Con creciente dureza en los intercambios verbales entre liderazgos partidarios, el lado oficialista pone énfasis en mantener en primer plano las controversiales huellas que en los registros del discurrir nacional habrían dejado los anteriores administradores de la Cosa Pública presagiados a ser en el 2024 sus contendientes electorales con pretensiones de retorno al poder mientras vibran encausamientos por corrupción que con ellos conectan.
Desde el litoral oposicionista de las siglas PLD, situado más continuamente como blanco de las arreciadas acciones del Ministerio Público por alegados delitos de Estado, las respuestas al pregón de incriminaciones están dirigidas a denunciar y magnificar lo que describen como desaciertos de las actuales políticas públicas.
Las denuncian como “favorables a los ricos”, “contrarias al desarrollo de la agricultura” y de “privilegios” para los importadores, entre otros pronunciamientos con los que atribuyen incompetencia a quienes ahora ejercen el poder con algunos de sus integrantes originales ya vaticinados para acusaciones, cancelados o puestos tras las rejas.
Los oposicionistas juegan a que los hechos frescos, recientes, de candente actualidad y casi al alcance de las manos, serían los que más rápidamente aparecerían en los dominios de Google y en otros rincones por husmear en busca de destapes de escándalos que guarden algún parecido a los que han estallado de cuatrienios anteriores.
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¡CHIST! Bajen La voz
Pero también está en pleno uso por figuras señeras de los morados y ex-morados, la cremallera labial que omite abordar el tema de la judicialización en grande que llega acompañada de filtraciones documentadas a los medios para ilustrar a la opinión pública sobre los enriquecimientos ilícitos que se invocan en estrado y que los fiscales tratan de probar.
Rebatir cargos con la viva retórica y argumentaciones que corresponderían a quienes se consideren desvinculados de violaciones a la ley, y sería lógico que apelen a discursos defensivos de batalla, no ha estado en su agenda. Y prefieren insistir en que, en todo caso, las culpas son personales.
Han mantenido bajo la fría loza del silencio todo lo que tenga que ver con expedientes, como si nada tuvieran que ver con ellos a pesar de la notoriedad de los vínculos familiares. Está por verse hasta qué punto abstenerse de enfrentar con contundencia de argumentos los cuestionamientos a la pasada gestión reportaría capital político.
HACE, INICIA, POSPONE
El Gobierno, invariablemente, defiende su imagen imprimiendo resonancia a la puesta en servicio de sus realizaciones sin dejar fuera de alharacas las que anuncia o emprende con “palazos” ceremoniales de revuelo que deberían reservarse para las inauguraciones de obras propiamente dichas para no excederse en las auto alabanzas que mueven a la desconfianza.
Unas autoridades que no se duermen en compartir el júbilo de iniciativas privadas, medianas y grandotas, con exhibición de palas tricolores y cortes de cintas primorosas, con lo cual el presidente Luis Abinader parece aspirar a una permanente asociación de su nombre con los signos de progreso aunque no le cuesten un centavo al Erario. Tanto esfuerzo por lucir bien no podría tener como único destino el cofre de los recuerdos familiares.
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El recurso, de vieja data, de reservarse para el último momento oficializar la aspiración a permanecer en el solio con su mismo tren gubernativo en el que brillan estrellas inamovibles, es una forma de callar mientras los hechos y el frenesí de las divulgaciones dejan fuera de toda duda que la figura presidencial más mediática en mucho tiempo está lanzada a quedarse por cuatro años más… y después hablamos.
Se trata de un primer mandatario que de manera sistemática, y con los oídos bien abiertos, extrae con rapidez como as de manga decisiones de ejecutorias nuevas en respuesta a las críticas que tienden a empañar su gestión, velando por sus objetivos con continuidad, innegablemente.
Difícilmente pasaría con él, políticamente hablando, lo del camarón que se deja llevar por la corriente. Se lo llevaría, en todo caso, un golpe de tsunami impulsado por disgustos de los gobernados llamados a convertirse en votantes y que en este momento se siente sumidos en apagones, inflación y recrudecimiento de la delincuencia.
FALLAS A LA VISTA
Con cierta frecuencia al Gobierno se le critica a partir de realidades, lo que él mismo confirmó en el caso particular de la agricultura con su rápido lanzamiento esta misma semana de un programa descrito como ambicioso y que parecería destinado a sembrar hasta los bordes de las carreteras y los callejones no pavimentados.
Esto se anuncia después de alarmantes reportes de rezago en el renglón agropecuario que en dos años consecutivos de esta administración descendió de crecimiento en un 2.6 primeramente y después en un 2% mientras otras áreas de la economía se expandían.
Con la autoridad ganada por la objetividad de sus críticas y formación académica, el ex gobernador del Banco Central, Guillermo Caram, se muestra en vías de completar un dosier de resultados deplorables en la economía que incluyen, a partir de estadísticas oficiales, certificaciones de que la deuda pública del país creció siete veces más rápidamente que la producción, un pésimo augurio para el país.
Apunta también que el gasto corriente del 2021 superó en 24 mil millones los ingresos corrientes y por cada peso invertido se gastaron 15 en partidas corrientes persistiendo serias distorsiones en el sistema financiero y desajustes en el orden fiscal, año en el que además la balanza de pagos requirió US$2.7 mil millones de endeudamiento para nivelarse, más del doble del 2019.
Es como si la economía marchara por un plano inclinado hacia una situación peor.