En estos días, como es común, se ha dicho de todo de la recién electa Primer Ministro de Italia, Giorgia Meloni. “Fascista”, “ultraderechista”, “postfascista”, “populista”, “radical”, han sido algunos de los adjetivos otorgados por los medios de comunicación tradicionales a este fenómeno de la política europea, que ahora se convierte en un símbolo mundial de algo tan sencillo como el sentido común.
“Todo aquello que nos define es un enemigo en nuestros tiempos”, manifestó Meloni en un encuentro con su electorado, donde explicaba las amenazas que enfrenta Italia, pero que se pueden traducir a todo Occidente. “¿Por qué la familia es un enemigo? […] ¿por qué asusta tanto la familia?”, se cuestionaba la entonces candidata del partido Hermanos de Italia. Ella misma luego respondía: “Porque nos define; porque es nuestra identidad. Y todo aquello que nos define es un enemigo para aquellos que quieren que no tengamos una identidad, y que fuésemos los esclavos consumidores perfectos. Por eso atacan nuestra identidad nacional, nuestra identidad religiosa, atacan la identidad de género, y atacan la identidad de la familia. Para ellos, no puedo identificarme como Italiana, Cristiana, mujer y madre. Debo ser para ellos, ciudadana x, género x, pariente uno, pariente dos. Debo ser un número. Porque solamente siendo un número y al no tener identidad o raíces, seré el esclavo perfecto de los grandes intereses financieros”.
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Nada más cierto de la realidad. En los últimos años, Occidente se ha debilitado, perdiendo el espacio conquistado en el mundo como referente de la civilización. Los valores que nos forjaron como sociedad han sido relegados por inventos pseudo culturales que buscan imponerse en los medios, las plataformas digitales, las escuelas, los negocios y el entretenimiento.
Hace seis años iniciaron fenómenos electorales como Trump en Estados Unidos, el Brexit en Inglaterra, Bolsonaro en Brasil, Vox en España, entre otros, que propugnaba por el retorno a aquellos valores que nos forjaron y que forman parte de la esencia de las sociedades occidentales.
En el caso de América Latina, hemos sufrido un repunte de la izquierda: Boric en Chile, Castillo en Perú, Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela, Fernández en Argentina, entre otros. Estados Unidos continúa en una lucha interna ridícula, de temas banales, perdiendo así la perspectiva de los temas que una vez lo posicionaron como el “líder del mundo libre”.
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En Europa, aparenta lo contrario. Con la victoria de la derecha en Suecia, y ahora de Meloni en Italia, parece que una ola conservadora vendrá al viejo continente. Las elecciones italianas provocarán un “efecto Giorgia” en otros países.