Tras conocerse el fallo de la segunda sala de la Suprema Corte de Justicia, que concedió “no ha lugar” al Senador Félix Bautista y compartes, el Procurador General, Francisco Domínguez Brito, expresó que “esa alta corte “no le merece credibilidad para continuar con el proceso”, calificando la sentencia absolutoria de “nefasta” y contraria a la lucha anticorrupción.
Se infiere de tan amarga y desconcertante declaración, que el titular del Ministerio Publico ha desistido de andar el último tramo jurídico de su apelación, en este caso ante el pleno de la Suprema Corte de Justicia, a cuyo presidente, el doctor Mariano Germán, enfrentó públicamente acusando al alto tribunal de parcialidad.
Al parecer, Domínguez Brito tiene una concepción fanatizada de la Justicia, según la cual, el único camino expedito para los acusados bajo su jurisdicción es la condena pura y simple, obviando incluso el principio universal de derechos humanos de que “una persona es inocente hasta que se pruebe lo contrario”.
Y fue precisamente en ese aspecto de la cuestión donde fracasó el equipo de fiscales que revivió el expediente contra Bautista, previamente archivado por orden de un juez competente, sobre alegados actos de corrupción y lavado de activos.
Como dice el prominente jurista Félix Damián Olivares al destacar la importancia del fallo dado a favor de su cliente: “las acusaciones aventureras, no fundamentadas”, son una forma de socavar los esfuerzos contra la corrupción y la impunidad.
El errático proceder del Procurador empezó cuando armó desde las redes sociales una cruzada con la finalidad de que la opinión pública condenara a Bautista, antes de que la justicia emitiera su dictamen en un juicio público, oral y contradictorio. Los errores favorecen al inculpado.
Descalificar a la Justicia, tras la derrota, no es de justos.