El fuego del siglo XXI (3/3)

El fuego del siglo XXI (3/3)

“Al doctor Rafael Lantigua,
eminente ejemplo de nuestra diáspora”
Los grandes avances en el campo de la Inteligencia Artificial se deben a la madurez alcanzada por revoluciones tecnológicas: Big Data y la computación en las nubes. El IDC proyecta que la cantidad de datos globales superará los 163 zettabytes para el 2025, lo que equivale a 300 millones de fotos. Por esta razón, actualmente, contamos con suficiente información para entrenar toda clase de algoritmos y descubrir un sinfín de patrones que nos permitirán automatizar y comprender mejor las distintas maneras de proceder del ser humano.
Muchas personas se preocupan por la Inteligencia Artificial en nuestras vidas, ya que piensan que, al final, los robots reemplazarán a las personas y no tendremos empleos. Pero, de acuerdo con Forbes, en 2020, Inteligencia Artificial se convertirá en un motivador neto de trabajo positivo: la creación de 2.3 millones de puestos de trabajo, eliminando solo 1.8 millones de puestos de trabajo. Nos referimos al de 2020, solo 2 años. ¿Qué oportunidades nos puede traer en 30 años?…
(Dado que el tema de la Inteligencia Artificial es tan amplio y con tantas expectativas de futuro, consideramos pertinente dedicar nuestras próximas publicaciones a ese extraordinario nuevo mundo).
Un caso: Estonia, que cuenta con una extensión geográfica similar a la nuestra, a pesar de haber estado intervenida por la Unión Soviética hasta el 2010, y que su desarrollo se había visto limitado hasta ese momento, apenas con 1.3 millones de habitantes, mantuvo, de una manera subrepticia durante la ocupación, la aplicación de un populismo progresivo sustentado en un profundo sentido de inclusión, una orientación de solidaridad social, una conciencia colaborativa y frugal. Bajo circunstancias terriblemente difíciles, continuaron aplicando lo que ha sido durante todo el siglo pasado, un proceso permanente de empoderamiento digital y ciudadano, lo que ha hecho que hoy en día sea la nación más digitalizada del mundo.
Estamos ante conflictos mundiales por supremacías económicas, políticas, comerciales y tecnológicas. Es aquí donde llegan las ambiciones a formar parte de la ecuación de estas “guerras” de poderío. Adicional a la ya conocida “Guerra Comercial (TradeWar)” se encuentra la “Guerra de los Chips”. Recientemente, The Economist publicó un artículo en donde establece un nuevo campo de batalla: los semiconductores. La industria de chips es donde el liderazgo industrial de Estados Unidos y las ambiciones de superpotencia de China se enfrentan más directamente.
Esto se debe a que los chips de computadora son los cimientos de la economía digital y la seguridad nacional. Los vehículos se han convertido en ordenadores sobre ruedas y los bancos son computadoras que mueven dinero.
La apuesta de China para convertirse en una potencia de semiconductores global está programada de manera adecuada. Durante décadas, la industria de chips se ha visto impulsada por la ley de Moore, según la cual las capacidades de un chip de un tamaño determinado se duplican cada dos años. Pero la ley de Moore está llegando a sus límites físicos. A medida que todos saltan a las nuevas tecnologías, desde la computación cuántica a los chips especializados de Inteligencia Artificial, China tiene gran oportunidad de ponerse al día.
Estados Unidos ha puesto resistencia a la inclusión de China en la investigación artificial. Ha reaccionado intentando ralentizar el progreso de su rival. En 2015, por ejemplo, prohibió la venta de chips de gama alta fabricados por Intel, la segunda empresa de semiconductores más grande del mundo, a laboratorios chinos que diseñan supercomputadoras. Ha frustrado las adquisiciones de empresas estadounidenses por parte de empresas chinas.
A manera de conclusión, la revolución tecnológica es un fenómeno imparable, un hecho definitivo. Cada día aparecen nuevos descubrimientos y se experimentan distintos avances que cambian nuestras vidas, así como el mundo. La tecnología manejada de la manera adecuada puede significar grandes beneficios para las personas, las empresas y para todos los países. ¡Estemos atentos!
Tal como dice el gran científico Isaac Asimov: “Es el cambio, el cambio profundo y continuo, el cambio inevitable, el factor dominante de estos tiempos”.

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