El amor de abuelo, al decir de los abuelos, es indescriptible. Es amar de una forma más sosegada. Amor, aceptación y hasta complicidad que dejan huellas, muchas veces indelebles, en la vida y personalidad de un nieto.
Sobre la relación abuelo- nieto hay miles de historias que contar, pero existen algunas muy singulares: la abuela Rosa Altagracia Díaz y su nieto Wilson Junior Then Ferreira son protagonistas de una de estas.
Doña Altagracia es una mujer de campo, mocana, de familia humilde, sin títulos universitarios, comerciante -de oficio- y con el mayor orgullo de ser madre de cuatro hijos y abuela de siete nietos, entre ellos Wilson, un joven de 25 años de edad, quien hace 11, se enteró que tiene la condición de autismo, una realidad que impedía entender el porqué de muchos por qué.
Conocí a un Wilson ‘orador’, fue invitado por la Fundación Manos Unidas por Autismo a formar parte de su intervención en la Semana de Concienciación sobre el Autismo realizada en Ágora Mall, en abril pasado, donde el joven pintor Fernando Gabriel Quiroz Flaviá, con su exposición ‘Multiverso de Colores’ dio apertura y fue eje inspirador.
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Con un tono de voz pausado, palabras de encaje perfecto y, por demás, taladrantes (en el mejor sentido de la palabra) en mentes y corazones, Wilson habló ante los presentes sobre qué siente una persona con la condición de autismo. Le acompañaba su orgullosa abuela, y ahí surgió la idea de hacer este relato.
Que diferencia se siente al escuchar los sentimientos y no a la distante y, a veces, incomprendida Ciencia. La vida de Wilson, como la de cualquier otra persona con la condición de autismo, no ha sido fácil, así lo expresa. Sin embargo, no permite que las circunstancias que giran en su contra les llenen su vida de amargura. El amor que recibe de su familia le sirve de coraza e impulso para conducirse en su día a día.
En todos los capítulos de su vida, su abuela ha jugado un papel estelar.
En una parte de su relato nos transporta a 11 años atrás, cuando Wilson y la familia reciben el diagnóstico. No hubo duelo, como ocurre en estos casos, al decir de doña Altagracia: “Fue un momento de alivio al ya saber qué era lo que tenía. Él sabía que era diferente pero no entendía qué pasaba. Como familia lo apoyamos en el proceso”.
Desde pequeño – continúa su relato- mostraba retraso en el habla, caminó al año y tres meses, no entendía varios mandatos juntos, su motricidad fina y gruesa era torpes, hablaba de manera ‘encajonada’ y aunque no tenía un diagnóstico específico se le dio terapias de habla, aprendizaje y conductual. Además, concluyó su escolaridad, pero con muchos inconvenientes con sus compañeros, que no entendía ni lo entendían.
Hoy día, Wilson está claro sobre quién es, los por qué de sus conductas y qué quiere lograr en la vida. Es chef, estudió Cocina en el Instituto AyB Master y Repostería en el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional (Infotep); hace cinco años tiene su propio negocio de postres, “Sarthen postres”, (@sarthen_rd ), un nombre compuesto con sartén, (la herramienta de cocina y uno de sus apellidos). ¿Y… adivinen quién compra los primeros postres que salen del horno?
“Preparo alfajores, brownies, deditos de novia, empanaditas de guayaba, polvorones, galletas de avena, mousse de limón, tres leches, bizcocho de zanahoria y red velvet … y los vendo en diferentes salones de belleza, barberías y a través de las redes”, dice con entusiasmo.
Quién es Wilson, le preguntamos, a lo que contestó: “Creo que soy una buena persona, inocente, divertido que a veces tiene dificultades en muchas cosas, como acercarme más a las personas o comunicar efectivamente lo que siento, pero siempre dispuesto a disfrutar de las buenas y pequeñas cosas de la vida. Soy un soñador que quiere alcanzar grandes metas. Me considero muy curioso”.
Qué significa tu abuela : “Ella significa un espacio donde apoyarme. Es alguien que siempre le da todo a uno. Me dice lo que está bien y lo que no, pero con buena intención, y es alguien que siempre me ama y va a estar ahí siempre”, expresa con inocencia.
Cuando el abuelo murió, Wilson fue para doña Altagracia el soporte inesperado: “Uyyyyyy!!!!! eran unos abrazos intensos. Me decía que no me preocupara, que aunque él no podía sentir lo que yo sentía le dolía verme sufriendo. Estuvo siempre para mí”, nos revela la cariñosa abuela, quien además nos dijo: “No tengo palabras para definir lo que siento por él, es un amor demasiado especial.
Por este inmenso amor, doña Altagracia desea un mejor país para su nieto, pero no sólo para él, piensa además en todas las personas con la condición y en aquellas que aún no han sido diagnosticadas. Le gustaría que tengan oportunidades laborales, que puedan desarrollarse y sentirse útiles, que puedan hacer amigos y disfrutar de la vida.