El concepto de Nación: algunos rasgos psicológicos del dominicano

El concepto de Nación: algunos rasgos psicológicos del dominicano

Julio Ravelo Astacio

Por Julio Ravelo Astacio 4/4

Se han hecho aseveraciones en el sentido de que el dominicano es haragán, irresponsable, dado a la superchería, al alcohol y a los juegos. El estar triste o deprimido, salvo el caso de una enfermedad que produzca este estado, será o debe ser siempre un estado pasajero.

La muerte de un ser querido, una sentencia injusta, pérdida de bienes por robo, malas jugadas, una situación económica difícil y prolongada, hechos conflictivos a nivel del hogar, trabajo o la sociedad, todos estos desaparecen, disminuyen tan pronto se resuelve la situación.

“Nada ni nadie de los que nacen en este pedazo de isla sirve o creemos que sirve”, “El trópico nos hace haraganes”, son apreciaciones del autor que, como él mismo señala, nos parece que son ejemplo del porqué no podemos continuar infravalorando lo nuestro.

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Admiro a los dominicanos, vivos y muertos, famosos y anónimos como Pedro Henríquez Ureña, Américo Lugo, Nilo Herrera, Martínez Vanderhost, Moscoso Puello, Dr. Fernando Defilló, Ramón de Lara, Fidelio Jiménez, Marcos Charles y otros tanto cientos de dominicanos, que se destacan en los Estados Unidos, España, entre otros países. Ni hablar de nuestros peloteros, que se encuentran entre los mejor cotizados del mundo: Juan Marichal, Felipe Rojas Alou, Ricardo Carty, Tony Peña, José Rijo, Manuel Mota, George Bell, Mateo Rojas Alou, Sammy Sosa, Pedro Martínez para mencionar algunos de los más destacados años atrás, hasta llegar a la rica cosecha del presente, donde tenemos que mencionar a, Manny Ramírez, Vladimir Guerrero, Adrian Beltré, Albert Pujols, Tatis Jr., Guerrero Jr., Robinson Canó, Manny Machado.

Además, pienso en miles de dominicanos serios y honestos que han emigrado a otros países, en particular Estados Unidos. ¡Cuánta dedicación, esfuerzos y a cuantos riesgos se exponen! La mayoría han triunfado junto a sus familiares. Sus hijos estudian, una buena parte a nivel universitario, envían ayuda a sus familiares que aquí quedaron e incluso participan en política y obras de bien social. ¿Quién puede creer que esto lo hacen hombres y mujeres haraganes y sólo pendientes del juego y el alcohol?

Al dominicano, según nuestra apreciación, por un lado, le han hecho falta oportunidades, por otro, las múltiples ocasiones en que ha considerado que su situación y la de su país van a mejorar, vuelve a sentir la frustración del fracaso.

Quienes hemos tenido la oportunidad de estudiar o trabajar en el exterior, sabemos cuán rápido nos ganamos la fama de cumplidores, estudiosos y trabajadores. Esto lo he podido conversar con cientos de personas que, de una u otra manera tuvieron esas experiencias.

Sin ánimo de restarle el bien ganado mérito a las apreciaciones que sobre la psicología del dominicano han hecho otros profesionales, me permito diferir en la afirmación de que “el dominicano en la generalidad es depresivo”. Este es uno de los pueblos más alegres del mundo. Esta afirmación se basa en mis observaciones, en por lo menos treinta países distintos en que he estado y en otros dos en que he vivido.

Pero, además, es también la observación de una buena parte de los colegas, amigos y académicos que nos han visitado. Ni los parásitos, la anemia, crisis económica tiranías, ni los conflictos sociales han impedido que este pueblo ría, baile y se divierta.

Ya sea en el play, en un juego de pelota pujando el equipo de su preferencia, el baloncesto, o en el malecón o la Avenida del Puerto cuando llega diciembre y entran unos chelitos extras a la mayoría de las familias.

El pueblo se desborda, tanto el que mucho tiene, como el que poco puede. Nada impide la alegría. Nuestro merengue podrá tener una letra, que quizás no sea del todo alegre, pero pudiera guardar relación con la del tango argentino, la del jazz con el lamento del negro norteamericano, o la música popular mexicana que canta sus penas y llora sus alegrías.

Recordemos que aún con sus letras, que pueden a veces denotar tristeza, ninguna música foránea ha podido desplazar al merengue del gusto de los dominicanos, incluyendo a sus nuevas generaciones. Eso por sí solo, habla de su arraigo nacional, que hoy se proyecta con gran fuerza en el plano internacional