A medida que se va quedando atrás, como recuerdo imborrable e indeseable lo que el país sufrió con la pandemia de covid-19, ha ido tomando cuerpo el nuevo tipo de político completamente divorciado de lo que eran los criterios y directrices del desarrollo de la actividad política.
La clase política emergente, y la anquilosada en sus tejemanejes de antaño, choca con un ambiente muy distinto en la postpandemia. El tiempo de inacción por el encierro y parálisis de las actividades le permitió a la gente para accionar y meditar acerca de sus objetivos. Se dieron cuenta que el tiempo se les acaba y tratan de recuperarse del atraso que se registra entre ellos con una nueva clase mas agresiva y menos preparada políticamente estableciendo como meta alcanzar o seguir en el poder.
Los argumentos de los políticos renacidos de la pandemia exhiben una acelerada necesidad de buscar un disfrute a toda costa con fines de que el tiempo le permita alcanzar los objetivos, que muchos en su vida de actividad política, no alcanzarán. Pero ahora la nueva clase, sin escuchar a quienes critican ese proceder, están descreditando una actividad que muchas veces se creyó era para arrimar hombro con hombro para luchar por el bienestar de sus comunidades o de sus naciones.
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Desde que en 1961 nos liberamos de la dictadura de Trujillo, en el país se desataron todos los demonios de las ambiciones de la actividad política que había permanecido callada y aterrorizada sin sacar de sus raíces sus ambiciones. Creyeron ser los herederos idóneos y capacitados para desplazar a quienes en los años anteriores a esa fecha habían estado disfrutando en un poder mediatizado y temerosos para luego identificarse con la nueva clase política emergente surgida de las cenizas de la dictadura derribada.
Surgieron toda clase de entidades partidistas, desde la extrema derecha hasta la izquierda donde todo el mundo creyó que tenía un nicho para expresarse y dar rienda suelta a sus aspiraciones. Se creyeron lo que decía una frase popular que cada dominicano se creía un jefecito y sin Trujillo ya podían alcanzar sus sueños. La mayoría de los partidos quedaron integrados en sus cúpulas por una clase dirigente que no tenía el mas mínimo conocimiento de lo que era la actividad. No se conocía por la escasa difusión el ideario del Padre de la Patria Juan Pablo Duarte. Tan solo conocían lo que se llevaba a cabo durante los 31 años de la dictadura por el poderoso Partido Dominicano donde todo empleado estaba avasallado para mantenerse a ojos vista de sus superiores políticos que le dictaban las directrices de un comportamiento obediente al poder del dictador.
Esta esa es la herencia de la cual surgió la clase política post dictadura en una extraña y curiosa conformación donde no figuran en sus haberes pensar en el bien común. Los principios de luchar por el bienestar común es agua pasada por el molino sin tener la comprensión de lo que debe ser un político. Y esa deprimente clase política solo ve los objetivos de satisfacer sus ambiciones. Esto evita que ahora en la postpandemia debimos crecer mas y ser mas solidario con el país. Tal cosa no ha ocurrido y la situación es penosa por el comportamiento de una clase que no conoce lo que es la ciencia política.