Por José Carlos Guerrero
Según la famosa obra “Leviatán” del destacado filósofo inglés, Thomas Hobbes, el Estado de bienestar supone un pacto social que involucra un alto nivel de conciencia ciudadana, marcando un rumbo claro, donde la gran mayoría impulsa en la misma causa y dirección, donde deberían existir mecanismos robustos de seguridad para contrarrestar la violación de las normas que garantizan el correcto desempeño del status quo.
Este arquetipo de Estados, suele funcionar sumamente bien en países desarrollados, en virtud de que estos pueden garantizar la cobertura de las necesidades básicas, por medio de una fuerte carga impositiva que se retribuye en forma de servicios a la población. En tal sentido, los problemas que afectan a los ciudadanos de países “primermundistas” no son los mismos de los países en vías de desarrollo, de hecho, hay un gran abismo que separa los derechos que se reclaman frecuentemente en los países que ya resolvieron sus problemas básicos y en los que siguen sin resolverlos.
Puede leer: El desorden negociado en sociedades desbordadas
Para la supervivencia del Estado de bienestar, es necesario mantener una renovación constante de políticas públicas que se ajusten a los tiempos y que fluyan necesariamente en consonancia con las fluctuaciones económicas.
Ahora bien, dependiendo de la tipología de Estado que abracen los países, la cosa pública se maneja totalmente distinta, para ponerlo en perspectiva, se pueden referenciar los siguientes modelos, a saber:
Estado subsidiario: fundado sobre la pase de los postulados neoclásicos, que se orienta a cuidar el derecho a la propiedad, velar e impulsar el buen desarrollo de las relaciones comerciales y mercantiles del sector privado, garantizar las reglas del juego claras, desarrolla una serie de incentivos para dinamizar la producción y, con ello, la economía, procura el respeto por el medio ambiente, sobre todo, en los últimos años y garantiza un buen clima de negocios y seguridad jurídica para los inversionistas. Este es el modelo que se ha venido implementando históricamente en los Estados Unidos, hasta convertirse en un paradigma para los Estados neoliberales.
Estado benefactor: el cual se encarga de distribuir la riqueza e invertir muchos recursos en la solución de los principales problemas sociales que son comunes a los ciudadanos, a través de iniciativas públicas que suelen incluir subsidios y ayudas sociales. En este caso se puede ver el ejemplo de Suecia, un país que tradicionalmente ha priorizado el goce pleno de las garantías fundamentales y los derechos básicos inherentes a los ciudadanos, destacándose por su gran inversión en los servicios públicos como la educación, salud y ayudas sociales, para asegurar el disfrute de una alta calidad de vida a sus ciudadanos.
Estado posibilitador: en este caso, los gobiernos tienen diferentes formas de tomar medidas de subir o bajar la carga de impuestos, los subsidios gubernamentales, concediendo solo lo necesario y con una intervención menor, brindando las facilidades para el desarrollo del sector privado. Este es el sistema que se implementa en Singapur, donde el gobierno mantiene un buen esquema de incentivos para la inversión mientras maneja una baja carga fiscal, lo que pone, en gran medida, el desarrollo económico en manos del sector privado.
En cualquier caso, las medidas para garantizar la supervivencia del paradigma de Estado de bienestar casi siempre se inclinan por replantear la política económica y la distribución del presupuesto, con un estricto control del gasto público, priorizando las inversiones por importancia, velando por la ética y la transparencia en el manejo de los fondos; mantener una constante generación de empleos, incluyendo la creación de mecanismos para la adquisición del primer empleo; invertir en investigación y fomentar el desarrollo del emprendimiento con prerrogativas para las micro, pequeñas y medianas empresas, eso debería contribuir a evitar la fuga de cerebros que huyen en busca de mejores oportunidades; y haciendo alianzas estratégicas con otros países para asegurar el intercambio de productos en condiciones favorables que permitan aprovechar así, las ventajas que ofrece la globalización en el marco del escenario geopolítico del mundo actual.
El autor es catedrático universitario, politólogo y especialista en Relaciones Internacionales.