Las poesías de Salomé Ureña están impregnadas de honda melancolía
La fecha fue propicia para la exaltación y el recuerdo. Discursos, loas correspondientes y como siempre, en el día de su nacimiento, la percepción de que todavía es necesario conocerla más. Redescubrirla, tal y como escribí hace dos años después de escuchar a Carmen Durán Jourdain, historiadora y maestra, enaltecer la vida y obra de Salomé Ureña Díaz.
El contexto socio político que determinó la personalidad de la poeta fue piedra de toque para comprender sus devaneos y pesares por una patria sufriente, recién estrenada y golpeada.
La hija de Nicolás Ureña de Mendoza y Gregoria Díaz de León, nació el 21 de octubre de 1850. Lectora precoz tuvo una educación inusual para las mujeres de su época. Fue alfabetizada por su madre y su padre condujo su formación, cual preceptor.
Escribía poemas desde los 15 años. Durán Jourdain comentó notas de la biografía escrita por Silveria Rodríguez, publicada en el año 1944, revisada por Pedro Henríquez Ureña.
Antes de la biografía citada el trabajo de Silveria Rodríguez había sido publicado en el Boletín de la Unión Panamericana en 1942, señal de la importancia del contenido y de la valoración a la investigación de la autora. “Las poesías de Salomé Ureña están impregnadas de honda melancolía.
Toda su tristeza proviene, no solo de su temperamento, sino principalmente del caos en que vivió su patria, siempre torturada por el triste pasado de la República… El fracaso moral del Gobierno de Meriño, afirma Silveria Rodríguez, le ocasionó profundo desconsuelo y sus cantos patrióticos sufren una crisis”.
Escribe “Sombras” y desde entonces, en muy raras ocasiones escribe versos. “Sombras” no es un vano alarde poético; es un adolorido grito de patriótica angustia: “que me cercan doquier sombras de muerte y rebosa en mi pecho la amargura”.
La biógrafa asegura que la decepción política fue estímulo “para la creación de un plantel educativo que contribuya a cambiar la sombría faz del país: el Instituto de Señoritas-1881-.”
Y es la faceta de educadora, pionera, visionaria, la impronta de Salomé, a veces envuelta en los velos del padre, del esposo, los hijos. Sus triunfos acompañados con apellido ajeno, pero sin amparo su desolación. Basta revisar sus cartas, publicadas en el Epistolario de la Familia Henríquez Ureña, para comprobar su temple hasta el momento de la despedida -6.03.1897-.
Desde su retiro en Puerto Plata, buscando aire para sus pulmones deshechos, escribe a la familia, cuenta pesares. Reclama al marido ausente. “Pancho: es admirable la habilidad que tienes para colocarte en el ara y ponerme en el escabel”.
En la colección está el detalle de sus penurias. En carta fechada en diciembre de 1896, el desconsuelo es patente: “Cuantos idilios solitarios. Nada me seduce, nada me encanta, el mundo ha desaparecido por completo y solo existe mi hogar entre las sombras de una noche infinita aguardando las claridades de la aurora”.
José Alcántara Almánzar, en Estudios de la Poesía Dominicana- Alfa y Omega 1979- afirma que Salomé es la primera mujer que escribe poemas a la patria. “La Patria fue su gran preocupación. Para el escritor, educador, sociólogo, Ureña Díaz es paradigma.
En el discurso pronunciado con motivo de la entrega del Premio Nacional de Literatura a Ángela Hernández – 2016- califica a Salomé autora de una obra prodigiosa que supera a las de sus modelos españoles y las de muchos de sus coetáneos, amén del ingente esfuerzo para impulsar la educación superior para mujeres en nuestro país y crear una conciencia de género en una sociedad patriarcal y atrasada.
El merecedor del Premio Nacional de Literatura 2009 dice: “Crio cuatro hijos prácticamente sola por la lejanía del marido que se había marchado a Europa en viaje de estudios, y padeció en carne propia las inconsecuencias de la patria en una terrible etapa de guerras, asonadas caudillistas y dictaduras. Pero nos legó una obra poética impecable que ha resistido el paso del tiempo, tallada a fuego lento en el dolor y con la esperanza en el porvenir.”