Es difícil encontrar un solo ser humano capaz de determinar dónde terminan los límites de su potencial.
Todos tenemos las habilidades para alcanzar grandes cosas.
El cerebro es infinito en la acumulación y registración de informaciones, datos y tareas a realizar.
Morir en la miseria, en la ignorancia y sin dejar un legado depende más de nuestra decisión que de las condiciones encontradas.
Tomás Edison llegó a la bombilla después de varios cientos de fallas.
Antes de construir el primer avión, la gente creyó que los hermanos Wright estaban locos.
Cada invento y cada heroísmo tienen detrás una historia de fracasos, de caídas y de palabras negativas.
Lo primero que se requiere para lograrse algo en la vida es tener fe en uno mismo.
Saber que por cada caída hay una levantada, que por cada golpe hay un remedio y que por cada noche hay una alborada.
Nuestros intentos tienen enemigos y adversidades.
Hay quienes no tienen fe en ti. Otros te tildarán de loco, de quimérico o quijotesco.
Habrá que intentarán detener tu carrera poniendo piedras en el camino.
Algunos te serán estorbos. Estos son los que no podrán ver nunca tu visión.
Las personas más dañinas son las que roban tu tiempo.
Hay gentes, lugares y cosas que se deben abandonar.
Nunca aceptarán ni colaborarán con tus metas.
No es que están prohibidos de creer en ti, más bien no creen en ellos mismos ni en la posibilidad de algún éxito.
Luchar es cosa de guerreros.
La mayoría de las personas abandonan la idea de la tierra prometida tan pronto encuentran circunstancias adversas.
Prefieren ser esclavos, vivir en la marginación, en la angustia y desesperación antes que luchar por su grandeza y su propia libertad.