Brindarle la oportunidad a nuestros pequeños en edad preescolar de acudir a un centro educativo que se rija por un cuidado muy delicado y entusiasta, para que vivan una experiencia de alegría y calidez, nos va a recompensar como padres con el logro de un fructífero desarrollo académico y profesional de nuestros hijos.
Es por esto que se entiende que la creación de una base sólida en la educación ocurre entre el preescolar y el tercer curso de primaria, ya que sin los conocimientos y destrezas previas necesarias el estudiante estará atrasado a través de su carrera académica. Por eso la enseñanza en estos primeros años de vida debe ser de calidad, con maestros certificados, un currículo académico riguroso y un programa que involucre a la familia.
Los programas de atención y educación de la primera infancia (AEPI), parte vital que como nación llevamos de lema en este año 2015, deberían hacer hincapié en el desarrollo integral del niño y no limitarse a ayudarlo en el tránsito a la escolarización formal. La atención de calidad en la primera infancia, especialmente a los niños de las familias más desfavorecidas, fomenta la motivación, la confianza, el desarrollo cognitivo y lingüístico correcto y la preparación para ingresar en la escuela.
Los estudios demuestran que para ofrecer una educación preescolar de calidad se requiere de grupos reducidos, que faciliten las interacciones entre maestros y alumnos, la atención de las necesidades individuales y colectivas de los niños del grupo y su cuidado.
A partir de los resultados de múltiples investigaciones, se ha concluido que la cantidad de alumnos por docente constituye una aproximación a la calidad de las interacciones y a las dinámicas del aula: un menor número de niños por docente facilita las interacciones positivas entre ambos, asegurando con ello, el conocimiento cabal de cada estudiante, no solamente en lo que se refiere al ámbito académico, sino también a sus estados de ánimo, cualidades y posibles dificultades.
Como bien se ha señalado en distintos medios, no existen criterios unánimemente aceptados que permitan cuantificar la calidad de la AEPI, pero entre los factores que cabe considerar figuran los materiales pedagógicos, la formación del personal, las estructuras y el nivel de educación y participación de los padres. Ya que sin duda alguna, la participación activa de los padres y las comunidades, en sinergia con los materiales lúdicos y de aprendizaje pertinentes, garantizan que los servicios destinados a la primera infancia corresponden a las necesidades de los niños y de las demás partes interesadas, al tiempo que aumentan su sostenibilidad.
Por todo esto y por mucho más, es que definimos que las experiencias de un niño en los primeros cinco años de vida tienen un impacto sustancial en su calidad de vida futura. De hecho, los especialistas consideran hoy que el 80% del desarrollo personal proviene de las vivencias y el medio ambiente, mientras que sólo el 20% de la genética. Por lo tanto, el niño que se beneficie de una educación preescolar de calidad, tiene menor probabilidad de abandonar la escuela, experimentar embarazo adolescente o participar en actividades ilícitas.