El ex lanzador José Rijo, quien durante su carrera en las Grandes Ligas hilvanó una destacada carrera pese a recurrentes lesiones físicas, tras varios años de su retiro la buena imagen que proyectó en sus tiempos de apogeo deportivo, abruptamente se ha desvanecido como un témpano de hielo ante los inclementes rayos del astro rey.
Su caída en una especie de furnia mefistofélica, se inició en el año 2011, cuando se le relacionó con supuestos negocios ilícitos con el prófugo Matías Avelino Castro, identificado por las autoridades como narcotraficante y responsable de ordenar la muerte del periodista José Silvestre, en un hecho ocurrido en La Romana.
Es muy lamentable la embarazosa situación por la que atraviesa el antiguo astro, pues su caso en vez de resolverse, ha quedado empantanado en las instancias judiciales donde se ha ventilado.
Mientras Rijo se desempeñó como jugador activo en las ligas mayores, se mantuvo como una figura alegre, respetuosa, accesible y con un historial sin mácula.
Como reportero en más de una ocasión tuve la oportunidad de entrevistarlo. Recuerdo en una ocasión que lo contacté recién llegado al país de la jornada de las grandes ligas. Accedió a mi requerimiento, invitándome a una barbería en el sector Naco, donde gustosamente contestaba todas mis preguntas, mientras le arreglaban el pelo.
Así de sencillo y gentil se comportaba José, que en aquellos días había firmado un contrato con los Rojos de Cincinnati por 20 millones de dólares, uno de los más jugosos del negocio-deporte hasta entonces.
Terminó en la Gran Carpa con récord de 116 triunfos, 91 victorias y efectividad de 3.24. Entre sus logros se destacan su escogencia como Jugador Más Valioso de la Serie Mundial de 1990, seleccionado al Juego de Estrellas en 1990 y el premio Tony Conigliaro en 2002.
Tras su retiro definitivo en el año 2002, comenzó a trabajar como asistente especial del gerente general Jim Bowden, del equipo de béisbol de los Nacionales de Washington.
En una acción inesperada, a partir de febrero 2009, se tomó una licencia para ausentarse de su puesto después que se descubrió que uno de los jugadores promovidos por él para la firma, el torpedero Esmailyn González, se llamaba en realidad Carlos David Álvarez Lugo y era cuatro años mayor de cuando lo firmaron.
Dejando un manto de dudas, Rijo fue despedido de la organización y su academia en San Cristóbal cerrada. A partir de ese hecho, el destino de Rijo, tomaría un derrotero inusual, pues dos años más tarde, su nombre aparecería en los medios de prensa como socio en supuestos negocios ilegales.
Como consecuencia de ello, La Unidad Antilavado de Activos de la Procuraduría General le incautó varios bienes muebles e inmuebles.
Desde el principio Rijo admitió que realizó negocios con el prófugo Matías Avelino, pero negó que se haya prestado a realizar transacciones ilícitas; argumentos que no han prosperado, sin que se vislumbre una luz al final del túnel.
Veamos otros puntos de la seguidilla de agravantes del sinuoso proceso:
-El 30 de julio del 2012, el Ministerio Público acusa formalmente al ex serpentinero de lavado de activos provenientes del narcotráfico.
– La Suprema Corte de Justicia declara como inadmisible un recurso de casación interpuesto por él, que procuraba anular la sentencia que lo envió a juicio de fondo.
– El Tribunal Constitucional rechaza devolverle los bienes que la justicia le había incautado en el proceso por supuesto lavado de activos.
Asimismo declara inadmisible la acción de amparo interpuesta contra la Unidad Antilavado de Activos, al considerar que la vía para atender dicho reclamo es el juez de la instrucción del Distrito Judicial de Samaná, lugar donde le fueron incautados los bienes.
El caso está pendiente de continuar próximamente en una Corte de Apelación. Vamos a confiar en que al final se librará de ese calvario al quedar demostrada su inocencia, y pueda recuperar parte de la buena imagen que construyó en sus días de estelaridad.