Ver a políticos veteranos, como los del PRM y aliados, asumiendo posturas infantiles mueve a risa; al propio tiempo, motiva profundas inquietudes: ¿Qué clase de políticos tenemos? ¿Cuáles sus niveles de raciocinio, de racionalidad política? ¿En qué medida la colectividad es responsable por haber construido algo semejante, que prefiere buscar afuera, en el otro, a los responsables de sus reveses, y jamás reflexivamente incursiona dentro de sí misma, sondeando los fundamentos de sus desvaríos, desaciertos y fracasos?
El PRM atribuye las causas de su humillante derrota a un fraude montado desde la JCE, pero los senadores, diputados, alcaldes y regidores que ellos postularon y ganaron están exentos, descontaminados del fraude; decidieron no asistir al acto de entrega de los certificados oficiales a los electos, pero antes se reunieron con su futura bancada opositora para darles instrucciones acerca de cómo comportarse en los hemiciclos a partir del cuatrienio próximo; El errático candidato Abinader dice que no aceptarán políticos en la recomposición de la JCE y el Tribunal Superior Electoral, pero nada dice acerca de los jueces que actualmente los representan en ambos tribunales –Eddy Olivares, por ejemplo-, designado cuando ellos eran PRD.
¡Qué clase de políticos nos gastamos! Aun no se han dado cuenta que perdieron en buena lid las elecciones, que su estrategia denunciadora de fraude, puesta en marcha desde antes de los comicios, ha sido infructuosa y no ha convencido ni al más párvulo (pariguayo) de los dominicanos; que la huelga de hambre que apoyó Abinader, con marchas callejeras incluidas, y protagonizaron algunos alcaldes derrotados para ganarse la conmiseración de la ciudadanía, fue una peligrosa estupidez, la cual denota un pensamiento político perturbado, en lugar de la cabeza prudente que el país reclama.
Así, solo irán de fracaso en fracaso.