En la década de 1940 fue maestro de música en El Seibo, su pueblo natal
Cuán placentero resultó para mi familia la reposición del busto de mi padre, Julio Gautreau, en la plaza de su nombre en su querido pueblo natal, El Seibo.
El entonces alcalde, Gerardo Casanovas, obtuvo el respaldo del Cabildo para la creación de la pequeña plaza y la designación de la calle situada al este de la misma.
Desaprensivos robaron el primer busto confeccionado en bronce, así como la tarja con el nombre de papá.
Mi hijo menor, Juan Gabriel, pagó el nuevo busto y la tarja, confeccionados en resina, sin valor comercial.
¿Por qué merece el homenaje el maestro Gautreau?
En la década de 1940 papá era, al mismo tiempo: maestro de música, enseñaba piano, violín, todos los instrumentos de viento, todos los instrumentos de caña y batería.
Personalmente los tocaba todos, aunque prefería la trompeta, el piano y el bandoneón.
Tenía una orquesta, uniformada, que tocaba en Higüey, Hato Mayor y La Romana.
Creó un grupo filarmónico que ejecutaba un selecto repertorio de música clásica.
Escribía para la prensa local donde públicó su romance «El abuelo» y otros poemas.
En los deportes pertenecía al grupo de personalidades que tenía como entretenimiento la caza, especialmente, de guineas y palomas.
Al mismo tiempo era mánager del equipo de béisbol que se paseó victorioso por Higüey, La Romana, Higüeral.
Inspirado en la belleza femenina de sus compueblanas escribió «Seibanita», que recibió la sanción de la inmortalidad por el favor popular y la resolución unánime del Ayuntamiento que la designó como el Himno del pueblo.
Los descendientes y familiares del maestro Julio Gautreau somos compromisarios de esa tierra que lo vio nacer.