El cuento de nunca acabar

El cuento de nunca acabar

Claudio Acosta

¿Qué pasa en la Cámara de Cuentas? ¿Por qué el principal órgano de control externo del uso de los recursos públicos está siempre en el epicentro de un escándalo a pesar del daño que esto le hace a su imagen y su credibilidad? ¿Tendrá eso algo que ver, como causa o consecuencia, con el hecho de que nos hemos convertido, gracias a la impunidad, en un paraíso para la corrupción pública, que por inercia siempre arrastra a todas las demás? Hay que hacerse esas preguntas, y muchísimas más, para tratar de entender lo que ocurre y sobre todo porqué ocurre, pues esto se parece demasiado al cuento de nunca acabar, por lo que solo estamos viendo nuevos episodios de la misma historia poniendo al desnudo hasta dónde ha logrado la corrupción permear y neutralizar a sus enemigos naturales, pero también que hay gente que se presta con demasiada facilidad a ese juego perverso que tanto daño le está haciendo a la institucionalidad y a la democracia, cada vez más frágiles y vulnerables ante el poder corruptor del dinero mal habido.

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Por eso no hay manera de seguir contando este cuento que no sea diciendo que tal vez ayude a entender lo que pasa con la Cámara de Cuentas y su presidente, al que ayer se le atribuyó retener doce auditorías con indicios de responsabilidad penal de las gestiones de instituciones a las que les fueron practicadas, si alguien explicara los motivos de la reciente visita a su despacho de la Procuradora Miriam Germán y la jefa de Persecución Yeni Berenice Reynoso, de la que solo se ha sabido que tiene que ver con unas auditorías.

O que la explicación –mejor todavía– la ofrezca el señor Janel Ramírez Sánchez, que diga si es verdad o es mentira todo lo que se ha publicado en la prensa en estos días, que como no son chismes de patio sino que ponen en cuestionamiento la operatividad del órgano auditor del Estado, su capacidad de respuesta frente a la omnipresente corrupción, deberían merecer su ocupada atención de servidor público.