El ataque terrorista perpetrado en París contra la revista satírica Charlie Hebdo, saldado con 11 muertos, entre ellos sus principales caricaturistas, periodistas y ejecutivos, es una pavorosa escalada en la guerra que libra Occidente, liderada por Estados Unidos y Francia, frente al islam extremista, una cultura que considera infieles a los occidentales.
Asistimos a la violenta reconfiguración del orden mundial, tal y como vaticinara el profesor de Harvard Samuel P. Huntington, en su laureada obra “El Choque de las Civilizaciones”. La frase final de este texto dice: “Los choques de civilizaciones son la mayor amenaza para la paz mundial; un orden internacional basado en las civilizaciones es la garantía más segura contra una guerra mundial”.
Su punto de partida: Medio Oriente, Palestina, Irak, Afganistán. Su última expresión: El Estado Islámico, cuya militancia se nutre de 1,400 jóvenes franceses, igualmente estadounidenses, británicos, españoles y de otras nacionalidades.
Pero el escalofriante ataque lanzado hacia la redacción de la revista, fue también resultado del choque entre el intolerante radicalismo islámico, asediado por las caricaturas anticoránicas y contrarias a Mahoma, enfrentado a Stephane Charbonnier, director de la publicación, un antiguo izquierdista, militante del Partido Comunista, devenido en una especie de demócrata radical anti islámico, quien según recoge la prensa europea, estaba amenazado de muerte y, de hecho, vivía desde hace tres años con una escolta. En su sección titulada “La fetua (edicto) del ayatola Charb”, sostenía, dice el periódico El País, que criticar al islamismo radical era en los últimos tiempos una constante en su trabajo. Charb, que solía representar a sus personajes con rasgos rudos, amarillos y los ojos saltones, creía en la necesidad imperiosa de burlarse de la religión musulmana. “Hay que continuar hasta que el Islam pueda ser tan criticado como el catolicismo”, dijo. La publicación estaba en quiebra.