El descaro de Donald Trump le lleva a la Casa Blanca

El descaro de Donald Trump le lleva a la Casa Blanca

Republican presidential elect Donald Trump gives a speech during election night at the New York Hilton Midtown in New York on November 9, 2016. Trump stunned America and the world Wednesday, riding a wave of populist resentment to defeat Hillary Clinton in the race to become the 45th president of the United States. / AFP / MANDEL NGAN

WASHINGTON. — Al acercase al final de su largo e improbable camino a la victoria en la carrera a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, el candidato del tumulto y la fanfarronería, se mostró nostálgico sobre cómo llegó hasta ahí.

«Tuve unos grandes padres, grandes padres», dijo Trump a la multitud que asistió a un acto de campaña en Orlando, Florida. «Simplemente sentí esta agradable brisa, así que nos están ayudando».

El candidato que durante más de un año había mostrado sin disculparse que decía cualquier cosa que le pasaba por la cabeza, sintió que era momento de controlarse.

«Mantente en tu puesto, Donald, mantente en tu puesto», se autoreprendió solo días antes de las elecciones. «Sin desvíos, Donald. Agradable y fácil».

Fue un raro ejemplo del dialogo interno en un hombre cuya vida entera ha sido una larga batalla para mostrarse más grande, fuerte, rico, inteligente y estridente que los demás.

La ilimitada confianza de Trump — y su obsesión con ganar — han sido una constante a lo largo de su vida, evidente tanto en las grandes como en las pequeñas cosas.

Nacido en el seno de una familia acomodada de empresarios inmobiliarios de Queens, Donald era el más impetuoso de los cinco hermanos, un luchador desde el principio.

«Tenemos que calmarlo», decía su padre, según recuerda Trump. «Hijo, asume los altibajos».

Para bien o para mal, este es un consejo de Trump raramente siguió.

La escuela militar ayudó a canalizar su energía, pero la vena rebelde de Trump se mantuvo.

Trump siguió a su padre en el negocio de los bienes raíces pero se ahogó en los confines de los dominios de Fred Trump en los barrios de Nueva York.

Cruzó el East River hacia Manhattan y nunca miró atrás.

«Ha ido mucho más allá que yo», manifestó un maravillado Fred. Su hijo había triunfado antes de los 40.

Con tanto éxito a una edad tan temprana, Trump nunca tuvo que suavizar esos altibajos sobre los que le advirtió su padre.

«Estaba en la cima de su propia pirámide», dice Stanley Renshon, politólogo de la City University of New York que está escribiendo un libro sobre Trump. «Nadie iba a decir, ‘Donald, baja el tono»’.

Trump admitió lo mismo en un video de 2005 de «Access Hollywood» donde se le oía hablar sobre hacer avances predatorios sobre las mujeres y declaró: «Cuando eres una estrella, te dejan hacerlo. Puedes hacer cualquier cosa».

Trump hace hincapié en su educación en centros de la Ivy League, aunque revela sus formas de joven, calificando a sus adversarios como «estúpido», «tonto», «malo» y «triste».

«Tengo las mejores palabras», declaró en un acto de campaña en diciembre. «Pero no hay una palabra mejor que ‘estúpido’, ¿verdad?».

En sus años de éxito y tras más de una década como estrella de la telerrealidad en el programa «The Apprentice», lo acuerdos le seguían llegando y los precios (y, a menudo, las deudas) siguieron creciendo — como lo hizo su fama. Siempre la fama.

A Trump, que visitó Escocia en 2012 para luchar contra una propuesta gubernamental de instalar un parque eólico ante su nuevo campo de golf en la zona, se le pidió durante una investigación parlamentaria que proporcionase pruebas sobre su afirmación de que las «monstruosas turbinas» dañarían el turismo.

«Yo soy la prueba», respondió Trump con seriedad, arrancando sonrisas entre los presentes. «Soy un experto en turismo de clase mundial».

Pero sin embargo no es todo desfachatez.

Ivanka Trump habla de su «increíblemente empático» padre que intenta ayudar a extraños que aparecen en las noticias y cuyas historias de adversidad le llegan.

Un hombre de Mississippi recuerda como Trump descolgó el teléfono y llamó cuando su padre le escribió para pedirle un préstamo para construir un hotel en 1988. Trump no ofreció dinero al modesto empresario indio-estadounidense pero le dio una charla motivadora y algunos consejos.

«Trump inspiró a mi padre al máximo cuando le dijo que su historia como inmigrante era maravillosa», manifestó Suresh Chawla en una carta de 2015 al The Clarksdale (Mississippi) Press Register.

Para los que protestan en sus mítines, el propio Trump es el agitador de nuestro tiempo. Nadie es inmune. Ni el senador y héroe de guerra John McCain, ni los discapacitados, ni los mexicanos o musulmanes, ni las personas que conforman la mayoría del país (y del electorado): las mujeres.

Sus golpeados rivales aprendieron de la experiencia que criticar a Trump activa una opción nuclear en respuesta. Trump le llama divertirse un poco.

Aubrey Immelman, politóloga de la Saint John’s University de Minnesota que ha desarrollado un índice de personalidad para evaluar a los candidatos presidenciales, sitúa el nivel de narcisismo de Trump en el rango «de explotador», superando a cualquier otro aspirante a la presidencia en las dos últimas décadas.

«Su personalidad es su mejor amiga, pero también es su peor enemigo», asegura Immelman.

Sin embargo, el charlatán de Queens tiene un lado vulnerable. Y lo reveló durante la revisión de una película con el cineasta Errol Morris en 2002.

Conversando sobre «Citizen Kane», su película favorita, Trump habló con una inusual introspección sobre la acumulación de riqueza.

«En Kane aprendes que quizás la riqueza no lo es todo, porque él tenía riqueza, pero no tenía felicidad», dijo Trump, que en su día quiso ser director de cine.

«En la vida real, creo que la riqueza te aísla de facto del resto de la gente», agregó. «Es un mecanismo de protección — tienes que elevar la guardia mucho más que si no fueras rico».

En una entrevista con la revista Playboy en 1990, Trump dijo que la pérdida de su hermano mayor Fred Jr., alcohólico que murió a los 42 años, «afectó a todo».

«Era el primero de los chicos Trump e inconscientemente observé sus movimientos», dijo Trump. «Vi a gente aprovechándose realmente de Fred, y la lección que aprendí fue mantener siempre mi guardia al 100%». Dice ser un «tipo muy desconfiado».

El hombre que se ha casado en tres ocasiones vive a lo grande y ofrece la opulencia de sus proyectos inmobiliarios como metáfora de lo que puede hacer por Estados Unidos. Pero si cree lo que él y su familia dicen, tiene gustos relativamente simples.

Nunca ha tomado un trago, fumado ni consumido frogas, afirma. Se autoproclama «maniático de los gérmenes» que en realidad prefería no estrechar manos.

Dele spaghetti y albóndigas antes que paté cualquier día, sostiene su hermana. O incluso pastel de carne, su plato favorito cuando está en su resort Mar-a-Lago de Palm Beach, Florida.

Al final, Trump se presentó ante los votantes y se ofreció como una solución sin artificios a los problemas que afligen a una nación que pinta en tonos oscuros, con preocupación, burlándose de los trucos y del respaldo de celebridades a su oponente.

«Aquí estoy yo solo», dijo a una multitud en Pennsylvania. «Solo yo. Sin guitarra, sin piano, sin nada».

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