Colombo (Sri Lanka), 16/06/2021.- People undergo COVID-19 swab tests at a temporary test facility amid the coronavirus pandemic in Colombo, Sri Lanka, 16 June 2021. The Sri Lankan government has extended island-wide strict travel restrictions until 21 June in order to prevent the spread of coronavirus. Sri Lanka is currently in the midst of the third wave of the COVID-19 virus pandemic and the number of cases is increasing day by day. EFE/EPA/CHAMILA KARUNARATHNE
ODA A LA EZPERANZA, Pablo Neruda
«Crepúsculo marino,
en medio de mi vida,
las olas como uvas,
la soledad del cielo,
me llenas y desbordas,
todo el mar, todo el cielo,
movimiento y espacio,
los batallones blancos
de la espuma,
la tierra anaranjada,
la cintura incendiada
del sol en agonía,
tantos dones y dones,
aves que acuden a sus sueños,
y el mar, el mar,
aroma suspendido,
coro de sal sonora,
mientras tanto,
nosotros, los hombres,
junto al agua,
luchando y esperando,
junto al mar,
esperando.
Las olas dicen a la costa firme:
Todo será cumplido»
Hoy he reflexionado acerca de mis roles existenciales. La investigadora sabe que a través de la historia, la humanidad se ha tenido que enfrentar a muchas pandemias que han dejado una secuela de muertes y desolación. La más grande, hasta el momento, ha sido “La peste negra”, que llegó a Europa en el siglo XIV. Fue tan trágica que el pueblo bautizó como la “muerte negra”. Se inició en Italia y por ser tan altamente contagiosa se extendió rápidamente por toda Europa. Se calcula que murieron más de 200 millones de personas.
Todavía la historia no ha podido determinar exactamente qué provocó esta tragedia. La teoría más aceptada y extendida al momento fue que la extraña enfermedad la provocó el bacilo Yersinia pestis, que se transmitía a través de las pulgas de las ratas.
En el siglo XVIII apareció otra enfermedad infecciosa y mortal: la viruela, que afectaba los niños recién nacidos y que tenía una alta tasa de mortalidad. Se calcula que más de 400 mil recién nacidos morían cada año.
El siglo XX casi inició con una pandemia también infecciosa, otro virus mortal: la llamada “Gripe española” que se inició en Estados Unidos en el año 1918 y duró hasta 1920, llevándose consigo más de 40 millones de personas. Se denomina así por España, que no estaba imbuida en la Primera Guerra Mundial, no censuró la publicación de los informes de la enfermedad.
Después vino el SIDA en los años 80 del siglo XX. Atacaba fundamentalmente a la población homosexual, y mientras se buscaba un tratamiento, murieron cerca de 35 millones de personas.
Hoy tenemos la COVID 19, otra enfermedad infecciosa respiratoria, muy parecida a la “Gripe Española”. Nos tiene en vilo. Al 16 de junio había 177 millones de personas diagnosticadas con la enfermedad, y las muertes se calculan en 3.8 millones de personas. Nos ha favorecido el avance de la ciencia para que la tragedia no fuera mayor.
Así escribe la investigadora. La mujer, la hermana, la esposa, la madre, la suegra y la amiga, vive días aciagos, y su escritura, por tanto, no puede, no quiere ser tan imparcialmente objetiva. No esa otra dimensión mía está triste, profundamente triste.
La COVID 19, el maldito virus que ha puesto al mundo entero a sus pies, se ha llevado a mucha gente valiosa. Recientemente nuestro amado Padre Antonio (Ton) Lluberes falleció. Nos dejó su partida un gran vacío existencial. Éramos colegas, amigos y en momentos de angustia, mi consejero. Dos días antes de caer conversamos largamente de juntarnos, él sin saber que ya estaba infectado. Le envié como acordamos mi libro más reciente, La Mujer China del Dolor a la Esperanza, dedicado y todo.
Imagino que ese paquete se quedó en la casilla de la casa principal de los jesuitas. ¿Con quién voy a hablar de mis inquietudes sobre la Iglesia? ¿De filosofía e historia? Mi querido amigo sembró y lo recordaremos. Fue un educador a carta cabal, historiador minucioso y gerente enérgico, creativo y eficiente. Extrañaré tu sonrisa, tus llamadas para saber si trataba bien a tu amigo-hermano Damares.
Este maldito y poderoso monstruo nos ha tocado hondo en la familia. Varios miembros de nuestra familia se han infectado, pero han podido salir airosos. Ahora es mi hermano Ping Jan que se bate con el azotador bicho incoloro, inodoro e invisible. Lucha con todas sus fuerzas y nosotros estamos detrás, enviando las energías positivas para que se convierta en un verdadero “Guerrero de la Luz”, como denomina Paulo Coelho a los hombres y mujeres que no se dejan vencer ante la adversidad.
El virus es tan temible que la víctima tiene que estar aislada. No puede contar con el apoyo, el amor y el calor de su familia. Tiene que padecer en soledad. Sus miedos, temores, angustias tienen que ser consumidos en silencio, conversando consigo mismo, sin poder sentir el aliento y el abrazo de quienes lo aman y sufren también.
No entiendo cómo sigue la insensatez en muchas personas que olvidan las tragedias que están viviendo y que han vivido muchas familias aquí y en todas partes y se van de fiestas, y olvidan los protocolos; peor aún, no hacen conciencia de que las clínicas y los hospitales están repletos. Me lastima la inconsciencia con los médicos y las enfermeras, que están exhaustos y angustiados.
Hoy la investigadora no puede leer ni escribir de ningún tema. Prima el ser humano, y no quiere que le informen sobre ningún libro publicado. No me importan los artículos que debo escribir. Ni las conferencias que debo preparar. No, no, no, hoy solo quiero estar conmigo, mis angustias, mis tristezas, pero, sobre todo, con las esperanzas renovadas.
¡Qué diferente se percibe la vida cuando solo somos analistas objetivos y no víctimas indefensas de un monstruo que te atrapa casi desprevenida y desprotegida!
¡Oh, Dios! Apelo a la conciencia de los insensatos que están pregonando por el mundo la falsa libertad. Esos falsos demócratas solo son unos imbéciles vestidos de personas.
En defensa de unos supuestos derechos, no les importa que la pandemia se extienda. Pregonando el libre tránsito, viajan expandiendo el bicho de forma irresponsable. ¡Oh, Señor! ¡Oh, Señor! ¡Oh, Señor! No sé si pueda perdonarlos.
La vida se me va… Quién sabe a dónde
con la luz parte… Sigilosamente
de mí se aleja sin decir a dónde.
Lo mismo que un amigo
que me abandona sin decir palabra,
que me abandona en soledad conmigo.
Si le pregunto: ¿A dónde vas, a dónde?
se sonríe no más, plácidamente,
sin dejar de partir quién sabe a dónde.
Le grito con angustia:
Mírame aquí, viviente, vivo. ¿A dónde
quieres que te siga? -Y con risa mustia,
“Tú no eres yo” -doliente me responde. Balada (Gabriela Mistral)