Aprender a vivir de forma estable, saludable, asertiva, armónica y con felicidad, implica aprender a conocer sus emociones, lidiar con las emociones de los otros y saber cómo se administra el enojo, las crisis, los desajustes, las reacciones, pero también, el silencio, la reflexión y la tolerancia, ante la frustración y el disenso. Existen personas muy reactivas, piel sensible o explosiva que suelen reaccionar de forma descontrolada y desajustada sin medir las consecuencias.
Las personas con mal manejo de la ira o con descontrol de los impulsos, suelen reaccionar de forma inadaptativa en el trabajo, en la casa, en una fiestas, en un grupo, en las relaciones interpersonales, o en los diferentes espacios de la sociedad, etc. O sea, son personas estigmatizadas con sobrenombres: persona “difícil”, de “mal carácter”, Irreflexible, regidos, mecha corta, impredecibles, psicorrígidas, explosivas y mal geniosas, etc.
En las diferentes etapas del desarrollo psico-social y conductual desde niños/as eran difíciles en la crianza: rebeldes, agresivos, desafiantes, explosivos, litigantes y con tendencia a la indisciplina, el desafío a la autoridad y a las normas, o de ser poco tolerante en aceptar las frustraciones, la espera, los límites, el después, el no y los castigos. El escritor Ernest Hemingway decía: “Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar”.
La ira es una actitud emocional negativa que se expresa a través de la rabia, la agresividad, el enojo, el resentimiento, la furia, la exasperación la indignación, la acritud, animosidad, irritabilidad, hostilidad, el rencor, la tirria y la intolerancia. Esas actitudes están almacenadas en el celebro, especialmente en las amígdalas cerebrales, ubicadas en cada hemisferio cerebral, y en ella se guardan los miedos, la ira, las frustraciones y los episodios difíciles y traumáticos de la vida. Pero también, las amígdalas están conectadas con el centro racional del celebro, la corteza prefrontal, el hipocampo, donde se reciben, se analizan y se procesan las informaciones y donde se almacena la memoria. En el desarrollo y el aprendizaje vamos creando esquemas mentales o pensamientos o sistemas de creencias que refuerzan las emociones y sentimientos con los que vamos respondiendo de forma automática, predispuesta o condicionada. Ejemplos: “con fulano nadie se puede meter; fulano no es pendejo, no le aguanta vaina a nadie; el que me busca me encuentra”, etc.
Esos esquemas mentales son los que se activan cuando la persona con ira recibe un estímulo que percibe como amenazante, desafiante, irrespetuoso, de maltrato o personalizado; reaccionando entonces de forma explosiva, sin control, perdiendo el “cómo lo digo, cuándo lo digo, a quién se lo digo y dónde lo digo”. Es decir, no sabe controlar sus emociones, debido a que no las conoces y mucho menos sabe cómo lidiar con las emociones de los demás.
La inteligencia emocional nos ayuda a gestionar de forma adaptativa y asertiva, la forma de reaccionar satisfactoriamente con los demás, no importa el tamaño del conflicto. Es una forma de utilizar provechosamente las emociones de uno y las ajenas para aprender a no dañar, ni dañarse.
No es que usted sea tonto o se deje manejar de las personas, o que hagan con usted lo que quieran; No, no se trata de eso; se trata de saber expresarse en el momento oportuno, de la forma adecuada, con el lenguaje, el tono y la intensidad conveniente. Donde previo a estos pensamos, las consecuencias, el silencio, la prudencia y los resultados, sean valorados.
En el mal manejo de la ira existe problema con el cerebro emocional, debido a que el sistema de creencias influye en los resultados, y estos influyen en el comportamiento.
Antes que terminar en el riego negativo por la ira: cárcel, cementerio, desempleo, divorcio, soledad y actitudes tóxicas. Busque la ayuda profesional de la psicoterapia cognitivo-conductual comportamental, de los psicofármacos y de un programa fiscalizado que le ayude a desarrollar el cerebro emocional, para pensar bien y actual mejor.
La inteligencia emocional nos ayuda a razonar y resolver problemas complejos, conflictos y crisis que otros no saben cómo resolver. No permita que el mal manejo de la ira le arruine su vida, la de los demás y afecte su entorno.