El gran impulso que debe darse al transporte

El gran impulso que debe darse al transporte

El gran impulso que debe darse al transporte. Una mirada desde el presente, ya de por sí deplorable en la materia, a las formas con las que habría que contar para los desplazamientos de masas humanas en ciudades de crecimiento desbordado, horizontal y verticalmente, convencería al más desavisado de que el individualismo motorizado y de ínfimo aporte numérico llevaría a Santo Domingo a un mayor caos de tránsito y a unos costos exorbitantes en consumos contaminantes de combustibles y del precioso tiempo que se pierde en los trayectos.

En horas pico, y en las que no lo son incluso, se discurre entre nubes de motociclistas con una o dos personas en sus lomos, pero también coincidiendo unas veces con autos públicos desastrosos y otras con los de categorías altas y lujosas con poquísimo ocupantes; en ocasiones, solo con el conductor y algún acompañante.

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Confluyen por estas vías de tormentosos congestionamientos dos extremos que mueven a la gente a cuentagotas: el disparate del motociclismo para pasajeros que frecuentemente conduce a la muerte y el uso de autos en rutas para viajeros (en vez de ser solo taxis) que han llevado al descrédito el concepto concho, que tanto parece una malapalabra y hasta llega a serlo.

Para el Gran Santo Domingo queda, como única alternativa, elevar a todo dar la opción de ocupar asientos en trenes, metros y autobuses; con seguridad, comodidad y fluidez para no quedar atrapado por esas calles de Dios en una desbordada calamidad urbana.