El peor analfabeto es el analfabeto político”, dijo Bertolt Brechet, queriendo decir que, cuando un político no es reflexivo, capaz de prever vulnerabilidades, medir consecuencias o aprender adaptarse para conectar con las demandas y necesidades de los ciudadanos, se habla del analfabetismo político.
En cualquier tipo de analfabetismo, la cognición juega un papel estelar junto a las otras funciones ejecutivas que se encuentra en la corteza prefrontal: pensamiento, juicio crítico, racionalidad, capacidad de asociación, de cálculo, abstracción y discriminación.
Sin embargo, también hay que tomar en cuenta el hipotálamo, o sea, la memoria histórica, y todo el sistema límbico-emocional, como forma de prepararse para conocer tus emociones y aprender a lidiar con las emociones de las otras personas.
El analfabeto político va perdiendo el olfato y el tacto político, sus habilidades y destrezas se van perdiendo, su inteligencia social y emocional están ausentes de sus comportamientos político-social y socio-cultural. La falta de flexibilidad cognitiva o la rigidez mental no le permite desmontar sistemas de creencias limitantes y distorsionadas, más bien, son miopes, tropiezan con los mismos escenarios y argumenta las misma soluciones para los mismos problemas conocidos, aunque las circunstancia hayan cambiado.
Los políticos se redefinen, se transforman o se reinventan para poder conectar, fluir e influir con los ciudadanos y sus motivaciones.
El político debe actualizar sus conocimientos, contextualizar con las nuevas demandas de la sociedad que, es dinámica, cambiante y propulsora de políticas públicas que garanticen satisfacciones y bienestar social.
El analfabeto político vive siempre rumiando los mismos pensamientos, repitiendo los mismos roles y asignaciones, haciendo lo que una vez le funcionó, o le dio resultado mediático o le impulsó a la conquista del poder. Soren Kierkegaard decía: “La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero debe ser vivida mirando hacia delante”. Los hechos y resultados del pasado fueron construido o empujados por circunstancias histórico social de un momento o de una época; Se debe vivir el presente, “el aquí y el ahora” implica adaptarse a las nuevas circunstancias, limpiar las aguas, proteger la coherencia, las palabras y los comportamientos, debido a que la visibilidad, la imagen y los símbolos se consumen a través de las redes sociales, los medios visuales y escritos.
Para el analfabeto político, el corazón habla más que el cerebro, las palabras más que los hechos y la memoria corta más que lo perdurable; Ahí descansa la trampa entre el “yo ideal y el yo real”.
En el analfabetismo político, no existe la resaca moral, ni balance final, ni auditoria existencial; repito, la memoria histórica es corta, la inflexibilidad cognitiva y la falta de desmonte de los perjuicios alimentados, viven parasitando en su cerebro.
En la vida para fluir y transcender hay que adaptarse, saber a qué se renuncia y qué se conserva, o qué se puede ceder, y a lo qué se está dispuesto a dejar ir.