Por: Hansel García
Johnny Ventura logró una inigualable conexión social a través de la fibra sensible de su música y su arte. Recogió y plasmó en su obra musical la descripción de todo el accionar colectivo de nuestro país.
Todos nos sentimos identificados en algún momento con algunas de sus canciones, o al menos con una de sus estrofas. Todos movimos los pies aunque haya sido por debajo de la mesa al oír el contagioso ritmo de su merengue.
Johnny le cantó al amor y al desamor, a la vida, a la muerte y a la patria. Le cantó al trabajo burocrático y especializado, pero también al trabajo duro.
Con la complicidad literaria de Freddy Beras Goico, inmortalizó “El Carbonero” como monumento viviente del trabajo: «Lento, sucio, sudado y cabizbajo con su saco en la espalda que lo inclina el pobre carbonero así camina». ¿Usted quiere un mayor homenaje al trabajo duro?
«Cuando Yo Me Muera» era la paradoja que daba vida sonora a su funeral, y que abría la trocha auditiva a cientos de sus canciones para entrar al mundo conocido de nuestro ser. La batahola que usted no quería Caballo, se reveló a sus deseos y vistió de gris la capital, bailó y lloró en cada esquina, le acompañó hasta el cementerio y derramó lágrimas que mezcladas con la lluvia humedecieron el camino hasta su última morada.
«La lluvia Huele a Traguito”, pues algunos decidieron celebrar la vida y llorar la muerte de Johnny con el consumo etílico que indudablemente provocan sus canciones. Cómo no pensar en esos «Amoríos» cuyo recuerdo aún «Baila como el Pingüino» en nuestros corazones.
«Si vuelvo a nacer» quiero ser dominicano, pues por nada del mundo me perdería ser parte de ese colectivo social que olvida las diferencias y se funde en un abrazo gigantesco ante los sentimientos que los unen. Ese grupo disímil que el periodista Huchy Lora describió y que este fin de semana hizo alarde de lo que aquí escribo para despedir a su cantor.
Johnny Ventura también puso su arte al servicio de las reivindicaciones sociales, de la lucha por la equidad y por la dignidad de un pueblo que le devolvió con aplausos su entrega.
«Que viva Mamá Tingó» fue el homenaje a los campesinos sin tierra, a los que murieron tratando de conseguir un diminuto espacio para criar a sus hijos; fue el grito de protesta en contra de los abusos, de las tropelías del poder económico aupado por el poder político.
Con sus creaciones musicales Johnny Ventura describió a los más encumbrados, pero el mayor espacio de su arte lo ocuparon los de abajo, los desprovistos de todo, quizás porque el fué uno de ellos.
Dedicó una gran parte de su obra musical a los que como «José Chancleta» no tenían navidad, pero sí «La salsa para tu lechón» imaginario, del cual poco importaba su ausencia. Era suficiente con escuchar «Llegó Noche Buena Otra vez» y acto seguido «El vecino está borracho», porque eso sí, la «Ley Seca” fue siempre una utopía que forma parte de la banda sonora de la navidad dominicana.
El Caballo vive en su extensa obra musical, que ya es parte de nuestro patrimonio social y cultural. El Caballo vive en su eterna sonrisa y afabilidad. El Caballo vive en el ¡Oye que rico Mami!; El caballo vive en su legado, que será su panegírico eterno. ¡El Caballo Vive! El autor es periodista @hanselgarciar hanselgarciar@gmail.com