De entrada aclaro que no les hablaré hoy de filosofía o del estoicismo tan de moda en estos tiempos que llamamos posmodernos, aunque estoy seguro que al terminar de leer esta entrega entenderán porqué el título resulta apropiado. Según estadísticas de la Dirección General de Migración, hasta el lunes 1 de diciembre las autoridades habían deportado un total de 71,124 nacionales haitianos desde que el gobierno anunció, en octubre pasado, las deportaciones masivas. Esas mismas estadísticas indican que en lo que va del 2024 República Dominicana ha deportado a 253,388 extranjeros en situación irregular, en su inmensa mayoría ciudadanos del vecino país.

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Pero esas estadísticas no permiten saber cuántos de esos repatriados ya lo habían sido antes ni en cuántas ocasiones, pues es de todos conocido, tanto aquí como en la zona fronteriza, que por un lado los sacan los agentes de Migración, pero por el otro los vuelven a traer las mafias que operan a ambos lados de la línea divisoria; siempre y cuando, claro está, tengan con qué pagar el viaje de regreso. (El otro día vi a una ciudadana haitiana residente en Dajabón confesar, en una entrevista por televisión, que había sido deportada seis veces y las seis veces regresó).

Cuando leemos casi todos los días en los periódicos sobre el apresamiento de ciudadanos dominicanos apresados y sometidos a la justicia por transportar haitianos, lo que estamos viendo es que el flujo de inmigrantes desde el país vecino no se ha detenido aunque los guardias y Migración digan lo contrario; y así seguirá ocurriendo porque hay un mercado laboral que los necesita y demanda, además de que es un buen negocio traficarlos. Es por eso que al leer las estadísticas de la Dirección General de Migración solo atiné a preguntarme cuántos de esos haitianos regresaron ya al país o lo harán mañana, pues para nuestros desesperados vecinos no hay otra opción de vida que no sea retornar una y otra vez a la tierra prometida de la que han sido expulsados.