El analfabeto político

El analfabeto político

José Miguel Gómez

El peor analfabeto es el analfabeto político”, dijo Bertolt Brechet, queriendo decir que, cuando un político no es reflexivo, capaz de prever vulnerabilidades, medir consecuencias o aprender adaptarse para conectar con las demandas y necesidades de los ciudadanos, se habla del analfabetismo político.

En cualquier tipo de analfabetismo, la cognición juega un papel estelar junto a las otras funciones ejecutivas que se encuentra en la corteza prefrontal: pensamiento, juicio crítico, racionalidad, capacidad de asociación, de cálculo, abstracción y discriminación.

Sin embargo, también hay que tomar en cuenta el hipotálamo, o sea, la memoria histórica, y todo el sistema límbico-emocional, como forma de prepararse para conocer tus emociones y aprender a lidiar con las emociones de las otras personas.

El analfabeto político va perdiendo el olfato y el tacto político, sus habilidades y destrezas se van perdiendo, su inteligencia social y emocional están ausentes de sus comportamientos político-social y socio-cultural. La falta de flexibilidad cognitiva o la rigidez mental no le permite desmontar sistemas de creencias limitantes y distorsionadas, más bien, son miopes, tropiezan con los mismos escenarios y argumenta las misma soluciones para los mismos problemas conocidos, aunque las circunstancia hayan cambiado.

Los políticos se redefinen, se transforman o se reinventan para poder conectar, fluir e influir con los ciudadanos y sus motivaciones.

El político debe actualizar sus conocimientos, contextualizar con las nuevas demandas de la sociedad que, es dinámica, cambiante y propulsora de políticas públicas que garanticen satisfacciones y bienestar social.

El analfabeto político vive siempre rumiando los mismos pensamientos, repitiendo los mismos roles y asignaciones, haciendo lo que una vez le funcionó, o le dio resultado mediático o le impulsó a la conquista del poder. Soren Kierkegaard decía: “La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero debe ser vivida mirando hacia delante”. Los hechos y resultados del pasado fueron construido o empujados por circunstancias histórico social de un momento o de una época; Se debe vivir el presente, “el aquí y el ahora” implica adaptarse a las nuevas circunstancias, limpiar las aguas, proteger la coherencia, las palabras y los comportamientos, debido a que la visibilidad, la imagen y los símbolos se consumen a través de las redes sociales, los medios visuales y escritos.

Para el analfabeto político, el corazón habla más que el cerebro, las palabras más que los hechos y la memoria corta más que lo perdurable; Ahí descansa la trampa entre el “yo ideal y el yo real”.

En el analfabetismo político, no existe la resaca moral, ni balance final, ni auditoria existencial; repito, la memoria histórica es corta, la inflexibilidad cognitiva y la falta de desmonte de los perjuicios alimentados, viven parasitando en su cerebro.

En la vida para fluir y transcender hay que adaptarse, saber a qué se renuncia y qué se conserva, o qué se puede ceder, y a lo qué se está dispuesto a dejar ir.