En entregas anteriores señalábamos como inciso, el tema que hoy traemos a su atención, gracias a su importancia y necesidad social. Empoderar una sociedad para un mejor desarrollo y enseñar a los ciudadanos que las comunidades deben tomar la iniciativa de resolver sus problemas, sin esperar ayuda externa, es vital para el futuro, y más ahora cuando disponemos de acceso inmediato a la tecnología.
A través de la historia han existido herramientas o habilidades en algunas personas destacables que tocaron este tópico; pero es Paulo Freire, uno de los más influyentes teóricos de la educación del siglo XX, quien trae la filosofía del empoderamiento en los años 60 con el enfoque de la educación popular, vinculada a un proceso de reducción de la vulnerabilidad y en el incremento de las propias capacidades de los sectores pobres y marginados que conduce a promover entre ellos un desarrollo humano, justo y sostenible.
Cuando hacemos referencia al empoderamiento, es necesario enfatizar la responsabilidad, la comunicación, la confianza, el aprendizaje, las habilidades de las personas y la empatía con los otros.
Consideramos que el núcleo del empoderamiento es el cambio conductual de las personas. Está en nuestra naturaleza, como especie, en resistir al cambio y a lo nuevo. (Les invitamos a investigar este concepto en el libro icónico El corazón del cambio, de John Kotter y Dan Cohen). El neurocientífico Eduard Punset también se refiere a esta resistencia al cambio en sus libros y su programa de televisión Redes.
Cada día tenemos que lograr que más personas tomen conciencia de que estamos en una crisis y debemos adoptar medidas que contribuyan al desarrollo sostenible, y de este modo, realicemos los profundos cambios de paradigmas y mentalidad arcaica que impiden una sociedad económicamente vibrante y socialmente justa.
La misión de la universidad de Texas A&M, que nos orientaba en los años de 1966-1970, consideraba que solo se podría enfrentar la pobreza extrema implementando el proceso de empoderamiento. Recuerdo que, dentro de esa propuesta, se decidió que se construyera una escuela en una comunidad rural de Mao. Reunimos la población, les explicamos el proceso; lo aceptaron. Se les envió el ingeniero y los materiales, ellos pusieron la mano de obra, sin costo, y alcanzaron su objetivo. Aumentaron grandemente su autoestima, y lograron un resultado inesperado: un incremento considerable de su producción agropecuaria sin recibir ayuda ni del gobierno ni de terceros.
El detalle que establece la diferencia en cada uno de nosotros, y con el que se inicia el empoderamiento, es la autoestima. En estos días, la humanidad se ha enfocado tanto en la lucha en contra de los resultados de la falta de autoestima como en la pobreza, las guerras, los embarazos en las adolescentes; pero dejan inadvertidas las causas: tratar de curar los efectos sin curar la fuente.
La autoestima es el resultado de poner en balance lo que verdaderamente somos. La buena noticia es que, si aceptamos el resultado, podemos cambiarlo y, por tanto, mejoraremos. En la actualidad, las personas prefieren no actuar, ya sea por procrastinar o por aceptar las decisiones que toman las élites políticas, económicas y sociales.
Vivimos en la época del inmediatismo, nos conformamos con el status quo, aunque con ello afectamos gravemente nuestro futuro mediato, y a largo plazo. Es por esa situación que resulta fundamental fortalecer el empoderamiento de la sociedad, porque crea la autoestima, que es el combustible esencial para que una nación progrese rápidamente, logrando así el incremento del capital humano, fuente esencial de la liberación emocional y espiritual de un pueblo.
Los dejamos con las palabras de Friedrich Nietzsche que expone, claramente, los defectos de una sociedad desapoderada: ¡El que no es dueño de sí mismo, está condenado a obedecer!
En los próximos artículos, trataremos la autoestima y la confianza ciudadana: atributos esenciales para empoderar a una nación.
Investigadora asociada: Natalia Dorca.