Herminio y Píndaro inician en completa armonía y felicidad interior y exterior! Su meta es poder llegar, como últimamente, a los predios de un cliente en el cual está poniendo de manifiesto su creatividad y lógica en los procesos de desempeño de las áreas neurálgicas del mismo… Mientras conversan, toman su ruta de Camino Chiquito –que cada día es más estrecho- hasta poder llegar al empalme con la Av. Jacobo Majluta… Ambos se miran y reafirman que, una vez más, los motoconchistas de hasta dos pasajeros cada uno, luchan por un espacio del que se han hecho dueños en libertinaje: el centro de la calle… A cada lado de ellos dos vías encontradas congestionadas de vehículos –grandes y pequeños-, se las arreglan por no ‘chocar’ con uno de esos aventureros del volante… “¡Me gustaría saber si la DIGESETT les ha detenido a todos –en una redada sorpresiva- y chequeado primero si disponen de licencia, segundo si saben leer lo que tienen como licencia, y tercero si sus ‘pasajeros –a veces niños-, tienen en uso un casco protector!” –cuestiona Píndaro-… “Y tú eres pendejo, Píndaro –le comenta Herminio-, ellos son la herencia de ‘los dueños del país’, pues aunque tú los ves abriéndose paso en línea recta, unos detrás de otros, si te rozan y rayan, o provocan un choque adrede, llevas todas las de perder”.
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Ambos encienden las luces altas del vehículo, para aumentar la prevención ante el peligro y continúan abriéndose paso como si fuera abriendo una nueva trocha cada día. Alcanzan la Majluta y se disponen a doblar hacia la avenida que conduce al aeropuerto Joaquín Balaguer, en El Higüero y, antes del mismo, se desvían para acercarse cada vez más a la Circunvalación Norte de la ciudad capital… Una vez en ella, enfilan hacia el oeste –hacia poco más allá de la Autopista Duarte…. Justo en medio de ese largo tramo, inician un promontorio en la vía a los lados del que se lee: ‘Peaje’… Es la flamante instalación de la estación localizada a unos 6 kilómetros antes del cruce hacia las carreteras de La Cuaba y del Merca Santo Domingo… No bien han hecho aproximación, cuando ¡su calvario de la mañana inicia!… Carros amontonados en desorden… Dos patanas en reversa forzando a todos a retroceder… Dos empleadas de la estación de peaje hacen esfuerzos por obligar a esos dos gigantes de la carretera a echar para atrás y obligarlos a retomar entonces uno de los espacios en los que tendrán que hacer efectivo su pago para poder seguir adelante… No bien ambas patanas completan sus maniobras mientras todos retroceden -16 minutos-, dos vehículos privados se cuelan a esas dos bocas de pase y -¡Oh sorpresa!-, ninguno de los dos tiene los dispositivos de Paso Libre y, al igual que los dos mastodontes anteriores, también son obligados a retroceder, con la consecuente renovación del proceso de reversa de todos los que estábamos listos a reanudar nuestro traslado vial.
“¡Por fin nos tocó el turno, Herminio –exclama Píndaro-, dale pa’llá”… Mientras nos movemos lentamente, el brazo interruptor del paso no sube… Tenemos nuestro Pase Libre actualizado –pues por frecuencia de pase por ese punto lo renovamos permanentemente-, y nos detenemos justo frente a una de las empleadas… “El sistema tiene problema, por favor, pague efectivo”, nos dice… “Señorita, ¡no es posible hacerlo, pues ya ustedes han cobrado por adelantado el monto de pase!” -le comentamos-… Es en ese momento que otra señora aparece en el ambiente y le dice: “¡Pídele su tarjeta de Paso Rápido y tómale su código!”… Así lo hizo y de esta forma lograron Píndaro y Herminio completar su tránsito… Demora total con el dispositivo del famoso ‘Paso Rápido’: ¡24 minutos!
“¡Parece que la logística en la aplicación del sistema está en pañales!… Una pena!, completa Píndaro… ¡Nos cogen de pendejos y nos envuelven en el calvario de los inocentes!”.