su asesor, era quien escribía, defendía, asumió como suya la defensa de Orlando porque lo quería, admiraba su talento, su forma de ser. Orlando fue profeta en su casa”, significa.
Esta nueva muerte “fue devastadora, fue la debacle, lo que sentimos es inenarrable, es muy fácil escucharlo desde fuera, solo nosotros sabemos lo que fue esa masacre, esos desalmados pensaban que había que eliminarlo porque él los tenía en jaque mate”, reitera.
Declara que con el salvaje atentado ya no sintió temor de que lo mataran. “Cuando uno pierde dos vidas tan valiosas se inmuniza”.
El cadáver de Edmundo era una masa de carne humana irreconocible, quizá su agonía fue mayor que la de “Orlandito”, como él llamaba a su hermano. Estaba hinchado, golpeado, ensangrentado, según se aprecia en las fotos tomadas en el lugar del suceso que Sergio no quiere ver. “Quiero recordarlo así”, expresa mostrando la cantidad de fotos de él en vida, que atesora.
Después que asesinaron a Edmundo, Balaguer y sus sicarios “fueron tan perversos que llamaron a mamá para decirle que yo sería el próximo”, refiere. Edmundo, Sergio y Orlando vivían en la casa paterna, hasta que Edmundo se independizó. Pidió a Sergio que se casara para que doña Adriana no se sintiera sola. El hermano le obedeció y fue con su esposa a compartir el hogar de los Martínez Howley.
También le ordenó: “Apártate del caso, déjame a mí la defensa, la investigación, la denuncia. Estoy soltero y esto es muy peligroso”.
Edmundo decía que no concebía la vida después de la muerte de Orlando. Escribía con furia, cada versión del Gobierno la respondía, consideró una burla el pago de 50 mil pesos que ofreció Balaguer a quien diera pistas del caso. “Era un cínico, conocía muy bien a los asesinos”, asevera Sergio. Edmundo cuestionó una “comisión investigadora” designada por Balaguer y en uno de sus trabajos, embravecido, manifestó: “Yo estoy dispuesto a aportarle a Balaguer, personalmente, los datos que él necesita para aclarar la muerte de Orlando…”. El encabezado rezaba: “No solo el que roba es ladrón sino que él que ve y calla. Es cómplice, y por tanto, ladrón también”.
Sacerdote y maestro. Edmundo nació el 21 de diciembre de 1938 en las Matas de Farfán. Estudió en la escuela Damián Ortiz y concluyó el bachillerato en el colegio De la Salle. Luego ingresó al Seminario de los Sacerdotes Jesuitas de San Salvador.
En su álbum personal, con su nombre grabado en letras doradas, se puede apreciar su vida dulce, virtuosa, piadosa, sociable, familiar. Siempre llevaba sotana. Regresó y fue recibido en el aeropuerto por sus padres felices de abrazar a su hijo. Fue a residir a la residencia jesuita de Manresa y era profesor del Instituto Politécnico Loyola. Es poco lo que se conoce de su vida después de colgar los hábitos. Sergio lo expone. Y casi nadie sabe de su reunión con Neit Nivar Seijas ni de las revelaciones que le hizo el general.
La calle
El Ayuntamiento de Santo Domingo consideró que Edmundo se distinguió como un valiente defensor de las libertades públicas, que asumió de manera pública y responsable actitudes en reclamo de esclarecer y hacer justicia sobre la muerte de su hermano Orlando y en atención a estas acciones designó con su nombre la antigua calle 6 de Mata Hambre, orientada de Este a oeste “como homenaje póstumo de reconocimiento a tan distinguido hombre público”. La resolución es del 30 de julio de 1986.