El egregio filósofo griego Aristóteles escribió para su padre Nicómaco, su tesis Ética a Nicómaco, enunciando que toda acción humana persigue un fin, y ese fin es el bien que se busca, pero ese enunciado se desmarca que persiguiendo el bien personal, se obvie el bien común, agrediendo el bien ajeno.
En el breve panegírico pronunciado por el presidente Danilo Medina a su fallecido padre, l0l años, don Juan Pablo Medina, el cinco de este mes, exaltó su acendrada moral, espíritu de trabajo, solidaridad, confesando fue su inspiración para las “Visitas Sorpresa”.
Ponderó entre las virtudes morales de su progenitor, su enseñanza moral, una dicotomía en sus instancias gubernativas, presidiendo un gobierno con los más altos decibeles inauditos de corrupción.
Concerniente a la ética, conforme al postulado aristotélico, nuestro presidente varió la praxis disponiendo grosera y abusivamente de los recursos de los contribuyentes en forma visible como censurable, para aplastar a su compañero político de 40 años, el tres veces presidente Leonel Fernández en las recientes y cuestionables primarias del seis de octubre.
Relacionado con la moral, las reiteradas denuncias de corrupción manifiesta en el enriquecimiento de una porción de sus acólitos, deviniendo en un “pool” empresarial que compite con al sector privado, resultan antítesis del predicamento aristotélico, y el ejemplo que debió germinar, postulado por su progenitor.
Alusivo a que don Juan Pablo le inspiró las cuestionadas visitas sorpresa, financiadas en más de un 40 % por endeudamientos externos, nuestro gobernante luciría honrarlas con una oportunidad dorada con los agriculores de El Seibo que reclaman frente a la Casa de Gobierno sus tierras para sobrevivir.