El coronel Fernández Domínguez murió defendiendo la libertad

El coronel Fernández Domínguez murió defendiendo la libertad

Hay innumerables acontecimientos en la vida del hombre que no son considerados de inmediato para ser consagrados en las páginas doradas de la historia.
Es que el hombre sirve alternativamente a las necesidades imperantes de su pueblo, hasta encontrar la mejor forma para orientar su actuación, situándose siempre, de manera preeminente desde donde pueda imprimirle a ese pueblo perfiles estables de progreso, conforme a los recursos con los que lo ha dotado la naturaleza y también con los creados propiamente por él.
Cuando sus derechos se vean atropellados o están amenazados utilizará su inteligencia para edificar una obra de bien colectivo, basándose en las ciencias y las letras para contribuir a su desarrollo cultural y social, con reciedumbre de su voluntad, encaminada hacia fines altruistas, para despertar y ennoblecer el civismo de sus ciudadanos, para unir a la sociedad, cuyos cimientos deben descansar en la concordia, para el progreso y engrandecimiento del pueblo.
Y el hombre que así procede obtendrá siempre el reconocimiento de las generaciones y recibirá el máximo galardón de la historia,
El grupo de militares que en 1965 se rebeló tomando en sus manos la bandera de la legalidad no actuó por emotividad.
Fue la maduración de un proceso político de un sector de las Fuerzas Armadas
Muchos acontecimientos escritos con sangre y sacrificio por la Patria, se aproximan en magnitud a los que ejecutaron patricios a partir del 27 de febrero de 1844, cuando, al grito de libertad, blandiendo el sable y disparando el cañón y el fusil, vencieron la opresión usurpadora y lograron la independencia.
Latinoamérica tiene en el coronel Fernández Domínguez un ejemplo de que se puede vivir con conciencia y sirviendo a su patria. Dedicó sus mejores años a la defensa de la libertad y la soberanía.
Existe el deber de dar a conocer las ideas, la lucha, la honestidad y las acciones de este hombre formidable, de una capacidad de liderazgo y condiciones excepcionales para la percepción de los problemas y formular soluciones correctas.
Todo lo planeaba cuidadosamente porque sabía de disciplina y lealtad. Todo sumado a sus dotes de mando.
Fernández Domínguez escogió sacrificarse en la noche más oscura, y se impuso el cumplimiento del deber y para no socavar los cimientos de la lucha constitucionalista ofrendó la vida.
Sus pensamientos están vertidos en la proclama escrita desde el exilio para los dominicanos, un mensaje de abnegación, sacrificio y nobleza.
Escribió: “Cuando un oficial jura apoyar y defender la Constitución de la República Dominicana contra todos sus enemigos, extranjeros y nacionales, toma la obligación más grande de su vida”. Mientras estuvo en Puerto Rico sin poder regresar al país, su situación fue desesperada en este sentido y escribió a su esposa Arlette Fernández:
“No soporto más la situación en que me encuentro, mientras mis compañeros luchan y mueren… Esto es terrible para mí solo, Dios sabe lo que siento cuando hablo por teléfono con los muchachos y me doy cuenta de que no puedo estar a su lado, por eso… aunque sé que es una muerte segura, me voy, como sea, he agotado todos los recursos imaginables para poder entrar, pero ha sido imposible, imagínate, he pasado días enteros entre montes y cañaverales tratando de entrar en bote, ya que en avioneta no se puede, no se prestan, con razón a entrarme, hasta Venezuela he ido y todo resultó infructuoso.
“Estoy consciente del peligro, pero tú sabes que lo más sagrado para mí es el deber y hoy debo cumplirlo nada menos que con mi patria y mi pueblo y me siento dichoso de que Dios me brinde la oportunidad de cumplirlo como soldado. “Si me pasa algo, se que vas a sufrir mucho; y tu y mis hijos pasarán trabajo, no les dejo siquiera una casa, pero cuando te veas muy apurada recuerda que esto es más que nada porque fui honrado y tengo mis manos inmaculadas; esto debe servirte de orgullo e incentivo para luchar, se que eres valiente y no me defraudarás.
“Además, recuerda lo que tanto te he dicho: todos tenemos nuestro destino marcado y si el mío es morir por mi Patria, es el destino más maravilloso que hombre alguno pueda tener y la felicidad que yo sentiría es algo inexplicable. Yo tengo el privilegio de haber aprendido a amar a mi pueblo y a mi patria de esta forma que solo se, de haber tratado de superarme a mí mismo… Tú sabes como he luchado con las tentaciones de la vida, para hacer que en mi mente y mi corazón aniden siempre y en todos los momentos, la vergüenza, la honradez, la justicia, el amor y el patriotismo, tu sabes todo esto, mi vida; por eso, si caigo por defender y cumplir con estos sagrados principios, por mis ideales que tanto he tratado de que sean verdaderamente puros, tú y mis hijos deben estar orgullosos, porque yo, desde donde esté me sentiré muy feliz.
“En nombre de ese amor que nos tenemos, tienes que luchar con todos los medios a tu alcance para hacer de mis hijos hombres dignos y de vergüenza, honrados y valientes (sé que tu lo eres), porque si yo no puedo llegar a hacer por mi pueblo todo lo que pienso, entonces ellos tendrán que hacerlo, son mi aporte a la patria que venero, la única herencia que le dejo a ti y a ella, los varones, sean o no militares, tienen que luchar y morir si es necesario por verla libre y a nuestro pueblo feliz y lo que es más, que den su vida, si es que tienen ideales y entonces, como dice aquel escrito que puse en un cuadro: “no habré vivido en vano”.
El coronel Fernández Domínguez se sintió orgulloso de haber cumplido una vez más con su deber y nunca permitió deterioro en su conducta. Es así como pudo afrontar los problemas que le proporcionaron aquellos en los que el tanto confió, que faltando a su patria, a su honor, a su familia y su sangre traicionaron la operación proyectada.
Tenía fe que aquellos tendrían su castigo. Siempre seguía sus principios, ceñidos con su conciencia, siempre tuvo fe en sus cualidades de hombre, convencido de que su Patria y su pueblo estaban muy por encima de su propia vida, de sus amigos y de sus familias, nunca ignoró los preceptos del Dios todopoderoso.

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