El martes 15 de noviembre de 2022, en el Leopold Museum de Viena, Austria, fue día de entrada gratuita, gracias a los auspicios del grupo petrolero austríaco OMV. Poco después de las 10:00 am, el museo fue víctima de un ataque por parte de activistas ecologistas que rociaron un líquido negro sobre la obra pictórica “Muerte y vida”, ejecutada entre 1910 y 1915 por el famoso artista austríaco Gustav Klimt (1862-1918), exponente icónico de las primeras vanguardias europeas del siglo XX y de la modernidad artística en Occidente.
Dos miembros del grupo Letzte Generation (Última Generación), integrado por activistas ecologistas alemanes y austríacos, agredieron la obra maestra de Gustav Klimt, antes de ser detenidos por un empleado del museo. “Nos precipitamos hacia un infierno climático. Cesen la destrucción con los nuevos pozos petroleros y la explotación de los combustibles fósiles”, vociferó uno de ellos, exhibiéndose con su triste mueca de bestialidad y cobardía.
Las agresiones de los activistas ecologistas europeos a obras de arte famosas se disparan a partir del 29 de mayo de 2022, cuando un sujeto disfrazado de anciana en silla de ruedas lanzó una tarta a “La Gioconda” de Leonardo da Vinci en el Museo del Louvre a la vez que se desgañitaba vociferando contra la crisis climática global. Tras el impacto mediática del tartazo a “La Monna Lisa”, en julio del mismo año, dos extraviados exhibicionistas de “Ultima Generación” pegaron sus manos con pegamento transparente al cristal protector de “La Primavera”, con toda seguridad, la obra más célebre del genial renacentista italiano Sandro Botticelli y joya magnífica de la Galería degli Uffizi en Florencia, Italia.
El 8 de octubre, en la National Gallery of Victoria de Melbourne, Australia, una pareja de atronados y pimpantes “vivebien” del grupo “Extinction Rebellion”, pegaban sus manos de igual manera encima de la obra “Masacre en Corea” de Pablo Picasso, durante la exposición “El siglo de Pecasso”, como “protesta” por la “falta de medidas de los Gobiernos contra el cambio climático”.
Seis días después, dos jóvenes “sleepyheads”-niños dormilones-del grupo “Just Stop Oil”, arrojaban dos latas de sopa de tomate a la pintura “Los girasoles” de Vincent van Gogh en la National Gallery de Londres, esta vez contra el Gobierno británico por autorizar el método “fracking” de extracción de gas y petróleo. La obra estaba correctamente protegida por un cristal y no sufrió ningún daño.
Los ataques de “Ultima Generación” al patrimonio artístico de la humanidad siguieron el domingo 23 de octubre en el Museo Barberini de Potsdam, Alemania, cuando dos de sus miembros lanzaron puré de papa a la obra “Les Meules” (Los almiares), una de las obras más importantes y cotizadas del gran maestro francés del impresionismo Claude Monet.
El viernes 4 de noviembre, en el Museo del Palacio Bonaparte en Roma, Italia, tres jóvenes “baby faces”-de “Ultima Generación”, arrojaron sopa de vegetales a la pintura “El sembrador”, ejecutada en 1888 por el genio holandés Vincent van Gogh y la cual representa a un agricultor sembrando la tierra bajo el sol. Al día siguiente, dos jóvenes y saludables “ecoterroristas de 18 y 21 años, miembros del grupo “Futuro Vegetal”, atacaron “La Maja Vestida” y “La Maja Desnuda” del eminente artista español Francisco de Goya, pegándose a los marcos de las obras como “protesta” por la crisis climática.
El miércoles 14 de junio del año en curso, la oleada de acciones vandálicas contra el patrimonio artístico, cultural y espiritual de la humanidad, prosiguió en Suecia cuando dos activistas de la agrupación “Restore Wetlands” (Restaurar Humedales), atacaron con pintura roja la obra “El jardín del artista en Giverny”, ejecutada por Monet en el año 1900 y la cual formaba parte de una exposición que se presentaba el Museo Nacional de Estocolmo. Ambas agresoras, fueron detenidas de inmediato por la policía, mientras reclamaban “conciencia” ante el la inminencia del posapocalipsis climático.
Tal como ellos mismos lo han avisado, en el futuro inmediato, los ataques contra las obras de arte que forman parte de la memoria y el imaginario colectivo de la humanidad es seguro que se repetirán, incluso contra las expresiones más críticas del arte contemporáneo. Pero, los ataques no solo serán protagonizados por los “activistas del clima”, sino también por los sectarios de la violencia, la intolerancia y la nueva barbarie que infectan nuestro tiempo.
Y aunque en Alemania, las autoridades de la Kunsthalle de Hamburgo, proclamen su solidaridad con el vandalismo orgiástico de los nuevos bárbaros, la realidad es que estas acciones devienen en puras performances que solo muestran la anomia social, la desesperanza colectiva y el exhibicionismo crónico que también definen la bestial espectacularidad del instante posmoderno…