Un día cristalino de primavera como el de este sábado habría llevado en otras condiciones a riadas de devotos y curiosos a las calles de Windsor para rendir tributo al difunto marido de la reina, el príncipe Felipe, pero son tiempos de pandemia y los británicos se atuvieron a las restricciones.
Acostumbrada a albergar los grandes eventos de la Familia Real, la coqueta localidad de Windsor fue invadida sobre todo por cientos de periodistas de todo el mundo, que colonizaron las calles desde horas antes del comienzo del funeral.
Al igual que le ha sucedido a millones de personas en todo el mundo que han perdido a un ser querido durante la pandemia, a la Casa de los Windsor no le quedó más remedio que ajustarse a las restricciones y organizar un sepelio con solo 30 participantes. Pese a que el Gobierno británico pidió a los ciudadanos que siguieran la ceremonia desde sus televisiones, algunos no quisieron perder la oportunidad de mostrar “in situ” su apoyo a Isabel II y su familia.
El matrimonio formado por Fiona y Geoff Try, de 84 y 89 años, ha sido testigo de primera mano de todo tipo de acontecimientos en Windsor. Desde su casa pueden ver el reloj que da la hora a la reina en su castillo.
Si no fuese por la covid, “esto estaría totalmente repleto de gente. Hemos estado en otros eventos en que Windsor estaba lleno. Mi padre conocía al gerente del banco en ese edificio con balcones, y yo podía ponerme allí arriba y ver a toda la gente abajo”, dijo a Efe el hombre.
“Las cosas han cambiado”, remataba su mujer con resignación.
“UN VERDADERO REY»
Más entusiastas se mostraban Chris Imafidon y Fitzgerald Omo-Etioblo, ambos de ascendencia nigeriana, quienes desembarcaron en Windsor ataviados con sombreros de copa y mascarillas con el rostro y una cita de su héroe.
“Teníamos que venir para celebrar. (Felipe) es un verdadero rey; nunca fue coronado como tal, pero hizo el trabajo de un rey, multiplicado por cuatro”, dijo a Efe Imafidon.
El resplandeciente sol que reinó a lo largo de la jornada, en el día más despejado del año, hizo que muchos de los curiosos que se acercaron a las inmediaciones del castillo fueran ciclistas que aprovechaban una de las rutas más transitadas a las afueras de la capital.
Uno de esos cicloturistas, calzando todavía los botines para la bici, confesaba que se había detenido en Windsor para comer aprovechando el buen tiempo y las vistas, pero no por un especial interés en lo que sucedía intramuros.
Los llamamientos a no acudir a la ciudad hicieron que no fuese difícil encontrar sitio libre en las terrazas de los pubs y restaurantes que pudieron abrir hoy pese al despliegue de seguridad. Rob Hutchings, un trabajador del sector de la construcción de 51 años que creció en Windsor, no ocultaba su decepción por la falta de gente en las calles.
“Pensaba sinceramente que habría más gente de la que hay”, dijo poco antes del funeral del príncipe Felipe, antes de mostrar su esperanza en que eso fuese cambiando a lo largo del día.
UN MINUTO DE SILENCIO ALTERADO
Justo antes de que comenzase el funeral por el duque de Edimburgo en la cercana capilla de San Jorge, a las 14.00 GMT, se guardó un respetuoso minuto de silencio por el difunto marido de la reina. Hasta los carteles en el transporte público de Londres instaban a todos los ciudadanos a sumarse a ese breve recordatorio por el príncipe Felipe, fallecido el pasado día 9 a los 99 años.
La aparición de una activista medioambiental semidesnuda en medio de la calzada junto al castillo rompió por unos segundos el momento de recogimiento. «¡Salvad el planeta!”, gritaba la mujer antes de ser reducida por la policía.
La activista logró pasar desapercibida para los cientos de azafatos que, con un chaleco de color morado, el ayuntamiento de Windsor colocó en las calles para contribuir a la organización e informar a todos quienes, pese a los consejos de las autoridades, decidieron decir adiós allí al príncipe Felipe.