Juan Antonio Minaya Fernández, cuyo nombre lleva una calle de Santo Domingo, fue un coronel piloto de la Aviación Militar Dominicana que al final de su vida llamó la atención de prominentes médicos dominicanos y extranjeros pues estuvo 15 años en estado inconsciente después de haber sufrido un accidente automovilístico en 1959 en la carretera Peña-Tamboril.
Lucía estar aparentemente bien en su lecho, pero no hablaba ni parecía percibir la realidad de lo que ocurría a su alrededor pese a tener sus ojos abiertos. Tampoco movía ninguna parte de su cuerpo.
Uno de los neurocirujanos nacionales de mayor prestigio, el doctor Ney Arias Lora; el norteamericano Bronson Ray y un facultativo alemán estuvieron tratándolo mientras estuvo vivo, sin poder sacarlo de su estado. Su médico de cabecera era el doctor Raúl Martínez Bonnelly.
Vivió acostado o en silla de ruedas en la casa de su madre, en Licey al Medio, con dos enfermeras permanentes que lo alimentaban con líquidos, único alimento que podía ingerir, y le suministraban medicamentos. Tenía un masajista para evitar que se inmovilizaran los músculos.
El 22 de noviembre de 1959, día de Santa Cecilia, el piloto, en quien Ramfis tenía extrema confianza y fue su gran amigo, salió de Peña, Tamboril, para Santiago, y en una curva de la carretera de Guazumal ocurrió el vuelco. No pudo controlar el guía y exclamó:“ ¿Qué es esto?”. Fueron sus últimas palabras. Lo trasladaron al hospital José María Cabral y Báez, de Santiago, y posteriormente a la Base Aérea de San Isidro donde estuvo cuatro años en una habitación privada.
En 1974 fueron entrevistadas su madre doña Adelaida Fernández viuda Minaya y su única hermana, Finetta Minaya de Cornielle, y contaron la trágica historia del oficial. Postrado en su confortable y pulcro habitat o sentado en silla de ruedas, se mantuvo hasta cumplir 48 años de edad. Es probable que tampoco escuchara pues una de las señales de los médicos para determinar que “no había nada que hacer” fue que lo llamaron varias veces y no reaccionó.
El esmerado cuidado de Adelaida, que no solo le prodigaba su ternura, sino que luchaba porque la ciencia pudiera devolverle al menos la conciencia, la llevó a visitar otro reputado médico de Estados Unidos al que llevó el expediente médico de su hijo. “La ciencia no puede hacer nada”, afirmó el facultativo.
El piloto era apuesto, según las fotos que lo reflejaban antes del accidente. Aún en ese estado conservaba sus facciones. Las damas no permitieron que lo retrataran.
El día de la tragedia era de fiesta patronal en Tamboril y dijeron que él estuvo complaciente, sonriente y espléndido compartiendo con amigos y conocidos.
En el carro Mercedes Benz placa 933 que conducía, le acompañaban Ramón Antonio Hernández Rodríguez, Joaquín Domínguez Estrella, Fabio Gerardo López, Juan de Dios Infante y Lázaro Manuel Rosa, quienes resultaron con heridas y contusiones “de poca gravedad”. El suceso ocurrió a las 2:30 de la tarde y Minaya recibió un golpe en la cabeza.
“Único caso en el mundo”. El doctor Ney Arias Lora, quien estuvo atendiendo al coronel Minaya desde el día del accidente, reveló en 1974 que tantos años de permanencia con vida, en ese estado, era único en el mundo. “La mayoría de las personas con ese trauma mueren en los primeros días, ocasionalmente ninguno sobrevive, y hay conocimiento de pacientes que han pasado largo tiempo en condiciones similares, pero no se ha reportado ninguno con tiempo tan considerable”, dijo.
Precisó que el vuelco causó en Minaya“un traumatismo cráneo cerebral severo, ocasionándole lesiones sustanciales a nivel de todo el cerebro, pero básicamente a nivel del tallo cerebral”.
Agregó que cuando estas lesiones son profundas “ocasionan una desconexión de las funciones cerebrales superiores, el paciente queda descerebrado, a pesar de que las funciones motoras puedan continuar activas. “No hay contacto entre el intelecto y la coordinación de los movimientos de las extremidades”.
Arias Lora manifestó que el coronel permaneció tanto tiempo con vida por el excelente cuidado de sus familiares, pues “el daño cerebral es irreversible”.
El motivo de su larga sobrevivencia en coma, dijo, se debió a que en los primeros días del accidente sufrió una hemorragia cerebral y fue intervenido inmediatamente por Arias Lora. “Eso le salvó la vida”.
“Todas las lesiones fueron confinadas al sistema nervioso cerebral”, pero pese a “haber sufrido lesiones cerebrales y además del coágulo en el cerebro que tuvo que ser evacuado, no sufrió fracturas del cráneo”, dijo el médico, quien reiteró el amor de su madre como una de las causas de su insólita supervivencia.
Juan Antonio falleció el 24 de junio de 1974, víctima de una bronconeumonía. Contaba 48 años de edad.
De su vida. No fue posible obtener todos los datos biográficos del coronel ni muchas fotos anteriores a la tragedia. Obtuvo diploma de piloto aviador en 1944. Más tarde hizo estudios en el “Air Command and Staff College”, de Alabama, donde obtuvo título de aviador, en 1957. Era hijo de Juan Antonio Minaya, notario público, y Adelaida Fernández viuda Minaya.
Se había casado cuatro veces y de su primer matrimonio nació su único hijo, Nelson Minaya Tejada, laureado escritor y catedrático universitario que se quitó la vida en diciembre de 2003, “como consecuencia de una gran depresión emocional”. “Me lancé al mar”, dejó escrito en una nota el filósofo, poeta y ensayista, graduado con honores en Estados Unidos. Era profesor de la Universidad Católica Madre y Maestra.
El 17 de junio de 1961, fue inaugurada en Santiago la Base Aérea “Coronel Juan Antonio Minaya Fernández”, por disposición de Ramfis Trujillo, quien todavía ostentaba el cargo de Jefe de Estado Mayor General Conjunto de las Fuerzas Armadas, “como premio a los méritos de un oficial retirado del servicio definitivamente como consecuencia de un accidente infortunado”. Minaya había sido designado Jefe de esa Base nueve días antes del accidente en la curva que la gente posteriormente llamó “la curva de Juan Antonio”.
El general Virgilio García Trujillo pronunció el discurso de apertura en el acto y luego habló el coronel piloto de la AMD, Pedro Ramón Rodríguez Echavarría, jefe de operaciones de la zona norte. Este significó que, con el homenaje, Ramfis quiso “perpetuar el nombre de dicho coronel, quien sirvió de una manera leal por muchos años a la Patria engrandecida por el generalísimo Trujillo”.