Cuando el amable lector esté leyendo esta columna yo estaré participando junto a distinguidos colegas neurólogos de todo el mundo, en el Congreso Mundial de Neurología que se está celebrando en Barcelona, España, la muy hermosa ciudad mediterránea de Gaudí y Serrat. Hoy es una comunidad entristecida, enlutada por una de las acciones humanas más aborrecibles, el terrorismo, “¡Alá Akbar!”. Hoy conversaremos sobre la escritura. La escritura es un patrimonio solo del ser humano, algunos animales “hablan”, pero ninguno es capaz de escribir. Los estudios de cómo escribe nuestro cerebro son más recientes, sabemos que hay una clara diferenciación entre lo hablado y lo escrito. De hecho, en la escritura la fuerza de la palabra aumenta, pues no se tiene presente ni la voz, ni los gestos, ni las inflexiones, ni la gestualidad, ni las mímicas, ni las sonrisas. La escritura la inventó el hombre para dominar el tiempo y el espacio.
El lenguaje escrito tiene más complejidad que la oralidad. Bien sabemos que un niño aprende a hablar con solo estar en contacto con terceros, pero debe recibir instrucciones para poder escribir. Hago memoria de mi infancia temprana y con nostalgia recuerdo la dulce Sor Laura, monjita mercedaria que nos alfabetizó, con los amiguitos: Uribe, Barinas, Montás, Leger, Cabral etc. En esa oportunidad en la investidura pronuncié el primer discurso de mi vida, el de “Ya sé leer”. El sistema del lenguaje escrito es claramente secundario al del lenguaje oral, la población mundial habla, pero no todos leen y muchos menos escriben. Las culturas progresistas, consideran la lectura y la escritura como verdaderas herramientas del pensamiento.
¿Cómo reconoce el cerebro la palabra escrita? Es necesario comprender cómo opera la información visual y la acción de escribir, estas son de tanta importancia en el ser humano, que hay treinta áreas especializadas en el cerebro para manejar adecuadamente sus diferentes componentes. Las informaciones visuales procedentes del Tálamo son transportadas a la corteza visual primaria, también llamada corteza estriada, V1, o área de Brodmann. Esta corteza se sitúa hacia la parte posterior del cerebro. Al lado de esta área hay una muy extensa llamada extra-estriada la que contiene mapas espaciales del mundo real, basados en los aspectos de la escena visual como son: color, forma, movimientos, etc. Conectada entonces con áreas temporales, parietales y occipitales. La escritura es imprevisible, traspasa los espacios fijando las ideas (el discurso es volátil, la escritura permanece), se ha logrado a través de muchos milenios la modificación de muy complejas estructuras cerebrales corticales y subcorticales, que han afectado predominantemente el hemisferio cerebral izquierdo. La razón de esto tal vez sea antropológica. Como vemos, en la escritura participan varias vías cognitivas, al empezar a escribir se activan en paralelo el saber si la palabra nos es ya conocida y está grabada en nuestro léxico ortográfico usando la llamada ruta ortográfica o léxica, o si por el contrario se trata de una palabra menos conocida, entonces debe tener primero una conversión ortográfica-fonológica, esta es la ruta fonológica, por eso nos detenemos un tiempo para poder entonces escribirlas.
El segundo aspecto de gran importancia en la escritura es la acción que se realiza a través del movimiento de las manos, donde se mezclan lo motor (área frontal) con la memoria (lo aprendido). Como dijera el filósofo cognitivo Andy Clark: “La escritura es más, no posee solo una dimensión de servicio o estética, no es solo un medio para expresar nuestro pensamiento, es incluso, una extensión de la mente”. Son numerosas las condiciones neurológicas que se pueden presentar en lo referente a alteraciones del lenguaje tanto en el orden escrito como el oral, las que modernamente se engloban en los términos disgrafías y dislexias, pero por su complejidad eso lo “conversaremos” luego.