La escuela, desde su labor misional, tiene el compromiso de educar para la autonomía. La UNESCO señala que la autonomía es un aspecto clave para el éxito educativo y el bienestar de los estudiantes. Además, la implementación de programas y estrategias basadas en este aspecto puede tener múltiples beneficios.
En primer lugar, propicia que el estudiantado se sienta más motivado y comprometido en su proceso de aprendizaje; también contribuye al desarrollo de competencias analíticas, de pensamiento crítico y resolución de problemas; y impulsa el desarrollo de habilidades y competencias valiosas en el mundo laboral, todos con un común denominador: les permite tomar decisiones informadas y evaluar la información a la que acceden de manera crítica y acorde a su entorno.
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En la región, se han implementado programas exitosos que se enfocan en el desarrollo de habilidades socioemocionales y cognitivas, la toma de decisiones y la reflexión crítica como el programa “Escuela Autónoma” en Argentina, “Escuela Nueva” en Colombia y “Educar para la Vida” en México. Este tipo de estrategias harían que nuestras niñas, niños y jóvenes reflexionen críticamente y sean corresponsables de su propio bienestar y el de sus compañeros, formándoles como ciudadanos responsables y comprometidos y sin dudas es lo que queremos para ellos y ellas: la creación de un ambiente de aprendizaje donde la participación activa es el centro, en el que se valora la retroalimentación constructiva entre pares y la autoevaluación.
De igual manera la autonomía desarrollada desde la participación activa tiene un impacto positivo en la salud mental y el bienestar emocional de nuestros estudiantes, genera confianza en las habilidades y capacidades propias, mejora la autoestima, la capacidad para valorar potenciales riesgos psicosociales e identificar y solucionar problemas.
Paralelamente, beneficia a los docentes y al sistema educativo en general. Al desarrollar habilidades para que nuestras niñas, niños y jóvenes sean autónomos, el estudiantado tiene la posibilidad asumir mayores responsabilidades y protagonismo en su proceso de aprendizaje, lo que mejora el ambiente escolar y reduce la carga de trabajo para los docentes, al poder distribuir los roles y funciones de apoyo entre todos. Además, los estudiantes tienen la apertura de ser creativos e innovadores al momento de abordar problemas y plantear soluciones.
Educar para la autonomía es educar para el éxito y para el bienestar, en consecuencia es una inversión en el futuro de nuestros chicos y de la sociedad en su conjunto.