El pasado 3 de noviembre se conmemoró el 113 aniversario de la creación de la República de Panamá; y el 26 de junio último se inauguró el Canal ampliado de Panamá, un hecho de la mayor trascendencia por el impacto en el comercio y en la economía internacional de la histórica vía interoceánica. En esa ceremonia participó, entre otros invitados de honor, el presidente de la República, licenciado Danilo Medina. También en Nicaragua se está construyendo otro canal entre el Pacífico y el Atlántico, con financiamiento de China. Comparto unos párrafos sobre los antecedentes del Canal de Panamá:
Las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 1848 las ganó el General Zachary Taylor, que había salido de la guerra contra México convertido en héroe nacional. Fue el candidato del Partido Whig, de conocida postura antiesclavista y opuesto a las desenfrenadas pretensiones del Partido Demócrata de obtener territorios ajenos para convertirlos en estados que sirvieran a la causa del sur. Tanto Taylor, que inició su mandato en marzo de 1849 y moriría en junio de 1850, como Millard Filmore, su Vicepresidente, actuaron con suma prudencia en lo referido a la extensión territorial de su país.
En el 1848 se descubren en California los grandes yacimientos de oro y, al igual que otros territorios situados en el Pacífico, despertaron el interés que desde los tiempos de Thomas Jefferson tenían los estadounidenses por América Central, especialmente Nicaragua; en este país había más probabilidades que en Panamá de construir un canal interoceánico que comunicara el Atlántico con el Pacífico. En esos afanes los británicos se habían adelantado en Nicaragua, y poseían en América Central la colonia de Honduras Británicas (hoy Belice) y ejercían desde 1848 un protectorado sobre los indios de la Mosquitia, región que se extendía desde el Cabo Gracias a Dios, en Honduras, hasta las cercanías del río San Juan, en la costa nicaragüense del Caribe. Nicaragua fue prácticamente obligada a firmar, el 7 de marzo de 1848, un tratado con la Gran Bretaña.
Ya en 1845, fecha desde la que los británicos desarrollaban sus maniobras en Nicaragua, el apasionado expansionista Stephen A. Douglas sostuvo que “nuestro sistema federal está admirablemente adaptado a todo el continente”, y precisó que “aunque yo no violaría las leyes de las naciones y las estipulaciones convencionales, ni en manera alguna mancharía el honor nacional, me valdría de todo procedimiento legal y honorable para expulsar a Gran Bretaña y los últimos vestigios de su autoridad real en el continente de Norte América…”.
La actitud expansionista de amplios sectores estadounidenses se transformaba, también, en antibritanismo. Enterados de los proyectos ingleses en América Central empezaron a actuar en Nueva Granada (Colombia), donde, con el objeto de obtener Panamá, explotaron con habilidad los temores que despertaban en la zona los recientes movimientos de Inglaterra. Como fruto de las negociaciones resultó el Tratado Bidlack-Mallarino, firmado el 12 de diciembre del 1846.
Aunque supuestamente se trataba de un convenio de amistad, comercio y navegación entre los dos países, ese acuerdo se constituyó en una escandalosa concesión de Nueva Granada, para que Estados Unidos se comunicara a través del Itsmo de Panamá, como puede apreciarse en el inciso primero del artículo XXXV del Tratado, pues los colombianos garantizaban a los estadounidenses que “los ciudadanos, los buques y las mercaderías de los Estados Unidos gozarían de los puertos de Nueva Granada, inclusive la parte del territorio granadino generalmente llamado Itsmo de Panamá, desde la más lejana extremidad meridional de éste hasta el límite de Costa Rica, de todas las exenciones, los privilegios y las inmunidades concernientes al comercio y a la navegación que disfrutaban en aquel momento…”.
Los Estados Unidos, por su parte, “a fin de asegurarse para sí mismo el tranquilo y constante disfrute de dichas ventajas, y en compensación de los favores que obtenían en virtud de lo estipulado en los artículos 42, 52 y 62 del tratado, garantizaban a Nueva Granada (Colombia), positiva y eficazmente, por el Convenio que firmaban, la perfecta neutralidad del antes mencionado Itsmo, como la mira de que el libre tránsito del uno al otro mar no fuera interrumpido o embargado en ningún tiempo futuro, mientras el Tratado estuviera en vigor…”
Con este Tratado Estados Unidos pasó a adueñarse de parte de la soberanía de Nueva Granada, y más de medio siglo después ese convenio se convirtió en el instrumento que usaron para imponer a Colombia unas condiciones que terminarían en el desmembramiento de su territorio, con la separación de Panamá, en noviembre de 1903.