Ayer se conmemoró el 160 aniversario del inicio de la liberación del territorio dominicano de las fuerzas de la corona española interventoras, que habían llegado por mandato de la reina española en marzo de 1861 por la anexión acordada por sectores dominicanos temerosos de una nueva invasión de los haitianos.
Para esa ocasión, los dominicanos en una improvisada reacción se alzaron en los pueblos en la zona del Cibao al norte de la cordillera Central hasta la península de Samaná. Esa franja de terrenos cibaeños, la mñas rica y avanzada del país por la laboriosidad de sus habitantes, consideraron una afrenta que los dominicanos fueran condenaran a vivir aplastados por los españoles aupados por Pedro Santana y otros que aceptaron un nuevo yugo, ya que los haitianos habían sido derrotados en 1856.
Esa vez de 1863 los dominicanos lograron un aliado circunstancial en el Gobierno haitiano, que bajo el mando de Gefrard, comenzaron a apoyar los grupos dominicanos rebeldes que se pusieron en pie de lucha e iniciaron su rebeldía con el malogrado intento de Francisco del Rosario Sánchez y su pequeño grupo que cayeron fusilados en San Juan. Ya había ocurrido otro intento de rebelión en Moca cuando encabezados por un anciano héroe de la Independencia José Contreras elevo su rebeldía que terminó con su fusilamiento y los demás sublevados por orden de Pedro Santana.
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La decisión dominicana de luchar en contra de la anexión estuvo en crecimiento en especial en la zona del Cibao. Y contando con el apoyo haitiano en el pequeño paraje de Capotillo en la madrugada del 16 de agosto de 1863, dos años después de la anexión se levantó en armas un grupo de dominicanos que incendiaron esa zona de Dajabón y Guayubín. Los enfrentamientos se iniciaron y en la zona de Guayubín en la confluencia de los ríos Yaguajal y Yaque del Norte en Mangá fueron los primeros enfrentamientos mortales cuando las tropas españolas tuvieron desesperadamente que buscar refuerzos suyos acampados en Puerto Plata.
El Cibao improvisadamente reventó de patriotismo y grupos apoyados en el desorden de una resistencia patriótica lucharon con lo que tenían a la mano desde rústicos arcabuces, asadas, coas el infaltable machete y descalzos y casi desnudos los dominicanos bajo el mando de Pepillo Salcedo, Benito Monción, Pimentel, Cabrera y otro sacaron el honor del patriotismo e hicieron fracasar a los españoles que avituallados y un gran parque de armamentos se vieron atosigados por tropas improvisadas que los obligaron a marcharse hacia Puerto Plata para reagruparse volver a la carga en contra de un improvisado ejército que desde el 16 de agosto de 1863 combatían ferozmente a tropas bien organizadas.
Con la consolidación de los frentes de batalla en el Cibao y contando con el apoyo haitiano la lucha restauradora que se inició en su despertar después que Santiago fuera incendiada por los restauradores patriotas en septiembre de 1863, casi un mes después del sacudimiento de Capotillo. Entonces surge un heroico joven Gregorio Luperón que galvanizó a los restauradores que con nuevo espíritu de valor acompañaron al joven héroe por todo el territorio dominicano llevando al este y en sur del país que había estado ajena a esa efervescencia restauradora hasta que en julio de 1865 los españoles accedieron a retirarse a sus colonias de Cuba y Puerto Rico.