A propósito del proceso electoral dominicano, conviene destacar la importancia de que el cristiano tenga un rol dentro de la política, y que pueda asumir posiciones claras en las actuales circunstancias del proceso electoral que vive el país, conforme a la Palabra de Dios, sin dejar de hacer su voluntad.
Mardoqueo fue un varón judío. Estuvo en Susa, la capital de Persia, 479 o 586 años antes de Cristo. Era del linaje de la tribu de Benjamín, en los tiempos que el pueblo hebreo fue llevado cautivo de Jerusalén a Babilonia en los tiempos de Nabucodonosor. Y a él le tocó, no estar en el templo, no estar predicando al interior de una iglesia, o evangelizando en un campo. Dios pone donde él quiere. No. A Mardoqueo le correspondió estar “sentado a la puerta del rey”. (Ester 2:19). Su sobrina Ester, también judía, recibió la gracia y la benevevolencia para estar entre las mujeres escogidas del rey. (Ester 2:17). Y cuenta la Biblia que mientras Mardoqueo estaba de guardia en la puerta del rey, dos de los eunucos del rey, Bigtana y Teres -guardias que custodiaban la entrada a las habitaciones privadas del rey- se enojaron con el rey Jerjes y conspiraron para asesinarlo; pero Mardoqueo se enteró del complot y le pasó la información a la reina Ester. Entonces ella se lo contó al rey y le dio el crédito a Mardoqueo por la noticia. (Ester 2:19-23). Se necesitaba un Mardoqueo para avisar al rey de esa conspiración. Que tuviera protección espiritual y hasta física del corazón y hasta de la vida del rey.
Así, se necesitan cristianos que estén en posiciones de importancia pública para que puedan velar desde adentro por los intereses de la nación, que oren por sus autoridades, por el propósito de Dios, enarbolando los valores cristianos. Con el tiempo, el rey se recordó de lo que Mardoqueo había hecho por él, y le dio el anillo para sellar decretos; le dio autoridad y honra y lo llevó a una posición que le permitió tomar medidas a favor de la clase necesitada, desde el gobierno.
Según la Biblia, Mardoqueo, el judío, llegó a ser un alto ministro, segundo en mando después del propio rey Jerjes. Fue un hombre muy importante entre los judíos, de gran estima ante ellos, porque siguió actuando a favor de su pueblo y defendiendo el bienestar de todos sus descendientes. (Ester 10:3).
Hay muchos otros casos, como Nehemías, José y Daniel, hombres de Dios con participación política. Es, pues, importante que el cristiano ocupe posiciones públicas, siendo de ayuda a los demás, y sobretodo guardando la palabra de Dios en el corazón porque de él mana la vida.