El encanto costarricense por el “pura vida”

El encanto costarricense por el “pura vida”

Por Víctor Borge

Desde finales de los años 90, la idea de construir una marca-país ha prosperado y se ha expandido en todas las latitudes, inclusive la latinoamericana. Brasil se esfuerza por ser el gigante económico y diplomático asociado a la eterna imagen de “hombre cordial”; Chile, por ser un destino de estabilidad y aventuras; Perú, por su herencia incaica y su combinación de misterio ancestral con paisajes míticos y épicos. En el caso de Costa Rica, la conexión implícita de principal atributo nacional se da no con características geográficas, legado histórico o realizaciones económicas, y sí con la filosofía de vida conocida como “pura vida”.

Los usos del “pura vida” son muchos, desde saludar y despedirse hasta para referirse al estado de ánimo. El “pura vida” se ha vuelto parte del ADN costarricense; sin embargo, no existe un acuerdo acerca de su origen. Algunos investigadores han referido su origen a los primeros habitantes europeos que se radicaron y que usaron esas dos palabras para describir el territorio, al igual que al nombre del país, Costa Rica. Una de las líneas recientemente citadas hace hilo a la película mexicana de 1956 Pura vida, actuada por el actor Antonio Espino Clavillazo, según una investigación del filólogo y lingüista Víctor Sánchez Corrales. Pero, como hemos dicho al principio, no hay un acuerdo común a su origen: simplemente es parte del estilo de vida.

La consultoría Borge y Asociados, con sede en San José, realizó un estudio preguntando a los costarricenses sobre los valores que reflejaban la expresión e idiosincrasia nacional conocidas como el “pura vida”; el 41 % indicó que representaba “bienestar” y el 10 % “alegría”. Un país próspero no es solo aquel en el que se crea riqueza económica, sino uno en donde su población vive en un estado de bienestar integral. Luego de 1948 Costa Rica ha sido un país pionero en el desarrollo exitoso de políticas públicas que promovieron durante décadas el “estado de bienestar”, lo que dio como resultado la seguridad y confort material y social de sus habitantes.

Esa dimensión supraeconómica del bienestar caracteriza la nueva onda de investigaciones sobre los factores de realización personal y colectiva en cada país. Según el National Wellness Institute (NWI) de los Estados Unidos, el bienestar pasa básicamente por “funcionar o actuar de manera adecuada en el entorno en el que vivimos”, pero para llegar a esto se deben fortalecer diferentes aspectos. En el caso del NWI, se plantea enfocarse en seis pilares: el bienestar espiritual, físico, intelectual, laboral, emocional y social.

Cabe preguntarse, sin caer en ingenuidades: si la omnipresencia del “pura vida” captura la vivencia y aspiración al “bienestar”, ¿por qué ese beneficio o cualidad no es tan palpable en nuestra cotidianeidad? La misma encuesta de Borge y Asociados indica que existe una expectativa de realización personal asociada al plano de la espiritualidad (42 %), seguida de lejos por la satisfacción emocional (19 %). Ya a nivel de país, esa aspiración a la espiritualidad es más alta (49 %), seguida por la relevancia del plano laboral (22 %), para completar la imagen de “bienestar”.

Dada la importancia de la dimensión de la espiritualidad, el estudio profundizó su entendimiento, buscando saber hasta qué punto esa noción coincide con la trabajada por las investigaciones globales como la del NWI. Para este trabajo, la “espiritualidad” se lee como “cuando una persona aprende a vivir cada día de su vida siendo coherente con sus valores y creencias, así como respetando los valores y creencias de los demás”. En definitiva, una noción muy terrenal de reciprocidad respetuosa como: “Tratar a los demás como me gustaría ser tratado”.

Según el sondeo, más de 8 de cada 10 costarricenses se sienten plenos en el aspecto espiritual, atribuyéndole un grado alto de realización. Enseguida viene el plano intelectual, donde 7 de cada 10 costarricenses se autoperciben como satisfechos, dejando transparente la vigencia de ese aspecto de su vivencia de bienestar. A continuación, le siguen las dimensiones emocional y social, donde poco más de dos tercios de los nacionales entrevistados se sienten plenos. En un distante último lugar, con tan solo mitad (menos del 54%) de la población expresando satisfacción, surge la dimensión laboral.

La vigencia de los aspectos materiales viabilizadores de la realización en ámbitos más abstractos como el emocional, intelectual o espiritual no puede ser descartada. La noción de “pura vida” podrá tener un componente filosófico y de estilo de vida o modo de mirar y reflexionar sobre la realidad circundante, pero eso no deja de enraizarla en una base material facilitadora de vivencias plenas como la que otorga la posibilidad de estar incluido en el mercado laboral-profesional.

El mensaje para los líderes nacionales es muy claro. Los costarricense huyen de la retórica incendiaria y polarizadora de sus vecinos gracias a la entronización de una lectura espiritual e intelectual de sus vidas, pero no por ello son inmunes a sentirse incómodos y preocupados con aspectos más palpables de sus existencias como el ocupacional. La necesidad de equilibrar los varios aspectos relevantes para una vida plena sigue vigente.