PARÍS — Hizo falta un incendio que casi destruyó la famosa catedral de París para revelar un vacío en las regulaciones globales de seguridad para el plomo, un material de construcción tóxico presente en muchas ciudades antiguas.
Después de que el incendio de Notre Dame en abril liberara docenas de toneladas de polvo tóxico de plomo a la atmósfera en unas pocas horas, las autoridades parisinas descubrieron un problema en la normativa de seguridad pública de la ciudad. No había una escala para determinar cómo de peligrosa era la contaminación, potencialmente mortal, del polvo que se había depositado en el suelo.
Desde entonces, The Associated Press ha determinado que este vacío regulatorio va mucho más allá de Francia. Ni las autoridades de otras capitales históricas europeas como Roma y Londres, ni la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés), ni la Organización Mundial de la Salud tienen recomendaciones sobre el riesgo del polvo de plomo en espacios abiertos.
El motivo, señalan, es que si bien hay normativas sobre el plomo, nadie había imaginado un gran incendio en un edificio lleno de plomo del tamaño de Notre Dame, cuya aguja medía casi 100 metros (330 pies) de alto.
El envenenamiento por polvo de plomo puede causar una pérdida permanente de capacidad cognitiva, ataques, coma o la muerte, y la exposición a esta sustancia supone un grave riesgo para mujeres embarazadas y niños pequeños, que pueden llevarse con facilidad el polvo tóxico a la boca.
Las llamas consumieron el 15 de abril la aguja y el tejado de la catedral, que contenía 250 toneladas de plomo, en pleno centro de París. Las autoridades advirtieron después sobre el riesgo sanitario y se vieron obligadas a recopilar investigaciones dispares e incompletas para improvisar un criterio de seguridad, en un intento de tranquilizar a la población.
“Cuando ocurrió el incendio de Notre Dame, no teníamos ningún umbral de cuál era un nivel peligroso de plomo en el exterior”, dijo a AP Anne Souyris, vicealcaldesa de París responsable de salud pública. “Fue una llamada de atención (…) la cantidad de plomo que se quemó en Notre Dame no tenía precedentes”.
A las autoridades les sorprendió descubrir que si bien había recomendaciones en Francia para los niveles de plomo dentro de edificios y escuelas, así como en la pintura, el suelo y la contaminación aéreo, no había ningún protocolo sobre acumulaciones de plomo en espacios públicos, como el polvo sobre el suelo.